Introducción
Analizar los orígenes de la solidaridad nos permite
comprender como evolucionan las diferentes formas de afrontar los problemas
sociales, y que papel juega la iniciativa social - si es que tiene alguno - en
los distintos momentos históricos, cuáles han sido sus formas de intervención y
como hemos llegado a la situación actual. Conocer los errores del pasado nos
puede ayudar a superar los del presente y adivinar hacia donde nos dirigimos.
Debemos tener en cuenta, que distintas formas de
intervención aparecen en diferentes momentos históricos como evolución de las
anteriores, aunque esto no quiere decir que desaparezcan totalmente. En un
mismo momento conviven diferentes tipos de intervención con mayor o menor
fortuna. Por ello, en la actualidad, frente a intervenciones innovadoras,
conviven organizaciones que desarrollan acciones en el más puro estilo
caritativo o benéfico como si el tiempo no hubiera pasado por ellas, perpetuando
de esta manera, acciones de otras épocas. Sin embargo, a escala popular cuentan
todavía con la admiración social y de los medios de comunicación, y en ocasiones
con un apoyo entusiasta de diferentes Administraciones, que las recompensa con
publicidad e importantes subvenciones.
Edad Media
En un primer momento, la ayuda a los demás se desarrollaba
a través de la familia y de las relaciones de buena vecindad
(Casado y Guillén, 1986)[1].
Es la solidaridad vecinal o familiar quien actúa cuando un ciudadano tiene
problemas. Se ayuda en el cultivo, a reconstruir una vivienda dañada, a la
viuda que no tiene medios de subsistencia, o se acoge a esos huérfanos que han
perdido a sus padres. Sin duda, la solidaridad vecinal continua en la
actualidad desempeñando un importante papel, aunque ya no de un modo exclusivo.
Otra forma de protección, típica de esta época, no basada
en las relaciones de buena vecindad o familiares, son los gremios. Estos eran
corporaciones formadas por los maestros, oficiales y aprendices de una misma
profesión u oficio, regidos por unos estatutos u ordenanzas especiales. Los
gremios establecían mecanismos de protección a los afiliados ante situaciones de
necesidad por medio de cuotas aportadas por los miembros. Sólo tenían derecho a
beneficiarse de estas prestaciones sus miembros, que contribuían al
mantenimiento del gremio. Es la forma que se conoce como previsión.
Los señores feudales también daban cierta protección y
refugio a los vasallos que formaban parte de su feudo, pero por otro lado,
contribuían a su explotación sistemática. Quizás por eso, como forma de aliviar
esa explotación proporcionaban una leve protección social a sus vasallos,
graciable, sin ningún criterio preestablecido, al total capricho del señor y
basadas en unas relaciones de sumisión.
Pero, en este periodo, debemos destacar especialmente las
acciones caritativas, cuyos beneficiarios no eran los miembros de una
familia, un feudo o un gremio, sino los excluidos que no estaban sujetos a la
protección de los sistemas anteriores. La caridad era ejercida por los
ciudadanos dando limosna, los ayuntamientos mediante albergues y casas de
misericordia, o las organizaciones religiosas con sus hospitales eclesiásticos[2].
Estas formas caritativas, hoy superadas, estaban ligadas a sentimientos
religiosos y piadosos, siendo fundamentalmente la Iglesia quien se ocupaba de la
atención de pobres y marginados, ayudada en su labor de nobles movidos por
sentimientos piadosos y religiosos (López, 1986)[3].
Tienen origen también en esta época, las primeras leyes
respecto a la pobreza. La pobreza molesta a la colectividad, por tanto,
intentan impedir la mendicidad al pobre que consideran válido para trabajar y
que, por diversas razones no lo hace, su reincidencia en la mendicidad llevaba
incluso al sufrimiento de penas. Los pobres eran tratados igual que si fueran
ladrones u otro tipo de delincuentes y condenados a castigos similares.
Edad Moderna
Progresivamente se va reduciendo la protección feudal y
eclesiástica, comenzando a tomar cuerpo la beneficencia pública. La
beneficencia pública, a diferencia de la caridad, no es ejercida por la Iglesia
o por ciudadanos con medios económicos, el protagonismo principal pasa a ser
ocupado por los ayuntamientos. Esta acción pública tiene dos caras, por un lado
trata de reprimir la pobreza y la mendicidad ampliándose la legislación
represora de épocas anteriores; por otro, se comienza a pensar que el hombre
desvalido no puede quedar a merced de las ayudas de sus semejantes, ni de las
instituciones y, por tanto, se necesita establecer una ayuda social pública que
pueda cubrir las situaciones de necesidad. Este interés cristaliza en las leyes
de beneficencia, siendo el ayuntamiento de Brujas en 1526 el primer organismo
público que convierte la asistencia caritativa a los pobres en el primer plan
municipal de beneficencia pública (Heras, 1988)[4].
