En su forma abreviada o completa, este nombre significa "¿Quién es como Dios?". Contando el de los doce "Profetas Menores" clasificados entre los "escritores" sagrados, que es tradicionalmente llamado Miqueas en nuestra lengua, se menciona una quincena de Mica, Micaya o Micayehu en la historia bíblica. Dos de entre ellos tienen en ella un papel más marcado:
El primero, Mica o Micayehu, es un efraimita del tiempo de los Jueces. Tras haber robado 1.100 siclos de plata a su madre (Es decir 12,5 kg aproximadamente. Pero 1.100 significa simplemente mucho: "¡más de mil!"), reconoce su latrocinio y restituye lo robado a la buena mujer, que, tan contenta ante este conmovedor arrepentimiento, sacrifica 200 siclos en un exvoto: un fundidor hace de ellos "una estatua y un ídolo de metal fundido". A pesar de las prescripciones de la Ley (Éx 20,4 y 34,17; Lv 26,1; Dt 4,16 y 23; 27,15; etc) mosaica (cf. Jc 17,6 y 21,25) que parecen poco conocidas en esta época "en que cada uno hacía lo que quería", este exvoto será beatamente honrado en un pequeño santuario familiar (Jc 17,1-5a), sin embargo dedicado a todas luces al culto del verdadero Dios (cf. Jc 17,2b y 3b). Este buen Micá no es muy ortodoxo, pero sí voluntarioso. Su capilla tendrá un efod, (lo que es en rigor aceptable en aquel tiempo), y su sacerdote un hijo de la casa se ocupará del asunto, en espera de mejor cosa (Jc 17,5-6). Lo mejor llega: un levita salido de Belén pasa por allí y Micá lo retiene como servidor de un santuario doméstico (Jc 17,7-13). Pero lo peor también llega. Precediendo una migración hacia el norte, cinco danitas, a la búsqueda de un territorio que convenga a su tribu, hacen etapa en casa de ese mismo Micá. Allí ruegan al levita que interrogue a Dios sobre el éxito de su empresa (Jc 18,1-5), puesto que tiene une efod (cf. Jc 17,5 -conteniendo las "suertes sagradas" utilizadas para la adivinación") (ej.: 1S 23,9-12), y la respuesta es favorable (Jc 18,6). Los cinco tunantes están tan contentos con esta consulta que cuando pasan por el mismo camino, llevando consigo hacia Lais a seiscientos hombres de su tribu, desposeen a Micá no solamente de su efod, sino de su ídolo con su terafín e incluso de su levita; el cual está por otra parte tan contento de un ascenso que hace de él "el sacerdote" de toda una tribu de Israel (Jc 18,11-21) (o casi). Micá intentó recuperar su bien, pero tuvo que renunciar a la persecución (Jc 18,22-26). Y la famosa estatua fue instalada y honrada en el santuario de Lais convertida en Dan (Jc 18,30-31).
Otro Micayehu, llamado también Miqueas, pero que no hay que confundir con el "Profeta Menor" contemporáneo de Isaías, es, sin embargo, él también profeta de renombre pero que no ha dejado ningún escrito, y que vivió un poco antes en el s. IX a.C., bajo Ajab rey de Israel. Éste, aliado con Josafat rey de Judá, proyectaba entonces quitar Ramot de Galaad al rey de Aram. Los cuatrocientos profetas complacientes reunidos en la corte de Samaría le predijeron naturalmente la victoria. Pero Josafat insistió que fuera solicitado un verdadero "profeta de Yahvé".
Seguramente Ajab conocía por lo menos uno, pero le odiaba "porque no profetizaba bien sobre él". Es este Micayehu hijo de Ymla, al que acabó no obstante por consultar. Requerido entre todos los aduladores "que no tienen más que una boca para decir bondades al rey", el buen Micayehu comenzó por ironizar: ¡Adelante! Ramot es vuestra, puesto que todas estas falsas barbas lo anuncian. Es demasiado bello. Ajab desconfía, quiere la verdad: La tendrá: sus profetas cortesanos mienten; Yahvé ha decidido su pérdida (1R 22,3-25). El epílogo no tiene sorpresa; Micayehu es arrojado a un calabozo; Ajab va al combate... en el que muere el mismo día (1R 22,26-37).
