El Islam -religión que nació como una secta sincrética que unía
elementos del judaísmo con los del cristianismo- supone una experiencia
religiosa originalísima, en perfecta armonía con el entorno en el que surgió:
el desierto atravesado por las caravanas de comerciantes, ciudades bulliciosas
en los oasis donde se entrecruzan los caminos, predicadores de la religión
abrahámica y anacoretas que buscan a Dios en la soledad, la mortificación y la
meditación.
Mahoma es un creyente radical capaz de percibir en el rostro invisible de Dios su lado más misericordioso, de modo que todas las suras del Corán se inician invocando precisamente su misericordia. Su fe impetuosa le atrae pronto adeptos; en su familia en primer lugar, porque estamos en una cultura de clan, pero pronto entre los ciudadanos de Medina y La Meca, y en nuestros días por todo el mundo.
Mahoma cree, recibe directamente de Dios el texto sagrado y funda el Islam, la religión de los sumisos a la voluntad suprema del Creador. Una religión de teología absolutamente simple, y de una fecundidad asombrosa.
"Islam" significa literalmente "sumisión
incondicional a la voluntad de Dios". Éste es el sencillo y único mensaje
del Corán, entregado al profeta Mahoma y por él predicado en Arabia entre los
años 610 y 632. Pero como el texto del Corán contiene diversas alusiones a
acontecimientos contemporáneos, estas alusiones exigen, para ser comprendidas,
el conocimiento de algunos hechos.
En primer lugar, en política general era el tiempo en que las guerras entre Bizancio y Persia alcanzaban su punto culminante. Este estado de beligerancia tuvo graves repercusiones en el comercio de las diferentes regiones de Siria y Mesopotamia. No sabemos hasta qué punto pudo beneficiarse Arabia. El Corán alude a estas guerras, pero no imparcialmente: en realidad, simpatiza con los bizantinos.
En el siglo VII Arabia profesaba principalmente las religiones
paganas tradicionales, aunque cobraban cada vez más influencia algunas minorías
importantes de judíos ortodoxos o cristianos de sectas marginales.
Predominaban dos tendencias religiosas, pero había individuos aislados que pertenecían a otras sectas. La gran masa árabe era pagana. En el Corán aparecen los nombres de algunos de sus ídolos, pero por lo general el texto se limita a recordar que los árabes no adoraban únicamente al Dios supremo y creador, sino que asociaban a Dios otros dioses. El Corán no les llama ni paganos ni politeístas, sino "asociadores" y su crimen, "asociación". Reconocen que Dios ha creado el cielo y la Tierra, pero adorarle les deja fríos, sólo vibran cuando invocan a otros dioses. De esos otros dioses, de esos "asociados", el Corán habla sobre todo, en general, para demostrar su impotencia, para describir su ruina el día del Juicio Final y para burlarse de ellos cuando se trata de divinidades femeninas. El Corán presenta a estos árabes como personas muy apegadas a las tradiciones de sus antepasados, que rechazaban un Islam que se oponía a estas tradiciones, especialmente en dos puntos: el monoteísmo y la resurrección de los muertos. Acerca de este último punto, el Corán no cesa de polemizar y de acumular argumentos: Dios, que ha creado el mundo o el embrión en el seno de la madre, es también capaz de devolver la vida a los difuntos mediante una especie de segunda creación. Quien por la lluvia devuelve la vida al desierto seco, es también capaz de devolver la vida a las osamentas secas.
Ciertamente, ni el monoteísmo absoluto ni el dogma de la resurrección de la carne se compaginaba con el sentir de las religiones tradicionales árabes. En cambio, la atmósfera propiamente árabe se reconoce en el Corán en algunos puntos: la existencia de seres misteriosos, llamados genios; el culto a la generosidad, a la bravura, a la solidaridad familiar, al cultivo de la elocuencia. También de la tradición árabe provienen los meses sagrados, durante los cuales estaban prohibidas las hostilidades.
