En
el mundo contemporáneo bantú, la persona de Cristo puede ser comprendida como
Antepasado, como Jefe, como Maestro de iniciación o como Curandero. Cabría
preguntarse, entonces, si a la reflexión sobre tales categorías adentra realmente en la
vida de los creyentes bantúes y su cultura.
Si
colocamos la figura de Cristo como Antepasado, categoría más cercana a la comprensión
tradicional bantú, aparece un problema, conceptual que es preciso reparar. El antepasado es un "mediador",
aquél mediante el cual los vivos entran en relación con el mundo del más allá,
el mundo de los antepasados, el mundo de Nsambi. Dentro de esta relación, los antepasados nacieron y
murieron antes que vivos, por eso "conocen" el misterio del hombre y
el misterio de Nsambi más que ellos. Los antepasados tienen el conocimiento sobrenatural que les otorga un estado de "seres
espirituales"
En un contexto
de cuatro siglos de historia de colonización en África es muy difícil marcar los términos
de la salvación,
entendida ésta como plenitud
humana y donde no resulta fácil hablar de la condenación cuando la justicia
histórica temporal y espiritual constituyen, en este contexto, los chivos expiatorios
que han justificado la dominación del hombre sobre hombre y alberga como
último refugio de esperanza una armónica existencia en el más allá.
Existencia en la que cree el bantú, si pasa a la categoría de antepasado; porque el hombre bantú interpreta la prosperidad material, la espiritual, la felicidad y la salud física; en una larga vida terrestre como signo de plenitud humana, transmitida por los antepasados a los que permanece ligado.
Existencia en la que cree el bantú, si pasa a la categoría de antepasado; porque el hombre bantú interpreta la prosperidad material, la espiritual, la felicidad y la salud física; en una larga vida terrestre como signo de plenitud humana, transmitida por los antepasados a los que permanece ligado.
Según la Teología contemporánea (Sesboüé B. & Wolinski J.1995) cuando Dios interviene en la historia, su intervención conlleva siempre una doble vertiente:
La
primera es la salvación.
La
segunda, es la judicial.
La
confusión entre estos dos términos ha contribuido, a reducir sensiblemente la
felicidad terrenal y la esperanza de vida ofrecida, a una simple función de
juzgar a los hombres. Bajo esta creencia Dios le brinda su salvación al hombre,
en función de su aceptación o de su rechazo, el que juzga es Dios en persona.
Este
juicio es especialmente característico del Antiguo Testamento, donde con
frecuencia nos tropezamos con un Dios esencialmente
justiciero, con unos juicios durísimos y sus despiadadas condenas, contra los
enemigos del pueblo de Dios, y a su vez un inmenso perdón e infinita
misericordia, para los que siguen sus mandatos. Esta misma concepción del
juicio divino resurgirá en el Medioevo, dando inicio a un mundo imaginativo
cuyo uso no ha podido separarse el Cristianismo moderno (el infierno, el
purgatorio, el limbo, el paraíso, etc.), a pesar de que tales mundos imaginativos
y universos figurados, necesitan de una reinterpretación.
El
juicio ante Dios, es una consecuencia directa de su oferta de salvación, pero ...
¿Dios ofrece gratis la plenitud de vida
y la salvación? al final quien juzga no es Dios, sino el propio hombre.
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"...Los
pobres de África no son solamente
algunos
vagabundos o unos mendigos en las esquinas de las calles. Son pueblos
enteros, que van errantes en la noche, embriagados de eslóganes, cohibidos,
amordazados, en escena dantesca de desesperación.
No
hay realidad más trágica que la de un pueblo que se encuentra
sin guía ni apoyo, abandonado en la historia
contemporánea, a merced de tiranos y marionetas
drogados de poder..."Engelbert Mveng, (1985)"
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