viernes, 11 de abril de 2014

Bautismo. Religiones no cristianas.

Bautizar viene del verbo griego baptízein, que es la forma iterativa o intensiva de otro verbo, báptein, con el significado de sumergir, mojar, bañar, regar y, de ahí, lavar. Báptein es usado en todas las épocas de la lengua griega, ya desde Homero (cfr. Odisea, IX, 392) y también en el N. T. con ese significado literal (Lc 16, 24; lo 13, 26; Apc 19, 13). Baptízein, empleado ya por Platón y Polibio y que se encuentra cuatro veces en la versión griega del A. T. de los Setenta, es sobre todo muy frecuente en el N. T. donde recibió el sentido técnico religioso de bautizar. De este verbo deriva el sustantivo baptismós (lavado, purificación) que indica la acción o acto de inmersión, y se usa para designar las purificaciones rituales de los judíos (cfr. Mc 7, 8; Heb 9, 10), pero también el b. de Juan (Mt 7, 3; Lc 3, 3) y el B. cristiano (p. ej., Heb 6, 2). También de baptízein se deriva el sustantivo báptisma, inexistente en el griego profano, que entró en uso en el N. T. para designar la inmersión o ablución junto con su efecto sagrado, es decir, para referirse al B. como institución, aunque no es ésa la única palabra que se emplea (cfr. Eph 5, 26; Tit 3, 5). Existen derivados verbales judíocristianos, como el sobrenombre Baptistés, aplicado a Juan (Mt 3, 1; Mc 6, 25). A veces, como equivalente latino de baptismós se usó lavacrum (lavado, ablución), pero en general estas palabras (baptízein, baptismós y sobre todo báptisma), por su concreto significado religioso cristiano, pasaron al latín y a otras lenguas, como el castellano, sin traducir: bautizar, bautismo.
      Siendo el agua un elemento tan abundante en la naturaleza y su uso para el lavado y limpieza tan natural, se comprende que ese uso haya sido extendido en diversas religiones con variados simbolismos (v. SIGNO Y SIGNIFICACIÓN II; SIMBOLISMO RELIGIOSO; AGUA vi), en ocasiones para significar alguna clase de purificación (v.) moral o ritual (v. I), con carácter más o menos mágico. El Hijo de Dios encarnado, Jesucristo, utilizó ese simbolismo natural con un profundo y nuevo significado en el B. cristiano, que es símbolo eficaz de la acción de Dios en el interior del alma para borrar el pecado humano y símbolo de la aceptación humana del poder de Dios y de la obediencia a Él (v. II, 34 y III).
      Algunos críticos e historiadores de las religiones hicieron numerosas tentativas para decir que el B. cristiano representa una imitación de las abluciones purificatorias o ritos «bautismales» de este o aquel culto pagano. Se examinó microscópicamente toda la terminología empleada en los escritos del N. T. para expresar el sentido y los efectos del B. con el fin de destacar las coincidencias con otras religiones. Pero ninguna de esas tentativas logró una aceptación. Primeramente, porque analogía no siempre es señal de dependencia. Y además, porque se destacan cada vez mejor las profundas raíces del N. T. en las categorías teológicas del A. T. Si existe, hasta cierto punto, una filiación en el B. cristiano, es la que lo vincula al b. de Juan el Precursor (v. II, 2). Y éste adoctrinó y bautizó en el espíritu del A. T. El B. cristiano es de tal manera distinto, en su más íntimo sentido, de los «b. extracristianos», que no cabe deducirlo de ellos. No tiene ningún elemento de magia. Es original de Jesús de Nazaret (v. ii, III y iv).
     

 

JORGE IPAS.

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