La preparación
La preparación de la institución del bautismo de Jesucristo, en el A.T., tiene
lugar de múltiples maneras. Recordemos los elementos fundamentales de la misma.
Los israelitas, para ser agregados al pueblo de Dios y participar en la
salvación que Él da, tenían necesidad de la circuncisión unida al acto de fe y a
la periódica renovación de la alianza, como se atestigua explícitamente en Gn
17, 1-16. La circuncisión se convierte en un signo que recuerda la alianza
perenne de Dios (v. 11) y la pertenencia a su pueblo (v.14). Ésta hacía
partícipes de una agregación étnica querida por Dios, de una unidad de pueblo
formada en el seno de una historia por una intervención salvífica de Dios, que
trazaba unos confines. En tiempos de Moisés (cfr. Ex 12, 44-51) la circuncisión
es condición indispensable para tomar parte en los ritos pascuales y en las
celebraciones que celebraban la liberación del pueblo de Dios.
El segundo momento fundamental de la preparación es el de los profetas que
anuncian la circuncisión del corazón (cfr. Jr 4, 4). Ese signo posee valor
porque expresa la fidelidad interior. Cuando alguien se niega a convertirse, es
que tiene un corazón incircunciso (cfr. Jr 9, 24-25). Por eso Dios establecerá
una alianza nueva escrita en el corazón y perdonará los pecados. Entonces Él
será su Dios y ellos serán su pueblo (cfr. Jr 31, 31-34). Dios rociará a su
pueblo con agua pura y será purificado, les dará un corazón y un espíritu
nuevos, hará observar y practicar sus leyes (cfr. Ez 36, 22-28). La agregación
anunciada por los profetas está basada en factores nuevos que conducen a una
santidad personal. De este modo, todos son llamados y preparados para la
verdadera circuncisión espiritual instituida por Cristo, que es el bautismo: «en
él también fuisteis circuncidados con la circuncisión no quirúrgica, sino
mediante el despojo de vuestro cuerpo mortal, por la circuncisión en Cristo.
Sepultados con él en el bautismo, con él también habéis resucitado por la fe en
la acción de Dios, que resucitó de entre los muertos» (Col 2, 11-12).
El bautismo del N.T., aunque preparado desde tiempos remotos, deriva del
acontecimiento pascual de la muerte y resurrección de Cristo, de las que es
representación y memoria eficaz según la modalidad sacramental 4.
Ya no es ciertamente una simple esperanza de un acontecimiento futuro. Se
refiere ante todo, de manera inmediata, al bautismo de Juan, en cuanto éste está
ordenado al de Cristo y constituye un anuncio profético del mismo. Por estos
motivos el bautismo de Juan permanece en la predicación apostólica en estricto
vínculo con el bautismo cristiano (cfr. Hch 1, 5; 10, 37). Juan, refiriéndose a
los ritos de inmersión en agua (tal como indica la etimología del término
bautismo), conocidos y practicados por las religiones antiguas y por el
judaísmo, y siguiendo su propia vocación, se pone a bautizar con sus propios
objetivos, unos objetivos bien claros. Su mirada está puesta en una renovación y
en una purificación interiores, que se obtienen mediante la conversión, la
confesión y la petición de perdón por los pecadores (cfr. Mt 3, 2.6.8.11). Se
trata de un gesto que introduce en el grupo de aquellos que esperan al Mesías de
manera apasionada y creen en el anuncio del reino de los cielos ya próximo, más
aún: presente. El bautismo de Juan es una invitación profética a la renuncia al
pecado y a volverse a Dios, que ha concedido su salvación a través de
intervenciones proféticas, y reclama por lo menos un comienzo de vida nueva. Esa
invitación va acompañada de un gesto que tiene ciertamente una eficacia propia,
aunque no sacramental, como sí tendrá, en cambio, el bautismo en Espíritu Santo
y fuego (cfr. Mt 3, 11).
El bautismo de Juan será practicado asimismo por los discípulos de Jesús (cfr.
Jn 3, 22-23; 4, 1-2), hasta que se dé el bautismo en nombre de Cristo.
La institución por
parte de Jesucristo
El bautismo querido y ordenado por Jesucristo a sus discípulos, a fin de que lo
extiendan a todo el mundo (cfr. Mt 28, 19; Mc 16, 16), se fundamenta también en
otros momentos de la vida de Cristo. Su institución da comienzo en el bautismo
de Jesús por medio de Juan el Bautista: el gesto de la inmersión en el agua está
incluido en la obra de salvación. El comienzo eficaz del bautismo tiene lugar en
la cruz con el sacrificio y la expiación redentores. Se basa en el cumplimiento
de la misión a través de la pasión y la resurrección. Su introducción como
sacramento de fe y de salvación tuvo lugar con el mandato de bautizar; esta
orden promulga su aplicación salvífica a todos los hombres. Con tales gestos y
acciones, centrales en la vida de Jesús, se fijan tanto el signo como el
significado del sacramento del inicio de la vida cristiana. En consecuencia,
será necesario intentar comprender el sentido del bautismo de Jesús, de su
muerte y resurrección en relación con nuestro bautismo.
El bautismo de Jesús en el Jordán, además de expresar su solidaridad con los
hombres pecadores, constituye el hecho de la vida de Jesús en que aparece como
siervo de Dios y Mesías manifestado ahora; constituye la aparición del Hijo de
Dios, del cordero de Dios y del Verbo que renueva la creación para siempre. Es
también Él quien recibe la efusión del Espíritu Santo, lo posee desde el
principio para que le guía y cumplir hasta el final su misión redentora5.
