Antes que otra cosa, dos advertencias o recordatorios. La cosmogonía es esencialmente el tema que vincula el entendimiento del ser humano con la Creación del Universo, cualquiera sea la concepción preferida: Dios-Creador, la existencia eterna de lo creado sin principio ni fin, la ideación astro-física que introduce la teoría del Big-Bang, o la Creación del espacio-tiempo mediante la teoría de cuerdas, o a la que se quiera adherir cada cual, pero siempre poniendo como objeto de conocimiento a la Creación de la totalidad del Universo.
La segunda advertencia consiste en recordar brevemente lo que han sido los cátaros y lo que han representado en la Historia humana. En la alta Edad Media, una secta o grupo de herejes, según se quiera, predicaban en el sureste de la Galia de entonces, muy cerca de la frontera con el norte de España, una doctrina sincrética que adoptó y adaptó parte de la religión mazdeísta, de la maniquea y de la hebrea a través del cristianismo. Sectarios o herejes, lo cierto es que fueron perseguidos durante doscientos años hasta lograr su total exterminio, acompañado por la rapiña de sus escasas posesiones y la destrucción de sus pocos escritos que se suponen que nacieron de su sabiduría.
En la actualidad y en nuestro Occidente sólo se conocen y respetan dos cosmogonías: la hebrea y la hindú. Esta última es la más completa en extensión y profundidad, aunque poco conocida en esta parte del mundo, excepción de los especialistas, por lo cual nos apartaremos de su tratamiento sin dejar de recordar que es un tema que lo tenemos reiteradamente tratado con anterioridad. Por lo tanto, nos centraremos en la cosmogonía hebrea, que es más conocida y admitida por provenir de la tradición judeocristiana y servir de base teológica de la cosmogonía de las tres religiones más importantes de nuestro mundo: la judía, la cristiana y la musulmana.
Esta cosmogonía está descrita en el primer libro de la Biblia cristiana, llamado Génesis, y que para los hebreos, sus auténticos dueños, se denomina Bereshit. No cualquier religión tiene la virtud de ostentar una cosmogonía propia. Las religiones de escasa aceptación o sectas religiosas variadas, adoptan la cosmogonía hebrea y por razones que no corresponde ahora discernir, crean la suya propia, con un sincretismo a veces inaceptable. No es el caso de los cátaros, porque supieron llevar adelante la adaptación de la cosmogonía hebrea, mezclando pensamientos maniqueos y cristianos.
Los cátaros escribieron poco y poco se escribía y leía en la Edad Media, lo que alivió el trabajo de sus enemigos que destruían todo lo que caía en sus manos. De los escasos libros que se atribuyen a los cátaros, en esta ocasión nos serviremos de “El Evangelio Cátaro del Pseudo-Juan”, un diálogo entre Jesús y el evangelista Juan acerca de algunos temas teológicos y de entre ellos, la cosmogonía en la que creyeron los cátaros.
La idea primordial de los maniqueos es que la Creación es obra de Satanás, que no es otro que YHVH, el Dios de los judíos. Y en esto los cátaros también asientan el aspecto esencial de su cosmogonía. Si para los maniqueos la creación se debe a YHVH, para los cátaros es una afirmación que admiten sustituyendo a YHVH por Satanás en cuanto a la designación, en el bien entendido que en apariencia se trata del mismo personaje, aunque no sea así.
Se lee en el Capítulo II de “El Evangelio Cátaro”: Y ordenó (Satanás), que los ángeles, sus ministros bajaran a la tierra. Y mandó a la tierra que produjese todos los volátiles y los reptiles y todos los árboles y las hierbas, y mandó al mar que produjese todos los peces y los pájaros del cielo (Cap. II-8). Si los ángeles que lo acompañaron en su caída por el pecado de soberbia son quienes van cumpliendo sus instrucciones, no cabe duda que no es el propio Dios de los hebreos quien lleva a cabo la tarea de la Creación, sino el propio Satanás en el que se encarna Lucifer o sea, un Demiurgo, un instrumento de Dios y no Dios mismo. Hasta aquí, lo esencial del acto creativo que nos da una pista fiable de que Satanás creador no es otro que un ángel caído.