El Corán contiene numerosos elementos de las literaturas
bíblica o rabínica. El monoteísmo coránico se sitúa en la línea del judaísmo y
la proclamación coránica de la unicidad de Dios bajo la forma la ilah illa
llah ("No hay más dios que Dios") constituye un eco del versículo
de la Biblia: "Soy Yahvé, sin igual. Fuera de Mí, no hay
Dios". En cuanto a la resurrección de los cuerpos, se enseñaba en el
judaísmo tanto como en las sectas cristianas. Son numerosas las imágenes que se
encuentran a la vez en el Corán y en la tradición bíblica; para el
musulmán, todo se explica por el origen común de los libros sagrados, es decir,
por la revelación divina.
Es evidente que hubo contactos entre las comunidades judías o cristianas y la comunidad musulmana primitiva. Los cristianos contemporáneos consideraban que el Islam era una nueva secta derivada del tronco bíblico.
La existencia de comunidades judías en Arabia es un hecho comprobado. En el oasis de Medina, a 425 kilómetros al norte de La Meca, donde los musulmanes buscaron refugio en el año 622, existía una poderosa colonia judía o, más probablemente, de árabes judaizados. Había colonias análogas en una serie de oasis que se escalonaban entre Medina y Jordania. En Medina, la presencia judía es absolutamente segura, y los textos hablan de rabinos y escuelas. La comunidad parecía estar bien estructurada. Había, asimismo, una presencia judía en el sur de Arabia, en el Yemen. Varios documentos mencionan al rey judío que persiguió a los cristianos en el oasis de Nachran (a 800 kilómetros al sudeste de La Meca), hacia el año 523.
Por lo que respecta a los cristianos es un hecho su establecimiento en Arabia. Se mencionan iglesias en el Yemen, y las relaciones políticas y guerreras con la Abisinia cristiana se traducen asimismo en una presencia cristiana. Los cristianos de Nachran enviaron una delegación para discutir con los primeros musulmanes la conclusión de un pacto de protección. Había monjes cristianos en varios puntos del camino que comunicaba La Meca con Siria, y la tradición ha conservado el recuerdo de uno de ellos, Bahira, quien habría visto a Mahoma.
Pero en La Meca y en Medina las tradiciones musulmanas mencionan a monoteístas y cristianos buscadores de Dios. ¿A qué sectas pertenecían esos cristianos? Es difícil de decir: el desierto siempre fue refugio o exilio de inconformistas.
La península de Arabia está limitada al oeste por el mar Rojo, que
se extiende desde el Sinaí hasta el océano Ãndico, con el puerto de Adén. A
mitad de camino entre el Mediterráneo y Adén, a 80 kilómetros del mar Rojo, se
encuentra una ciudad de nombre ahora famoso: La Meca. Esta ciudad, muy antigua,
era a fines del siglo VI un activo centro comercial y caravanero, al mismo
tiempo que de peregrinaciones. Como la navegación del mar Rojo presentaba
ciertos riesgos, las grandes corrientes comerciales entre la India y el mundo
grecorromano habían buscado otras rutas. Una de ellas pasaba por La Meca. Las
mercancías, transportadas con facilidad por mar desde la India hasta Adén gracias
a los vientos estacionales del monzón, eran recogidas, primero, por las
caravanas de Adén a La Meca y, luego, por las de La Meca a Siria o Egipto. Toda
la vida en La Meca dependía de la llegada y salida de las caravanas.
Mahoma es un creyente radical capaz de percibir en el rostro invisible de Dios su lado más misericordioso, de modo que todas las suras del Corán se inician invocando precisamente su misericordia. Su fe impetuosa le atrae pronto adeptos; en su familia en primer lugar, porque estamos en una cultura de clan, pero pronto entre los ciudadanos de Medina y La Meca, y en nuestros días por todo el mundo.
Mahoma cree, recibe directamente de Dios el texto sagrado y funda el Islam, la religión de los sumisos a la voluntad suprema del Creador. Una religión de teología absolutamente simple, y de una fecundidad asombrosa.