La beneficencia supone una forma de superación de la
caridad, ahora bien, no podemos olvidar que la beneficencia está basada en el
simple altruismo o generosidad del benefactor, este carácter altruista implica
discrecionalidad de la ayuda solicitada, continuando la asistencia sin ser un
derecho propio del ciudadano y manteniéndose como una acción graciable. España
asume tardíamente la beneficencia y no es hasta 1849 cuando se decreta la Ley
General de Beneficencia.
Edad Contemporánea
A partir de la Revolución Francesa, con la nueva sociedad
que surge desde los principios de igualdad, fraternidad y libertad comienza a
considerarse al marginado como un ciudadano más con derechos y deberes. Aparece
la Asistencia Social como segundo sistema de protección social. El
Estado empieza a ocuparse de los problemas de los pobres y marginados como una
obligación inherente a su propia concepción y no como una tarea residual. Esto
provoca que progresivamente se vaya desplazando la acción de la Iglesia -
omnipresente hasta ese momento - en beneficio de la acción pública (España no se
incorpora a esta forma pública de acción social hasta 1934). Bien es cierto,
que el peso mayoritario de la intervención continua estando en la Iglesia, pero
la participación constante de otros sectores supone un salto cualitativo muy
importante.
La asistencia social aparece como un conjunto, más o menos
sistematizado, de principios, normas y procedimientos para ayudar a individuos,
grupos y comunidades, para que satisfagan sus necesidades y resuelvan sus
problemas. La consolidación del concepto de asistencia social es parejo al
nacimiento del Estado liberal y a la introducción del capitalismo industrial, y
plasma el inicio de la preocupación de los poderes públicos por la acción
social.
Nos encontramos en este momento mayoritariamente una acción
benéfico-asistencial que da respuesta a necesidades de tipo material de
primera necesidad. No intenta mejorar la situación de amplios sectores
marginados, ni cambiar estructuras para que abandonen su marginación. Es una
ayuda puntual, que se presta en un momento concreto y, que no tiene efectos
duraderos en el tiempo. Subyace en el fondo que es algo “natural” en la
sociedad la existencia de desigualdades sociales; tienen que existir ricos y
pobres y sólo se pensaba en hacer en un momento determinado más llevadera su
vida. La marginación era una cuestión de fuerza de voluntad, si uno tenía la
suficiente podía salir de su situación, sin embargo en el fondo estaban
“contentos” con su vida miserable y no querían integrarse en el modo de vida
“decente y burgués” ya que les era mucho más cómodo el modo de vida que
llevaban. Por ello, estas ayudas eran graciables, dependían de la bondad de
quien las ofrecía - bien sea particular o institución - y, por tanto, podían ser
retiradas a voluntad. Como consideran que la marginación y la pobreza son una
situación inevitable y que siempre existirá, ya que depende de cuestiones
personales, no ataca a los factores que la provocan, sino sólo sus síntomas
visibles, dando soluciones individuales y personales a problemas estructurales.
Se pretende en definitiva mantener a las masas de pobres en un nivel mínimo de
subsistencia que permita su utilización como mano de obra y que preserve a la
Sociedad y al Estado de los elementos no deseables.
El desarrollo industrial de la segunda mitad del XIX
provoca un agravamiento de la marginación, sobre todo en los cinturones de las
grandes ciudades, producto de una industrialización vertiginosa y de una
inmigración masiva sin la más mínima planificación. Se produce un crecimiento
incontrolado de las urbes, que se rodean de grandes cinturones de miseria.
Podemos considerar la intervención en este periodo como
filantrópico-asistencial. El protagonista de la acción pasa a ser esa
potente burguesía que cada vez crece más en las grandes ciudades a consecuencia
del desarrollo industrial. Sus acciones mezclan por una parte unos objetivos
religiosos y por otra una defensa, no siempre consciente, del propio estilo de
vida burgués. Sus acciones continuaban profundamente enraizadas en motivaciones
cristianas y tenían como objetivo fundamental “... comprarse una evaluación
más favorable en el cielo...” ya que no se veía al marginado como una
persona con necesidades, sino como: “...un objeto necesario para que los
ricos hagan méritos” (Simmell 1923)[5].