Para los maniqueos ese Satanás es YHVH, ya lo dijimos. ¿Qué relación tiene esta afirmación con el dogma católico? Según el Génesis católico, En un principio creó Dios el cielo y la tierra. Si se tiene en cuenta que el Antiguo Testamento es una obra sagrada del judaísmo, habrá que comprobar si esto es así. Y resulta que en Bereshit, el libro sagrado judío del que los católicos tomaron sus palabras, lo que dice concretamente es que Bereshit barah Elohim et ha shamaim ve et ha aretz, de lo que resulta que quien creó los cielos y la tierra no es el Dios de los hebreos (el Innombrable o Gran Desconocido), sino un enviado por Él; esto es, los Elohim. Hay pues, una cierta verdad en la interpretación maniquea admitida por los cátaros en cuanto que no fue Dios mismo sino un Demiurgo el creador del Universo. Y ese Demiurgo es el ángel caído, que lleva a cabo su obra valiéndose de los ángeles que lo acompañaron en la caída. El error maniqueo consiste en que el Demiurgo no fue YHVH, un Eloha separado del grupo de los setenta y dos Elohim (plural de Eloha), sino que fueron los Elohim. Como quiera que fuere, YHVH o Elohim, atribuyen al Demiurgo creador la cualidad de Satanás. El vocablo Elohim, traducido al Génesis católico lo han convertido caprichosamente en la palabra “Dios”, sembrando el error desde siempre y hasta hoy, en los creyentes católicos.
El sustituir los cátaros la palabra Elohim de su cosmogonía por Satanás, han salvado el error maniqueo de atribuir la Creación a YHVH suponiendo que sea el Dios hebreo (que no lo es). Y no sólo se queda ahí la diferencia entre cátaros y maniqueos, porque si se lee con atención el Evangelio Cátaro se advertirá con toda claridad que el Satanás a que se hace referencia no es YHVH sino Lucifer, el ángel caído. De modo que para los cátaros, la maldad del mundo debe ser atribuida desde la Creación a Lucifer y su corte de ángeles caídos. Prueba de ellos es que el Capítulo II comienza Juan preguntando, Señor, cuando Satanás cayó, ¿a dónde fue a morar? Y el Señor me contestó: Mi Padre lo desfiguró a causa de su orgullo, y le privó de su brillante luz y su rostro se tornó a modo de un hierro enrojecido al fuego... etc. (Cap. II, 1-2). Esa clara alusión a la luz del ángel caído da una idea clara de que se trata de Lucifer que en todo momento los cátaros lo llaman Satanás.
Más adelante este Evangelio explica la creación del hombre y la mujer en dos actos, al decir que: Reflexionando en su obra, pensó hacer al hombre a su imagen, y ordenó al ángel del tercer cielo, que penetrase en un cuerpo de barro (Cap. II-9). Quiere esto decir que el hombre no ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, sino de Satanás, según se verá más abajo, pues continúa: Y, tomando una parte de este cuerpo, construyó otro cuerpo en forma de mujer, y mandó al ángel del segundo cielo, que penetrase en el cuerpo de la mujer (II-10). Y los ángeles gemían al verse revestidos de una forma mortal y diferente de la que siempre habían tenido (II-11). Pero, él les mandó cumplir la obra carnal en sus cuerpos de barro, sin que ellos comprendiesen que cometían un pecado (II-12). Y el autor del mal pensó en construir un Paraíso, e introdujo en él al primer hombre (II-13). Se advierte cómo los cátaros entienden que la maldad penetra en los seres humanos; esto es, por la introducción de los ángeles corruptos dentro de sus cuerpos mortales.
Con la sola diferencia de que para los maniqueos Satanás es YHVH y para los cátaros es Lucifer, ambas religiones se sirvieron de la cosmogonía judeocristiana para elaborar una propia.
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