N. en Nola, 1548. Como religioso dominico profesa en Nápoles en 1565, y,
desde 1576 prófugo de su orden, inicia una existencia itinerante por
diversas ciudades del norte de Italia; vive en Ginebra y Toulouse, en
París, donde en 1581 goza del favor de Enrique III; en Oxford y en
Londres, recorre las universidades germánicas de Zürich, Praga, Francfort
y Wittenberg, hasta que regresa a Venecia donde en 1592 es detenido y
transferido a Roma; encarcelado, y tras una tentativa frustrada de
reconciliación con la Iglesia, es condenado por apostasía y violación de
sus votos religiosos a ser quemado vivo, sentencia que se lleva a efecto
el 17 febr. 1600. Fue discípulo de Francesco Patrizzi (1529-97), autor de
la Nova de universis philosophia, inspirada en el neoplatonismo y en, los
escritos herméticos (cfr. Corpus Hermeticum, ed. Puech, Nock, Festugiere,
París 1960); monista, emanatista y panteísta; discípulo indirecto de
Telesio (1509- 1588) y, en último término, de Nicolás de Cusa. Además de
numerosos escritos menores, algunos de carácter panfletario, son sus obras
principales: Vella Causa, Principio ed Uno; Ve l'lnfinito, Universo e
Mondi; Ve Monade, Ve Immenso; Ve Minimo; La Cena delle cineri; Vegli
eroici Furori (donde toma expresión su concepción ética). Hay trad. cast.
de Ve la Causa, Principio y Uno, Buenos Aires 1941.
B. no es mecanicista sino dinamicista, que identifica la realidad total del Universo con la Naturaleza (natura naturans=fuente-fondo de toda realidad, cuya epifanía es la natura naturata, terminología que adoptará Spinoza), concebida como organismo teleológicamente orientado, infinito y uno, en tensión dialéctica entre la unidad y la multiplicidad que emana de ella en forma de una pluralidad de mundos diversos en número infinito, que constituyen otros tantos sistemas reflejando la infinitud del uno. Advirtiendo la cadencia panteísta de sus ideas, B. se plantea el problema de una disolución del Infinito en la infinitud de sus emanaciones, mas sin acertar todavía con la fórmula exacta, lo resuelve en sentido dialéctico diciendo (Ve l'lnfinito, I, 329) que no se trata de «partes del Infinito», sino de «partes en el Infinito». Esta unidad absoluta del cosmos exige la identificación de materia y forma, expresamente contra Aristóteles. La materia sería la realidad misma de las cosas en cuanto observables, y la forma el anima mundi que todo lo vivifica unificándolo y que culmina en el entendimiento: «mens quae universi molem exagitat» (Sigillus Sigillorum, II, 2, 174 ). Toda su ética se funda en el sentimiento de identidad del hombre con el cosmos, que le embriaga y le hace perderse en el latido universal del Todo, y le potencia en el éxtasis de los heroicos furores del vértigo creador, que resulta cocreador de las fuerzas cosensitivas (concepto inspirado por Telesio) del universo. Es ésta la ética de la acción desbordante y apasionada de tantas personalidades renacentistas y del condottiero.
B. es un precedente, además de Spinoza, de Leibniz y de la teología inmanentista. Su sentido de la infinitud sincategoremática y dinamicista, y la misma terminología de la «mónada», le acercan a Leibniz, así como la transmaterialización de la sustancia cósmica, aunque difiere de él en su panteísmo absoluto. Su concepto de una unidad religiosa de la humanidad a base de la creencia en «Dios interior» garante de la unidad y de la identidad a través de los contrarios, a la que aspiran infinitamente las cosas y los «heroicos furores» del hombre, le convierte en el primer inmanentista y místico-naturalista de los nuevos tiempos.
B. no es mecanicista sino dinamicista, que identifica la realidad total del Universo con la Naturaleza (natura naturans=fuente-fondo de toda realidad, cuya epifanía es la natura naturata, terminología que adoptará Spinoza), concebida como organismo teleológicamente orientado, infinito y uno, en tensión dialéctica entre la unidad y la multiplicidad que emana de ella en forma de una pluralidad de mundos diversos en número infinito, que constituyen otros tantos sistemas reflejando la infinitud del uno. Advirtiendo la cadencia panteísta de sus ideas, B. se plantea el problema de una disolución del Infinito en la infinitud de sus emanaciones, mas sin acertar todavía con la fórmula exacta, lo resuelve en sentido dialéctico diciendo (Ve l'lnfinito, I, 329) que no se trata de «partes del Infinito», sino de «partes en el Infinito». Esta unidad absoluta del cosmos exige la identificación de materia y forma, expresamente contra Aristóteles. La materia sería la realidad misma de las cosas en cuanto observables, y la forma el anima mundi que todo lo vivifica unificándolo y que culmina en el entendimiento: «mens quae universi molem exagitat» (Sigillus Sigillorum, II, 2, 174 ). Toda su ética se funda en el sentimiento de identidad del hombre con el cosmos, que le embriaga y le hace perderse en el latido universal del Todo, y le potencia en el éxtasis de los heroicos furores del vértigo creador, que resulta cocreador de las fuerzas cosensitivas (concepto inspirado por Telesio) del universo. Es ésta la ética de la acción desbordante y apasionada de tantas personalidades renacentistas y del condottiero.
B. es un precedente, además de Spinoza, de Leibniz y de la teología inmanentista. Su sentido de la infinitud sincategoremática y dinamicista, y la misma terminología de la «mónada», le acercan a Leibniz, así como la transmaterialización de la sustancia cósmica, aunque difiere de él en su panteísmo absoluto. Su concepto de una unidad religiosa de la humanidad a base de la creencia en «Dios interior» garante de la unidad y de la identidad a través de los contrarios, a la que aspiran infinitamente las cosas y los «heroicos furores» del hombre, le convierte en el primer inmanentista y místico-naturalista de los nuevos tiempos.
BIBL. : Opera latina, 8 vol.
Nápoles-Florencia 1879-91; Opere inedite, ed. Tocco, Nápoles 1891; Opere
italiane, 3 vol., ed. GENTILE, Bari 1907-09; A. CORSANO, II pensiero di
Giordano Bruno nel suo svolgimento storico, Florencia 1940; I. L. MONTYRE,
The life of Giordano Bruno, Londres 1904; A. MERCATI, II sommario del
processo di Giordano Bruno, Roma 1942; M. F. SCIACCA, 1 dialoghi italiani
di Giordano Bruno, Brescia 1949; E. TROILO, La filosofia di Giordano
Brunoi Turín 1907.
LUIS CENCILLO.
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