Piedra del Sol, México D.F., Museo Nacional de Antropología.
La
piedra del Sol está en el Museo Nacional de Antropología de Ciudad de
México, uno de los museos más impresionantes del mundo. Es un calendario
en cuyo centro aparece el quinto sol, el actual de los aztecas. En el
círculo siguiente aparecen los cuatro soles anteriores, que cayeron y
destruyeron el mundo en cuatro ocasiones anteriores.
Los
aztecas pensaban que el sol se debilitaba y necesitaba de los
sacrificios, y en especial de los de sangre humana, para poder seguir su
curso y no destruir el mundo. Los cinco soles, como las cinco partes de
mundo que se representan en una cruz, marcan el orden del mundo, que
los aztecas mantenían por medio de las guerras, donde conseguían
prisioneros para sacrificarlos al sol y fortalecerlo.
Para
los aztecas el ser humano era el objeto sacrificial máximo. Estos
sacrificios en determinadas épocas presentaron caracteres compulsivos
(durante la consagración del templo de Tenochtitlán se sacrificó a
20.000 seres humanos). Tras el sacrificio el cuerpo era lanzado a la
multitud que celebraba un festival caníbal. La política azteca era
expansionista y de agresión a las poblaciones vecinas, y el sacrificio
era una de las formas de hacer la guerra y aniquilar a los enemigos
prisioneros. La expansión azteca partía de Tenochtitlán, imaginada como
el centro del mundo, un mundo que se simbolizaba en el sol y que
requería sacrificios diarios para infundirle fortaleza y energía. A
través de un rito sangriento se rememoraba el momento del surgimiento
del mundo actual. De esta manera el sacrificio humano azteca aparece
como un pretexto para el dominio, una técnica psicológica de terror
frente a los enemigos. A su vez, la erradicación de esta práctica
también sirvió de excusa para muchos desmanes de los conquistadores
europeos.
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