Hubo también una aldea llamada Caná en la
tribu de Aser, algunos kilómetros al sur de Tiro. Diferenciándola de la misma
menciona Jn 2:1 y 4:46 a la Caná del primer signo mesiánico de Jesús: Caná de
Galilea, donde Jesús convirtió el agua en vino (Jn 2:1-11) y donde dio
seguridades a un funcionario real de Cafarnaúm de que su hijo enfermo vivía
(Jn 4:46-53).
Una pequeña aldea en la carretera de
Nazaret a Tiberíades pretende ser aquella Cana. En ella hay también dos
iglesias — una ortodoxa y otra católica — levantadas para honrar esa
manifestación de la gloria de Jesús. La aldea se llama kafr Kenna; ese Kenna,
pronunciado como dshenna, frecuentemente ha hecho nacer la duda en los
investigadores al intentar justificar la autenticidad de Caná.
Con mayores probabilidades de ser la Caná
de Jesús cuenta el montón de ruinas conocido como hirbet Kana. Está a 13 km al norte de Nazaret
(kafr Kenna, a 6 km
al nordeste de Nazaret), y parece que en tiempos de Jesús fue un lugar mayor,
hasta el punto de que Natanael, que era de Caná, pudo preguntar con el
orgullo del ciudadano consciente de su categoría: “¿Es que de Nazaret puede
salir algo bueno?” (Jn 1:46). Por lo demás, hasta el siglo XVI los peregrinos
visitaban esa Caná como la ciudad de Jesús y de Natanael; pero después, y sin
que hoy nos expliquemos muy bien los motivos, kafr Kenna relevó a hirbet
Kana; quizá porque su emplazamiento era de más fácil acceso.
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