La filantropía es un espíritu de buena voluntad activa
hacia los semejantes, basado en la idea y el sentimiento de fraternidad humana,
Es una forma laica y más racional de la caridad cristiana. Se expresa en
acciones realizadas para fomentar el bienestar, no socorriendo individualmente a
los necesitados, sino mejorando su situación por medio de medidas de alcance
general, especialmente a través de instituciones benéficas (Sala, 1994)[6].
Se interesan, cada vez más, por la persona como tal y, se intenta mejorar su
situación, no sólo mediante limosnas y donativos, canalizados a través de
instituciones religiosas, sino creando asociaciones filantrópicas, más duraderas
en el tiempo y sin dependencia religiosa. Estas asociaciones filantrópicas
crean colegios, orfanatos, comedores, etc. Gran parte de estas estructuras,
creadas al final del XIX fueron recogidas por la Administración y han sentado
las bases de la política de asistencia social en España.
Sin embargo no debemos engañarnos, este interés social se
basaba no sólo en un altruismo desinteresado, sino como plantea Pratt (Pratt,
1983)[7]:
“... esa filantropía requiere que la persona beneficiada debe llevar una vida
buena, lo que significa en un análisis final, que este dispuesta a aceptar el
modo de vida burgués, aunque solo como ideal al que nunca podrá acceder. Así la
filantropía es una especie de control moral... en ultimo extremo el apoyo
material es un medio de combatir el desorden moral”.
En definitiva, es un medio de control y de asegurar la
dependencia de aquellos a los que se da asistencia, se espera, por tanto, que la
persona que recibe la asistencia desarrolle un comportamiento adaptado a las
normas y valores de la clase media benefactora, sin tener acceso a la situación
de privilegio del grupo social que le es puesto como referencia, como modelo a
alcanzar pero... inalcanzable. Por el contrario, si el sujeto que recibe
asistencia desarrolla un comportamiento que no sigue aquel que le es puesto como
modelo a imitar, dejará de recibir asistencia y se tomarán medias represivas
para reconducir su comportamiento.
A pesar de sus limitaciones, este tipo de acciones palió en
alguna medida el abandono y miseria que sufrían grandes sectores de población.
Estas actuaciones deben contextualizarse en una determinada situación histórica
y sus aportaciones sin duda fueron importantes en su momento. Es cierto que su
filosofía hoy no es aceptable, pero sin embargo, sirvió para humanizar la
situación de grupos marginados, aunque sin atacar las raíces de sus problemas.
No podemos olvidar que “ese afán de intervención de los grupos sociales
dominantes sobre el pauperismo constituye el fundamento que explica que la
caridad, la beneficencia y la asistencia se configurasen históricamente como
instrumento de control social, esto es, como un medio más para reforzar los
intereses de los grupos dominantes a fin de evitar los riesgos que podían
representar los menos favorecidos” (Vinyes, 1996)[8].
¿Hacia el Estado de Bienestar?
Progresivamente se va produciendo un cambio cualitativo
importante, paulatinamente comienzan ha aparecer valores de solidaridad.
Esto propicia un cambio significativo en las diferentes formas de acción, como
manifiesta Peces Barba: “La caridad producía beneficencia y la solidaridad
produce servicios sociales”(Peces Barba 1991).[9]
Este cambio de la caridad a la solidaridad, de la beneficencia a los servicios
sociales es fundamental en la evolución histórica de la atención a los
ciudadanos. Para concretar más los términos podemos definir solidaridad como “El
reconocimiento práctico de la obligación natural que tienen los individuos y los
grupos humanos de contribuir al bienestar de los que tienen que ver con ellos,
especialmente de los que tienen mayor necesidad” (Sebastián, 1996)[10]
Además de los sistemas públicos, la iniciativa social del
movimiento obrero, genera una forma propia de protección social para los
trabajadores, basada en el principio de previsión social frente a los riesgos de
enfermedad, paro, invalidez, etc. Surgen así los seguros sociales, y con ellos,
posteriormente, el Sistema de Seguridad Social. La primera manifestación
reconocida de la Seguridad Social se produce en la Alemania de Bismarck con el
inicio de los seguros sociales en 1881. La Seguridad Social de tipo
contributivo se sitúa en paralelo a la beneficencia. Por un lado, nos
encontramos a los pobres y marginados atendidos por la beneficencia; por otro
los trabajadores protegidos por la seguridad social.
El tránsito de una seguridad social para los trabajadores,
a una seguridad social para todos los ciudadanos se configura con la
consolidación del Estado de Bienestar. Los derechos de seguridad social, es
decir, las pensiones, la sanidad, el desempleo, junto a los servicios sociales,
el derecho a la educación, la cultura y otros servicios públicos aplicados
horizontalmente al conjunto de los ciudadanos y no sólo a los trabajadores,
definirán la política de bienestar social como sello de identidad de las
democracias europeas más avanzadas.
