Motu
Proprio de BENEDICTO
XV
Sobre las solemnidades del 50º aniversario de la
declaración
de San José como Patrono de la Iglesia Católica
Del
25 de julio de 1920
1. Motivo: 50º aniversario del
Patronato de San José y aumento de su culto
Bueno
y saludable para el nombre cristiano fue que Nuestro predecesor de inmortal
memoria, Pío IX, declarara Patrono de la Iglesia Católica a José, castísimo
esposo de la Madre de Dios y padre nutricio del Verbo Encarnado; y, p or
cuanto en el próximo mes de Diciembre harán 50 años que auspiciosamente se
efectuara esa proclamación, creímos de mucha utilidad el que en todo el
orbe se celebrase la solemne conmemoración de este acontecimiento.
Al
tender la mirada retrospectiva sobre ese lapso del pasado, salta a la vista la
aparición de una no interrumpida serie de Institutos que indican que el culto
al santísimo Patriarca está sensiblemente creciendo entre los fieles
cristianos hasta nuestros días. Mas al contemplar de cerca las acerbas
penalidades que afligen hoy al género humano parece que debemos fomentar mucho
más intensamente en el pueblo este culto y propagarlo más extensamente.
2. Mayor motivo de recurrir a San
José: el naturalismo
En
Nuestra Encíclica "De Pacis Reconciliatione Christiana"[1]
en que considerábamos principalmente, las relaciones tanto entre los pueblos
como entre los individuos, señalábamos cuánto aún falta para lograr
restablecer la tranquilidad general del orden después de esa grave contienda de
la guerra pasada. Pero ahora debemos atender a otra causa de perturbación mucho
más grave por cuanto se infiltró en las mismas venas y entrañas sociedad
humana; pues, se comprende que en ese tiempo en que la calamidad de la guerra
absorbía la atención de los hombres, el naturalismo, esa peste
perniciosísima del siglo, los corrompiera totalmente y que, donde se
desarrollaba bien, debilitaba el deseo de los bienes celestiales, ahogaba las
llamas de la caridad divina, sustraía al hombre de la gracia de Cristo que sana
y eleva y, despojándolo finalmente de la luz de la fe y abandonándolo a las
solas fuerzas enfermas y corrompidas de la naturaleza, permitía las
desenfrenadas concupiscencias del corazón. Por cuanto demasiados hombres
acariciaban ansias dirigidas exclusivamente a las cosas caducas, y que entre los
proletarios y ri cos reinaban celos y odios muy enconad os, la duración y
magnitud de la guerra aumentó las mutuas enemistades de clases y las hacía
más agudas, especialmente porque por un lado, para las masas causó una
intolerable carestía de víveres y por el otro, proporcionó a un grupo muy
reducido una súbita abundancia de bienes de fortuna.
3. Relajación moral.
Sumóse
a eso que por la guerra en muchísimos hombres había sufrido no poco detrimento
la santidad de la fidelidad conyugal y el respeto a la patria potestad, por
cuanto la larga separación de los cónyuges relajó los lazos de sus mutuas
obligaciones y la ausencia del que las había de custodiar empujó,
especialmente a los jóvenes a la temeridad de lanzarse a una conducta más
licenciosa.
Por lo tanto, hemos de deplorar mucho más que antes que las costumbres sean
más libres y depravadas y que, por la misma razón, se agrave cada día más la
que llaman causa social, de modo que debemos temer males de gravedad
extrema.
4. El comunismo extiende sus
amenazas.
Pues, en los deseos y la expectativa de
cualquier desvergonzado se presenta como inminente ]a aparición de cierta
República Universal que como en principios fijos se basa en la perfecta
igualdad de los hombres y la común posesión de bienes, y en la cual no habría
diferencia alguna de nacionalidades ni se acataría la autoridad de los padres
sobre los hijos, ni la del poder público sobre los ciudadanos, ni la de Dios
sobre los hombres unidos en sociedad.
Si esto se llevara a cabo no podría
menos de haber una secuela de horrores espantosos; hoy día ya existe esto en
una no exigua parte de Europa que los experimenta y siente. Ya vemos que se
pretende producir esa misma situación en los demás pueblos; y que, por eso, ya
existen aquí y allá grandes turbas revolucionarias porque las excitan
el furor y la audacia de unos pocos.
5. San José remedio contra estos
males.
Nos
ante todo, preocupados, naturalmente, por el curso de los acontecimientos, no
omitimos, ocasional mente, recordar sus deberes a los hijos de la Iglesia, como
en las recientes cartas al Obispo de Bérgamo y a los obispos de la región
véneta. Por la misma razón, para retener en su deber a todos los hombres que
se ganan el sustento por sus fuerzas y su trabajo donde quiera vivan, y
conservarlos inmunes del contagio del socialismo que es el enemigo más
acérrimo de la sabiduría cristiana, ante todo les proponemos fervorosamente a
San José para que lo elijan como guía particular de su vida y lo veneren como
patrono.
