El liturgista. N. el 4 ag. 1873 en Rosouxlez-Waremme. Entró en el
Seminario de Lieja y fue ordenado sacerdote el 25 abr. 1897. Después de
unos años de profesorado en el Seminario de Saint- Trond, formó parte de
un grupo de sacerdotes llamado Consiliarios del trabajo, cuyo objetivo era
poner en práctica la doctrina social de León XIII. El contacto con los
obreros despertó en él el sentido pastoral. En 1906 entró en el monasterio
de Mont-César, donde emitió sus votos monásticos el 5 oct. 1907. La
doctrina de D. Columba Marmion, futuro abad de Maredsous, y la vida
litúrgica del monasterio penetraron todo su ser: allí descubrió las
auténticas riquezas de la vida de la Iglesia que comunicará con entusiasmo
toda su vida. En el Congreso Nacional de Obras católicas de Malinas, en
septiembre de 1909, B., instigado por el card. Mercier, logró introducir
el tema litúrgico en una subcomisión a la que no se daba ninguna
importancia. Su intervención en favor del uso del Misal por parte de los
fieles y de su activa participación en el culto, siguiendo las normas de
Pío X que B. encarnó desde el primer momento, es considerada como el
alumbramiento de una nueva época en el movimiento litúrgico: la de la
pastoral. B. se consagra por completo a esta misión. Crea las Semanas
litúrgicas de Lovaina, funda la revista «Questions liturgiques et
Paroissiales», ejerce una influencia decisiva en la formación litúrgica de
la clerecía, y sintetiza en un maravilloso librito que traducido a casi
todas las lenguas de Europa todavía no ha envejecido, sus geniales
intuiciones sobre la piedad de la Iglesia: La piété de l'Eglise. Más o
menos todas las naciones europeas son deudoras al movimiento suscitado por
B.
El ecumenista. En 1921 B. es nombrado profesor en el Colegio internacional benedictino de Roma. Allí empieza su segunda vocación: la ecuménica. Corrían los tiempos de la primera emigración rusa. B., que ya había sido solicitado por el card. Mercier para intervenir en las Conversaciones de Malinas, se hallaba particularmente abierto al mundo oriental por sus conocimientos litúrgicos. Así, cuando Pío XI decide confiar a los benedictinos la acción unionista en favor de los rusos encuentra en B. al hombre providencial que se entrega total e incondicionalmente al nuevo apostolado. En diciembre de 1925 funda el monasterio de Amay, cuyo fin y orientación expone magistralmente en el opúsculo Una obra monástica para la unión de las Iglesias. En 1926 funda la revista «Irénikon», la única revista católica de ecumenismo durante muchos años. Amay abrió desde un principio sus puertas no sólo a la liturgia oriental y a los ortodoxos, sino, con no poco escándalo de algunos, a todos los protestantes. Ante una obra y unas ideas tan nuevas no faltan las suspicacias, incluso en los círculos más elevados. A raíz de un proyecto para reanudar las conferencias de Malinas, B., denunciado al Santo Oficio, se ve obligado a abandonar su monasterio de 1931 a 1951. El destierro le proporciona la ocasión de difundir sus ideales. Coopera en la fundación del Centro de Pastoral Litúrgica de París, establece contacto con todos los centros unionistas: Istina, S. Sergio de París, etc., y se prodiga en reuniones y conferencias. En 1951 puede reintegrarse a su comunidad que desde 1939 se ha trasladado a Chevetogne. Con ocasión de sus 80 años, que coinciden con el noveno centenario del cisma de Oriente, se le dedican los dos excelentes volúmenes de estudios de L 'Église et les Églises. Uno de los últimos consuelos del viejo maestro fue el anuncio del Concilio por Juan XXIII, con el cual le unía una gran amistad y comunión de ideales.
B. es un precursor del movimiento social católico, el iniciador del movimiento de pastoral litúrgica, un pionero del ecumenismo católico, y también profeta de la actual renovación de la Iglesia que adivinó con certera intuición. Con ocasión del cincuentenario del movimiento litúrgico en 1959, B. recibió el reconocimiento oficial de la cabeza de la Iglesia y de las más altas jerarquías eclesiásticas, así como de sus discípulos y admiradores de todo el mundo. M. el 11 en. 1960.
El ecumenista. En 1921 B. es nombrado profesor en el Colegio internacional benedictino de Roma. Allí empieza su segunda vocación: la ecuménica. Corrían los tiempos de la primera emigración rusa. B., que ya había sido solicitado por el card. Mercier para intervenir en las Conversaciones de Malinas, se hallaba particularmente abierto al mundo oriental por sus conocimientos litúrgicos. Así, cuando Pío XI decide confiar a los benedictinos la acción unionista en favor de los rusos encuentra en B. al hombre providencial que se entrega total e incondicionalmente al nuevo apostolado. En diciembre de 1925 funda el monasterio de Amay, cuyo fin y orientación expone magistralmente en el opúsculo Una obra monástica para la unión de las Iglesias. En 1926 funda la revista «Irénikon», la única revista católica de ecumenismo durante muchos años. Amay abrió desde un principio sus puertas no sólo a la liturgia oriental y a los ortodoxos, sino, con no poco escándalo de algunos, a todos los protestantes. Ante una obra y unas ideas tan nuevas no faltan las suspicacias, incluso en los círculos más elevados. A raíz de un proyecto para reanudar las conferencias de Malinas, B., denunciado al Santo Oficio, se ve obligado a abandonar su monasterio de 1931 a 1951. El destierro le proporciona la ocasión de difundir sus ideales. Coopera en la fundación del Centro de Pastoral Litúrgica de París, establece contacto con todos los centros unionistas: Istina, S. Sergio de París, etc., y se prodiga en reuniones y conferencias. En 1951 puede reintegrarse a su comunidad que desde 1939 se ha trasladado a Chevetogne. Con ocasión de sus 80 años, que coinciden con el noveno centenario del cisma de Oriente, se le dedican los dos excelentes volúmenes de estudios de L 'Église et les Églises. Uno de los últimos consuelos del viejo maestro fue el anuncio del Concilio por Juan XXIII, con el cual le unía una gran amistad y comunión de ideales.
B. es un precursor del movimiento social católico, el iniciador del movimiento de pastoral litúrgica, un pionero del ecumenismo católico, y también profeta de la actual renovación de la Iglesia que adivinó con certera intuición. Con ocasión del cincuentenario del movimiento litúrgico en 1959, B. recibió el reconocimiento oficial de la cabeza de la Iglesia y de las más altas jerarquías eclesiásticas, así como de sus discípulos y admiradores de todo el mundo. M. el 11 en. 1960.
BIBL. : R. l. BOUYER, Un
precursor del ecumenismo: D. L. Beauduin, Madrid 1966; M. CAPPUYNS, D. L.
Beauduin (1873-1960) "Rey. d'Hist Eccl". 61 (1966) 424-454; 761-807; D.
ROUSSEAU, Autour du jubilé du mouv. lit., "Quest. lit. et Par.", 40 (1959)
210; cfr. ib. 41 (1960) 3-12; 111-121; ib. 122-126: una bibl. completa de
sus escritos; cfr. ala Maison-Dieu 40 bis (1954) 128-131.
ADALBERTO M. FRANQUESA.
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