Queda una docena aún de personajes bíblicos conocidos bajo ese nombre que evoca al Dios "inigualable"; son de muy desigual interés. No se sabe gran cosa de Micá, que David había recogido muy niño con su padre Meribaal (cf. 2S 9,12), salvo que tuvo cuatro hijos (1Cró 8,34-35; 9.40-41) y fue por ellos antepasado de valientes guerreros (1Cró 8,40). Uno de sus homónimos, descendientes de Uziel (cf. Éx 6,18), sirvió como levita de la clase de los quehatitas en el santuario del mismo rey David (1Cró 23,20; 24,24-25). Otro está citado en las genealogías de Crónicas como antepasado de Beera, notable de la tribu de Rubén, que fue deportado por Teglat-Falasar III (En 732 a.C.; cf. 1Cró 5,5-6). Otro también, llamado Micayahu, es uno de los "jefes de Judá" que el rey Josafat envió con sacerdotes y levitas por las ciudades de su reino para enseñar "el libro de la Ley (2Cró 17,7-9)". Probablemente, no es el propio Deuteronomio el que es así designado en este pasaje: se sabe que su texto, aparentemente perdido hacía siglos, no fue encontrado en el Templo hasta la época de Josías (2Cró 34,14-30); un cierto Abdón o Acbor, hijo precisamente de un Micá o Micaya (2Cró 34,20 y 2R 22,12), figurará en la delegación entonces dirigida a la profetisa Juldá. Y he aquí, hacia el 604 a.C, un Micayahu en la corte del triste Joaquín: es el hijo de Guemarías, que disponía en las dependencias del Templo de la habitación donde Baruc leyó públicamente el rollo de los oráculos de Jeremías; habiendo oído esta lectura, el buen Micayahu corrió a informar de ello a su padre y al conjunto de los consejeros del rey que se encontraban en el palacio (Jr 36,11-13).
Se encuentran de nuevo varios Micá o Micaya entre los ascendientes de levitas o sacerdotes en servicio en la comunidad del Retorno: primeramente un antepasado de Uzi, "el jefe de los levitas de Jerusalén", que pertenecía a la clase de chantres tenidos por "hijos de Asaf (Ne 11,22)"; el mismo podría ser el Micaya antepasado del sacerdote Zacarías, trompetista en la procesión que inauguró los baluartes restaurados de la Ciudad Santa (Ne 12,35 o 34 según vers); y quizás también el Micá, padre del levita Matanías "que dirigía la alabanza (Ne 11,17. Llamado "hijo de Zabdi" en el libro de Nehemías, este Micá es probablemente el "hijo de Zicri" y padre de Matanías, que es mencionado por el Cronista; 1Cró 9,15)" en el Templo reconstruido por los repatriados. Quedan un Micá que, en tiempos de Nehemías, cuenta entre los levitas signatarios del compromiso solemne de la comunidad para la observancia de la Ley (Ne3 10,12 u 11 según vers), y un Micaya nombrado como Zacarías entre los sacerdotes provistos de trompetas para la dedicación de las murallas (Ne 12,41).
El libro de Judit, en fin, tiene su "Micá", considerado hjo de Ozías de la tribu de Simeón, uno de los ancianos de la ciudad mítica de Betulia, a quien es presentado Ajior (Jdt 6,15 u 11 según vers).
El primero, Mica o Micayehu, es un efraimita del tiempo de los Jueces. Tras haber robado 1.100 siclos de plata a su madre (Es decir 12,5 kg aproximadamente. Pero 1.100 significa simplemente mucho: "¡más de mil!"), reconoce su latrocinio y restituye lo robado a la buena mujer, que, tan contenta ante este conmovedor arrepentimiento, sacrifica 200 siclos en un exvoto: un fundidor hace de ellos "una estatua y un ídolo de metal fundido". A pesar de las prescripciones de la Ley (Éx 20,4 y 34,17; Lv 26,1; Dt 4,16 y 23; 27,15; etc) mosaica (cf. Jc 17,6 y 21,25) que parecen poco conocidas en esta época "en que cada uno hacía lo que quería", este exvoto será beatamente honrado en un pequeño santuario familiar (Jc 17,1-5a), sin embargo dedicado a todas luces al culto del verdadero Dios (cf. Jc 17,2b y 3b). Este buen Micá no es muy ortodoxo, pero sí voluntarioso. Su capilla tendrá un efod, (lo que es en rigor aceptable en aquel tiempo), y su sacerdote un hijo de la casa se ocupará del asunto, en espera de mejor cosa (Jc 17,5-6). Lo mejor llega: un levita salido de Belén pasa por allí y Micá lo retiene como servidor de un santuario doméstico (Jc 17,7-13). Pero lo peor también llega. Precediendo una migración hacia el norte, cinco danitas, a la búsqueda de un territorio que convenga a su tribu, hacen etapa en casa de ese mismo Micá. Allí ruegan al levita que interrogue a Dios sobre el éxito de su empresa (Jc 18,1-5), puesto que tiene une efod (cf. Jc 17,5 -conteniendo las "suertes sagradas" utilizadas para la adivinación") (ej.: 1S 23,9-12), y la respuesta es favorable (Jc 18,6). Los cinco tunantes están tan contentos con esta consulta que cuando pasan por el mismo camino, llevando consigo hacia Lais a seiscientos hombres de su tribu, desposeen a Micá no solamente de su efod, sino de su ídolo con su terafín e incluso de su levita; el cual está por otra parte tan contento de un ascenso que hace de él "el sacerdote" de toda una tribu de Israel (Jc 18,11-21) (o casi). Micá intentó recuperar su bien, pero tuvo que renunciar a la persecución (Jc 18,22-26). Y la famosa estatua fue instalada y honrada en el santuario de Lais convertida en Dan (Jc 18,30-31).