Pues,
él pasó, sus años llevando un género de vida similar al de ellos; y por esta
misma razón, Cristo-Dios, siendo como era el Unigénito del eterno Padre, quiso
ser llamado Hijo del Carpintero. Pero con ¡ cuántas y cuán eximias
virtudes adornó la humildad del lugar y de la fortuna, especialmente con
aquéllas que correspondían a aquel que era esposo de MARÍA Inmaculada y que
se tenía por el padre de Jesús, Nuestro Señor!
6. Elevar la mirada a las cosas
imperecederas.
Por
esto, aprendan todos en la escuela de San José a mirar todas las cosas
que pasan bajo la luz de las cosas futuras que permanecen y, consolándose, por
las incomodidades de la humana condición, con la esperanza de los bienes
celestiales, a encaminarse hacia ellos, obedeciendo a la voluntad de Dios,
conviene a saber: viviendo sobria, recta y piadosamente[2].
7. Cita de León XIII sobre el
respeto al orden establecido por Dios.
Por
lo que respecta propiamente a los obreros, plácenos citar lo que Nuestro
predecesor de feliz recordación, LEÓN XIII dijo en una ocasión similar[3]:
Los obreros y cuantos se ganan el sustento con el salario de sus manos,
pensando en estas cosas, deben levantar los ánimos y sentir rectamente; que,
aunque estén en su derecho, (cuando no se opone la justicia), de salir de la
pobreza y de lograr una mejor situación, la razón y la justicia no permiten
trastrocar el orden establecido por la providencia de Dios. Insensato, empero,
sería el propósito recurrir a la fuerza y emprender algo semejante, mediante
la sedición y el desorden, lo cual en la mayoría de 1os casos causaría males
mayores que aquellos que se tratan de aliviar. No se fíen pues, los pobres, si
quieren ser prudentes, de las promesas de los hombres sediciosos sino que
confíen en el ejemplo y el patrocinio de San José, y así mismo en la maternal
caridad de la Iglesia la cual en verdad se preocupa de ellos cada día más
solícitamente.
8. Frutos de la devoción a San José
para la vida del hogar y de la sociedad
Si
crece la devoción a San José, el ambiente se hace al mismo tiempo más
propicio a un incremento de la devoción a la Sagrada Familia, cuya augusta
cabeza fuera: una devoción brotará espontáneamente de la otra. Pues, JOSÉ
nos lleva derecho a María, y por María llegamos a la fuente de toda santidad,
a JESÚS, quien por su obediencia a José y María consagró las virtudes del
hogar.
Deseamos
que las familias cristianas se renueven a fondo y se hagan conformes a tantos
ejemplos de virtudes como ellos practicaron. Por cuanto la comunidad del género
humano se ha fundado sobre la familia se inyectará, bajo la universal
influencia de la virtud de Cristo, cierto nuevo vigor y una como nueva sangre en
todos los miembros de la sociedad humana, cuando la sociedad doméstica,
comunidad, pues, más religiosamente de castidad, concordia y fidelidad, goce de
una mayor firmeza; y de allí no sólo seguirá la enmienda de la costumbres de
los particulares sino también la de la vida común y del orden civil.
9. Exhortación papal a una mayor
devoción a San José.
Nos,
pues, total mente confiados en el patrocinio de aquel a cuya vigilancia y
previsión quiso Dios encomendar a su Unigénito encarnado y a la Virgen y Madre
de Dios, propiciamos que todos los Obispos del orbe católico exhorten a todos
los fieles a implorar el auxilio de San José, tanto más insistentemente cuanto
es más adverso el tiempo a la causa cristiana.
Dado
que esta Sede Apostólica ha aprobado varios modos de venerar al Santo
Patriarca, ante todo, cada miércoles del año y por un mes entero determinado,
deseamos que, bajo la insistente admonición del Obispo, se practiquen todos
ellos de ser posible, en todas las Diócesis, en especial, empero, incumbe a
Nuestros Venerables Hermanos apoyar y fomentar con todo el peso de su autoridad
e interés las asociaciones piadosas, como la de la Buena Muerte, la del Tránsito
de San José y la de los Agonizantes, las cuales fueron fundadas para
implorar a San José por los agonizantes, porque con razón se considera a aquel
como eficacísimo protector de los moribundos a cuya muerte asistieron el mismo
Jesús y María.
10. Plegaria e indulgencia.
Para
perpetua memoria, empero, del Decreto Pontificio que arriba mencionamos,
ordenamos y mandamos que dentro del año que comienza a correr el 8 de Diciembre
próximo, se hagan en todo el orbe católico solemnes súplicas, en el tiempo y
modo que parezca mejor a cada Obispo, en honor de San José, Esposo de la
Santísima Virgen y Patrono de la Iglesia Católica.
Todos
cuantos asistan a ellas podrán ganar para sí una indulgencia de sus pecados,
bajo las acostumbradas condiciones.
Dado en
Roma, junto a San Pedro, el día 25 de julio, en la fiesta de Santiago Apóstol,
en el año 1920, sexto de Nuestro pontificado. Benedicto XV.
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