Uno de los tres amigos que acudieron a consolar a Job ante las desdichas en que le sumía Satanás, con el permiso de Dios. Como sus dos compañeros, y también como el propio Job, es idumeo o árabe; originario de Naamá, en los confines del desierto de Arabia (Jb 2,11). Como los primeros también, habría pronunciado tres discursos, pero el último se ha perdido. Sofar comienza recriminando a Job, al que acusa de vanos propósitos y de presunción ante Dios: tras haber evocado la omnisciencia y la omnipotencia de Dios, conmina a Job a que se reconozca culpable: que el desdichado se arrepienta y recuperará la situación en que antes vivía (Jb 11). Esta filosofía simplista se expresa, en términos vigorosos y por medio de imágenes, en el segundo discurso (Jb 20) que describe la brevedad de la felicidad de los malos y el terrible castigo que les espera.
Algunos creen haber encontrado fragmentos del tercer discurso de Sofar en dos pasajes insertados en las palabras atribuidas a Job: no es posible, en efecto, que sea Job quien afirma, no sin contradicción (Jb 24,18-25) y violencia (Jb 27,13-23), la ineluctabilidad de la suerte que debe castigar al pecador, habida cuenta, precisamente, de las catástrofes que se han abatido sobre el propio Job: los hijos del malvado están condenados a muerte, sus bienes desaparecen, él mismo es acosado por miserias y terrores.
Con los otros dos amigos de Job, Sofar será acusado por Dios de "no haber hablado con verdad de él": nada ha comprendido de la Sabiduría divina. Pero Dios lo perdona y se contenta con la ofrenda de un holocausto, accediendo a la intercesión de Job en favor de sus tres amigos (Jb 42,7-9).
Algunos creen haber encontrado fragmentos del tercer discurso de Sofar en dos pasajes insertados en las palabras atribuidas a Job: no es posible, en efecto, que sea Job quien afirma, no sin contradicción (Jb 24,18-25) y violencia (Jb 27,13-23), la ineluctabilidad de la suerte que debe castigar al pecador, habida cuenta, precisamente, de las catástrofes que se han abatido sobre el propio Job: los hijos del malvado están condenados a muerte, sus bienes desaparecen, él mismo es acosado por miserias y terrores.
Con los otros dos amigos de Job, Sofar será acusado por Dios de "no haber hablado con verdad de él": nada ha comprendido de la Sabiduría divina. Pero Dios lo perdona y se contenta con la ofrenda de un holocausto, accediendo a la intercesión de Job en favor de sus tres amigos (Jb 42,7-9).
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