Características generales del Estado de Bienestar
Se considera que todos los ciudadanos tienen los mismos
derechos a lograr unas determinadas cotas de bienestar, por ello, cuando existen
colectivos que no pueden acceder a esas cotas, se ponen en marcha mecanismos
correctores que tratan de solucionar esta situación. Se interviene para
modificar el medio social y mejorar las condiciones de vida que resultan
negativas o perjudiciales para determinados grupos humanos. No sólo se actúa
sobre las necesidades, sino sobre todos aquellos aspectos que las generan. Son
acciones que pretenden hacer realidad el bienestar social poniendo en marcha una
acción transformadora, de un modo sistemático y técnico. Se asume que son
problemas sociales y por tanto afectan a grupos y comunidades, su forma de
actuación es macrosocial. También considera que es fundamental la participación
activa de los ciudadanos.
Las preocupaciones de los Estados en torno al bienestar
social se centran en:
-
Actuaciones generales, tendentes a conseguir un impacto global, que mejore la situación colectiva en el empleo, recursos disponibles, distribución de los recursos, etc.
-
Actuaciones específicas dirigidas:Resolver determinados problemas concretos (pobreza, paro...).Organizar la satisfacción de determinadas necesidades (educación, vivienda, sanidad, información...).Atender a los colectivos de población en razón de su edad, sexo, etnia, situación laboral, minusvalía.Incidir en determinados ámbitos territoriales (barrios, pueblos comunidades).
Los problemas sociales de cada colectivo discriminado
socialmente serán desarrollados como programas de bienestar social con medidas
normalizadoras. Se inicia un proceso de superación de políticas sociales
marginales, cuyos antecesores gremiales generaron en unos casos una
sobreprotección paternalista y en otros una marginación institucionalizada. Con
la política de bienestar social se desarrollan los principios de prevención,
promoción de la autonomía personal e integración social, con medidas de acción
positiva para la igualdad de oportunidades.
1.-Paso de la acción puntual a la
acción continua y ordenada:
2.-Paso de la acción continua a
la acción sistemática institucionalizada:
3.-Paso de la acción sistemática
institucionalizada a la acción transformadora y participativa, integral e
integrada en el resto de las acciones:
|
[1]CASADO,
DEMETRIO Y GUILLEN, ENCARNA: "Los servicios sociales en perspectiva
histórica" en <<Los servicios sociales>>. Documentación Social nº 64,
Madrid 1986.
[2]El
concepto de hospital en este periodo no se corresponde con el actual,
haciendo más bien referencia a un centro donde se acoge a todo tipo de
persona marginada y necesitada.
[3]LOPEZ
ALONSO, CARMEN: “Memoria Introductoria” en <<Cuatro siglos de acción social
de la beneficencia al bienestar social. Seminario de historia de la acción
social>>. Editorial Siglo XXI. Madrid 1986.
[4]HERAS,
PATROCINIO DE LAS: "De la beneficencia al bienestar social: cuatro siglos de
acción social", en <<La Cruz Roja en el bienestar social. Encuentro de las
Sociedades Iberoamericanas, sub-región II>>. Cruz Roja Española, Madrid
1985.
[5]Tomado
de JESÚS VALVERDE MOLINA, "El Proceso de Inadaptación Social", Editorial
Popular, Madrid 1988.
[6]
SALA PRAT, GAITETA: “El negocio de la pobreza”. APPIS, Barcelona 1994.
[7]PRATT,
A: "Los salvadores del niño o la invención de la delincuencia". Siglo XXI,
1983.
[8]
VINYES, RICARD: “Aproximación histórica a las asociaciones de carácter no
lucrativo en el ámbito de los servicios sociales” en Rodríguez Cabrero,
Gregorio y Cordorniú, Julia Monserrat (Coor.) <<Las entidades voluntarias en
España. Institucionalización, estructura económica y desarrollo asociativo>>
Ministerio de Asuntos Sociales, Madrid 1996.
[9]PECES
BARBA: "Humanitarismo y Solidaridad Social", en <<Las entidades no
lucrativas de carácter social y humanitario>>. Colección Solidaridad Nº1.
Fundación ONCE. Madrid 1991.
[10]
DE SEBASTIAN, LUIS: "La solidaridad: Guardián de mi hermano". Ariel,
Barcelona 1996
[11]Cuadro
elaborado a partir de LAMA, JOSE MARIA: "Metodología de la acción
voluntaria". Cuadernos de la Plataforma. Colección la Acción Voluntaria.
Madrid 1990.
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