Un sacrificio humano, según una ilustración del códice Historia de los indios de Nueva España, de Fray Diego Durán (1537-1587). Madrid. Biblioteca Nacional.
Como se cuenta en este texto de Los cantares de Dzitbalché, un manuscrito encontrado hace 60 años, que llevaba también el título de Libro de las danzas de los hombres antiguos que era costumbre hacer acá en los pueblos cuando aún no llegaban los blancos. Es un manual de cómo realizar la danza del sacrificio:
«Da tres ligeras vueltas alrededor de la columna de piedra pintada donde está atado aquel muchacho. Da la primera; a la segunda coge tu arco, ponle su flecha, apúntale al pecho; no es necesario que pongas toda tu fuerza para asaetearlo, para no herirlo hasta lo hondo de sus carnes y así pueda sufrir poco a poco, que así lo quiso el Bello Señor Dios. A la segunda que des a la columna, fléchalo otra vez. Eso habrás de hacerlo sin dejar de danzar, porque así lo hacen los buenos guerreros, hombres que se escogen para agradar al Señor Dios. Así como asoma el Sol sobre el bosque al oriente, comienza el canto del flechador arquero.»
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