Esta forma de religión estuvo plenamente integrada en la religión cívica de la polis.
Fundamentalmente eran prácticas rituales en torno a la figura de Dioniso, dios de la "mania" o "locura", que introducían una 'experiencia sobrenatural', algo extraño al culto oficial: se producía una especie de revelación o epifanía del dios, provocado por un trance colectivo, basado en la ingesta de alcohol, danzas y cantos frenéticos.
Sus ceremonias estaban repartidas entre las fiestas oficiales y sus prácticas, casi ninguna secretas, se hacían en nombre de la colectividad, de la ciudad, consagrando la unión cívica de ésta con el dios.
Los participantes se unen en grupos llamados 'Tíadas', y sus miembros, a través del trance, entraban en contacto con la divinidad . Ahora bien, el culto contenía dos aspectos opuestos:
- En su paroxismo, a los fieles aportaba la alegría sobrenatural de una evasión momentánea hacia la edad de Oro, donde reina la confraternidad,
- Pero a aquellos que lo rechazaban les entraba la 'mania' ('locura' y 'horror') que los retornaba al caos y a un mundo sin leyes; en este sentido, eran frecuentes las ceremonias de 'diasparagmos' o 'descuartizamiento' de animales y la 'omophagia' o 'acto de comérselos crudos'.
Estos actos venían a anular la distancia con el dios y eran fruto de una nostalgia de una unión completa con la divinidad. Mediante el éxtasis, el 'enthusiamos' y el delirio la criatura humana encarna el dios y, además el dios estaba dentro del fiel, de los instruidos como 'backhoi'. Eran frecuentes que las ciudades organizaran grupos, como las Tíadas de Atenas, consistentes en una especie de colegios femeninos oficiales que cada cierto tiempo actuaban de 'bacantes' o 'ménades', mujeres que realizan ritos frenéticos, en plena montaña.
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