En el bautismo se manifiesta la pertenencia del Hijo al Padre en la unidad del
Espíritu y la complacencia por la obra que va a realizar. La aparición de la
Trinidad, la efusión del Espíritu Santo y el anuncio de la realización de la
obra mesiánica tienen lugar en el gesto del bautismo. Este acontecimiento
constituirá también para el bautizado, de una manera absolutamente analógica, el
comienzo de su pertenencia al reino de Dios presente en la tierra, la efusión
del Espíritu y la llamada a realizar la vocación que se recibe. El bautismo de
Jesús revela el misterio y el acontecimiento salvífico que se realiza en nuestro
bautismo.
La relación indisoluble y específica del bautismo con la muerte y resurrección
de Cristo está presente en todos los escritos neotestamentarios, que es san
Pablo, en particular, quien lo recoge con una sorprendente riqueza doctrinal,
que vamos a intentar presentar ahora en sus puntos centrales. En primer lugar,
la profesión de fe en el hecho de que Dios ha resucitado con su poder a Jesús de
entre los muertos constituye el presupuesto nunca olvidado del vínculo que une
el bautismo con el acontecimiento pascual. «Pues con el corazón se cree para
conseguir la justicia, y con la boca se confiesa para conseguir la salvación» (Rm
10, 10), es la profesión de fe que tiene lugar después en el bautismo. Eso no se
opone a la fe, sino que la acompaña y la refuerza expresándola externamente (cfr.
Ga 3, 26-27; Ef 4, 5; Hb 10, 22). Por creer en Dios, que resucita a Jesús con su
poder, somos agregados en el bautismo a la muerte de Cristo, y se abre para
nosotros, en virtud de la resurrección de Cristo, una vida nueva, escatológica,
a la que hemos sido ya vinculados (cfr. Col 2, 12-13). Así, el bautismo expresa
con signos sensibles nuestra fe y la realiza, la lleva a cumplimiento, dándonos
aquello en que creemos.
En segundo lugar, el bautismo actúa sobre la base y en virtud de la obra
realizada por Cristo. La muerte de Cristo nos hace santos, purificándonos con el
lavado del agua acompañado de la palabra, del mismo modo que la Iglesia es santa
e inmaculada (cfr. Ef 5, 25-27). El bautismo no es un acto mágico o automático,
sino un acto redentor de Cristo, que prosigue ahora según la modalidad de un
signo eficaz. El bautismo, gracias a la acción de Cristo, lleva a cabo asimismo
un tránsito del estado de pecado al de santidad, porque es destruido el cuerpo
del pecado y ya no somos esclavos de él (cfr. Rm 6, 6-7). De este modo, el
hombre se reviste de Cristo (cfr. Ga 3, 26-28; 2, 20; Co 3, 9-11).
Para comprender mejor todo lo que hemos dicho, vamos a transcribir un fragmento
de la síntesis del estudio dedicado a Rm 6 por H. Schlier: «1. El bautismo actúa
como causa instrumental de la salvación, mientras se realiza el acto. Esto
resulta claro no sólo a partir de Rm 6, sino también, por ejemplo, a partir de
Col 2 y de 1 P 3. Con ello se distingue de un acto simbólico, que únicamente se
limitaría a representar lo que se lleva a cabo de otro modo. 2. El bautismo
actúa durante la realización de su acto de modo real y objetivo. Lo esencial es
que, a través de él, ocurra algo en el hombre, no que viva o experimente algo.
También esto puede encontrarse fácilmente en Rm 6 y es reforzado por 1 Co 6, 11;
Ga 3, 23ss.; Jn 3, 5 (1 Jn 3, 9; Hb 6,
4)»6.
Somos unidos a Cristo mediante el bautismo, que es la imagen (omoioma, Rm
6, 5), la copia de su muerte. El bautismo representa la muerte y la resurrección
con una semejanza, con una acción que se asemeja, está unido al misterio
pascual, aunque no es idéntico a él. Es un gesto entendido como acción concreta
y objetiva: es la inmersión en el agua y el volver a salir de ella, como Cristo,
de manera semejante, bajó, cuando murió, y volvió a salir después, al resucitar.
Por consiguiente, el rito externo es omoioma, imagen concreta expresada
con un signo, con una acción ritual de presentación y de configuración a la
muerte y resurrección de Cristo. Para evitar ofrecer una idea reductora de la
relación entre la muerte y la resurrección de Jesús y el bautismo, es
indispensable recordar por lo menos el hecho de que ese vínculo implica asimismo
la entrada en una nueva comunidad, que prolonga y continúa la obra del Señor, y
el regalo del don del Espíritu Santo. Mas de esto vamos a tratar a continuación.
Tras haber expuesto brevemente el hecho de la institución del bautismo por Jesús
a partir del sentido de su bautismo, de la unión ontológica-real del bautizado
con Cristo muerto y resucitado, teniendo presente también la orden dada por el
mismo Jesús a los discípulos para que fueran a bautizar por todo el mundo, sobre
la que no parece necesario detenernos ahora, sería preciso aclarar los efectos
del sacramento: el renacimiento, la filiación divina, la participación en la
naturaleza divina... tanto en referencia con cada bautizado, como en referencia
al sacerdocio bautismal. Sin embargo, nos parece preferible remitir esos temas a
un estudio posterior que no sea sólo bíblico, sino que incluya toda la
tradición. Desarrollaremos esto cuando tratemos los efectos del bautismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Procura comentar con libertad y con respeto. Este blog es gratuito, no hacemos publicidad y está puesto totalmente a vuestra disposición. Pero pedimos todo el respeto del mundo a todo el mundo. Gracias.