El nacimiento del Islam
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En primer lugar, en política general era el tiempo en que las guerras entre Bizancio y Persia alcanzaban su punto culminante. Este estado de beligerancia tuvo graves repercusiones en el comercio de las diferentes regiones de Siria y Mesopotamia. No sabemos hasta qué punto pudo beneficiarse Arabia. El Corán alude a estas guerras, pero no imparcialmente: en realidad, simpatiza con los bizantinos.
Los árabes paganos
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Predominaban dos tendencias religiosas, pero había individuos aislados que pertenecían a otras sectas. La gran masa árabe era pagana. En el Corán aparecen los nombres de algunos de sus ídolos, pero por lo general el texto se limita a recordar que los árabes no adoraban únicamente al Dios supremo y creador, sino que asociaban a Dios otros dioses. El Corán no les llama ni paganos ni politeístas, sino "asociadores" y su crimen, "asociación". Reconocen que Dios ha creado el cielo y la Tierra, pero adorarle les deja fríos, sólo vibran cuando invocan a otros dioses. De esos otros dioses, de esos "asociados", el Corán habla sobre todo, en general, para demostrar su impotencia, para describir su ruina el día del Juicio Final y para burlarse de ellos cuando se trata de divinidades femeninas. El Corán presenta a estos árabes como personas muy apegadas a las tradiciones de sus antepasados, que rechazaban un Islam que se oponía a estas tradiciones, especialmente en dos puntos: el monoteísmo y la resurrección de los muertos. Acerca de este último punto, el Corán no cesa de polemizar y de acumular argumentos: Dios, que ha creado el mundo o el embrión en el seno de la madre, es también capaz de devolver la vida a los difuntos mediante una especie de segunda creación. Quien por la lluvia devuelve la vida al desierto seco, es también capaz de devolver la vida a las osamentas secas.
Ciertamente, ni el monoteísmo absoluto ni el dogma de la resurrección de la carne se compaginaba con el sentir de las religiones tradicionales árabes. En cambio, la atmósfera propiamente árabe se reconoce en el Corán en algunos puntos: la existencia de seres misteriosos, llamados genios; el culto a la generosidad, a la bravura, a la solidaridad familiar, al cultivo de la elocuencia. También de la tradición árabe provienen los meses sagrados, durante los cuales estaban prohibidas las hostilidades.
Cristianos y judíos en Arabia
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Es evidente que hubo contactos entre las comunidades judías o cristianas y la comunidad musulmana primitiva. Los cristianos contemporáneos consideraban que el Islam era una nueva secta derivada del tronco bíblico.
La existencia de comunidades judías en Arabia es un hecho comprobado. En el oasis de Medina, a 425 kilómetros al norte de La Meca, donde los musulmanes buscaron refugio en el año 622, existía una poderosa colonia judía o, más probablemente, de árabes judaizados. Había colonias análogas en una serie de oasis que se escalonaban entre Medina y Jordania. En Medina, la presencia judía es absolutamente segura, y los textos hablan de rabinos y escuelas. La comunidad parecía estar bien estructurada. Había, asimismo, una presencia judía en el sur de Arabia, en el Yemen. Varios documentos mencionan al rey judío que persiguió a los cristianos en el oasis de Nachran (a 800 kilómetros al sudeste de La Meca), hacia el año 523.
Por lo que respecta a los cristianos es un hecho su establecimiento en Arabia. Se mencionan iglesias en el Yemen, y las relaciones políticas y guerreras con la Abisinia cristiana se traducen asimismo en una presencia cristiana. Los cristianos de Nachran enviaron una delegación para discutir con los primeros musulmanes la conclusión de un pacto de protección. Había monjes cristianos en varios puntos del camino que comunicaba La Meca con Siria, y la tradición ha conservado el recuerdo de uno de ellos, Bahira, quien habría visto a Mahoma.
Pero en La Meca y en Medina las tradiciones musulmanas mencionan a monoteístas y cristianos buscadores de Dios. ¿A qué sectas pertenecían esos cristianos? Es difícil de decir: el desierto siempre fue refugio o exilio de inconformistas.
Judíos, cristianos y musulmanes en la Arabia coránica
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Arabia en el siglo VII
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