"Guía
práctica de psicología"
Temas de hoy, Madrid 1998
Temas de hoy, Madrid 1998
Uno
de los instintos que motivan la conducta humana es el de la búsqueda del
placer. Este placer puede ser físico, mediante la satisfacción de los apetitos
puramente sensuales, o psíquico a través de sus gozos mentales. Algunas de
estas, digamos, satisfacciones mentales pueden ser de tipo intelectual o
artístico, para las que se requiere un cierto nivel cultural, o simplemente
lúdicas, a través del juego; estas últimas son asequibles para cualquier
persona.
El
hombre, sometido a múltiples frustraciones a lo largo de su vida, trata de ver
compensados sus anhelos reprimidos mediante la necesaria gratificación física
y mental. Es normal, entonces, que se sienta atraído por las situaciones
calificadas como graciosas, porque a través de la hilaridad siente fuertemente
estimulados sus centros biológicos del placer. Las risas y las bromas crean un
clima de distensión que anula las pulsiones agresivas y reprimidas del ser
humano. La violencia, la cólera y la ira son opuestas e incompatibles con la
risa. No es raro observar cómo, cuando en una tertulia se establece una
polémica que «carga» el ambiente de tensiones enfrentadas, si alguien dice una
gracia ocurrente o chistosa, el grupo explota dicha tensión en forma de risa,
descarga la agresividad y retorna a los cauces de cordialidad.
El
mundo del espectáculo, la literatura y otras formas de arte están llenos de
contenidos cuya pretensión es la simple hilaridad del consumidor. Porque,
cuando la consigue, el éxito está asegurado. Raro es el acontecimiento
gracioso que no atrae la expectación de quien lo advierte. Cuando en las
reuniones y fiestas sociales más dispersas en grupos de conversación alguno
«amenaza con relatar un chiste», generalmente todos callan y vuelcan su
atención en el narrador. Es porque se remueve el principio del placer, en
este caso relacionado con la gracia y la hilaridad que siempre actúa como cebo
apetecible.
A
través del humor y las bromas, indirectamente se pretende reafirmar un ego
atormentado por las frustraciones diarias. Si observamos el contenido de
muchas bromas y situaciones graciosas veremos que en gran número de ellas nos
causa risa la contemplación, un tanto sádica, de algún sujeto que por su
torpeza o ignorancia cae en el ridículo más espantoso, cuanto más ridículo más
gracioso. Inconscientemente integramos en la mente nuestra valía personal en
comparación con un ser tan torpe, simple o estúpido. Éste sería el humor
sencillo, asequible a todos y apreciado especialmente por los niños y adultos
de bajo nivel cultural. Pero también existe otro humor más selecto que recurre
a lo contrario: la admiración simpática, cuando se utiliza el dominio del
lenguaje, el juego de palabras y la lógica de lo absurdo. O bien, la ironía,
que sabe transformar lo más serio e incluso trágico en algo cómico y
gracioso.
El
placer de la broma, frecuentemente desarrollado en el niño, es con mucha
frecuencia relegado a los más oscuros rincones del subconsciente cuando el
hombre llega a adulto y se ve obligado a desempeñar su vida dentro de un marco
de seriedad. El dicho de que todo hombre lleva un niño en su interior es una
realidad, y tal vez el dejar salir y explayarse de vez en cuando a este niño
sea uno de los recursos más recomendables para lograr el equilibrio emocional.
J. M. U.
Fuente: lista
Escuela Familia, enviado por Manuel Gordillo
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