Otro Micayehu, llamado también Miqueas, pero que no hay que confundir con el "Profeta Menor" contemporáneo de Isaías, es, sin embargo, él también profeta de renombre pero que no ha dejado ningún escrito, y que vivió un poco antes en el s. IX a.C., bajo Ajab rey de Israel. Éste, aliado con Josafat rey de Judá, proyectaba entonces quitar Ramot de Galaad al rey de Aram. Los cuatrocientos profetas complacientes reunidos en la corte de Samaría le predijeron naturalmente la victoria. Pero Josafat insistió que fuera solicitado un verdadero "profeta de Yahvé".
Seguramente Ajab conocía por lo menos uno, pero le odiaba "porque no profetizaba bien sobre él". Es este Micayehu hijo de Ymla, al que acabó no obstante por consultar. Requerido entre todos los aduladores "que no tienen más que una boca para decir bondades al rey", el buen Micayehu comenzó por ironizar: ¡Adelante! Ramot es vuestra, puesto que todas estas falsas barbas lo anuncian. Es demasiado bello. Ajab desconfía, quiere la verdad: La tendrá: sus profetas cortesanos mienten; Yahvé ha decidido su pérdida (1R 22,3-25). El epílogo no tiene sorpresa; Micayehu es arrojado a un calabozo; Ajab va al combate... en el que muere el mismo día (1R 22,26-37).
Queda una docena aún de personajes bíblicos conocidos bajo ese nombre que evoca al Dios "inigualable"; son de muy desigual interés. No se sabe gran cosa de Micá, que David había recogido muy niño con su padre Meribaal (cf. 2S 9,12), salvo que tuvo cuatro hijos (1Cró 8,34-35; 9.40-41) y fue por ellos antepasado de valientes guerreros (1Cró 8,40). Uno de sus homónimos, descendientes de Uziel (cf. Éx 6,18), sirvió como levita de la clase de los quehatitas en el santuario del mismo rey David (1Cró 23,20; 24,24-25). Otro está citado en las genealogías de Crónicas como antepasado de Beera, notable de la tribu de Rubén, que fue deportado por Teglat-Falasar III (En 732 a.C.; cf. 1Cró 5,5-6). Otro también, llamado Micayahu, es uno de los "jefes de Judá" que el rey Josafat envió con sacerdotes y levitas por las ciudades de su reino para enseñar "el libro de la Ley (2Cró 17,7-9)". Probablemente, no es el propio Deuteronomio el que es así designado en este pasaje: se sabe que su texto, aparentemente perdido hacía siglos, no fue encontrado en el Templo hasta la época de Josías (2Cró 34,14-30); un cierto Abdón o Acbor, hijo precisamente de un Micá o Micaya (2Cró 34,20 y 2R 22,12), figurará en la delegación entonces dirigida a la profetisa Juldá. Y he aquí, hacia el 604 a.C, un Micayahu en la corte del triste Joaquín: es el hijo de Guemarías, que disponía en las dependencias del Templo de la habitación donde Baruc leyó públicamente el rollo de los oráculos de Jeremías; habiendo oído esta lectura, el buen Micayahu corrió a informar de ello a su padre y al conjunto de los consejeros del rey que se encontraban en el palacio (Jr 36,11-13).
Se encuentran de nuevo varios Micá o Micaya entre los ascendientes de levitas o sacerdotes en servicio en la comunidad del Retorno: primeramente un antepasado de Uzi, "el jefe de los levitas de Jerusalén", que pertenecía a la clase de chantres tenidos por "hijos de Asaf (Ne 11,22)"; el mismo podría ser el Micaya antepasado del sacerdote Zacarías, trompetista en la procesión que inauguró los baluartes restaurados de la Ciudad Santa (Ne 12,35 o 34 según vers); y quizás también el Micá, padre del levita Matanías "que dirigía la alabanza (Ne 11,17. Llamado "hijo de Zabdi" en el libro de Nehemías, este Micá es probablemente el "hijo de Zicri" y padre de Matanías, que es mencionado por el Cronista; 1Cró 9,15)" en el Templo reconstruido por los repatriados. Quedan un Micá que, en tiempos de Nehemías, cuenta entre los levitas signatarios del compromiso solemne de la comunidad para la observancia de la Ley (Ne3 10,12 u 11 según vers), y un Micaya nombrado como Zacarías entre los sacerdotes provistos de trompetas para la dedicación de las murallas (Ne 12,41).
El libro de Judit, en fin, tiene su "Micá", considerado hjo de Ozías de la tribu de Simeón, uno de los ancianos de la ciudad mítica de Betulia, a quien es presentado Ajior (Jdt 6,15 u 11 según vers).
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