Latín,
epistola; griego,
’epistolé; en hebreo al
principio sólo se usaba el término general que significa “libro”, luego,
ciertas expresiones de transición que significan “escribir”, y
finalmente
agrt,
’iggéréth (de origen persa o asirio), y
nshtwn,
nishtewan (de derivación persa), la cual la
Versión de los Setenta siempre traduce como
’epistolé.
En el estudio de las epístolas
bíblicas, será conveniente distinguir entre el
Antiguo Testamento y el
Nuevo.
El Antiguo Testamento
El
Antiguo Testamento exhibe dos períodos en su
idea
de una epístola: primero, presenta la epístola bajo el concepto
general de un libro o un escrito; segundo; considera la epístola como
una forma literaria definida. Puede resultar difícil señalar con
precisión la línea divisoria entre estos dos periodos; en general, puede
afirmarse que los hebreos desarrollaron su concepto de epístola como
una forma específica de escritura durante la época del
Cautiverio. El primer caso de un mensaje bíblico escrito se encuentra en 2
Sam. 11,14-15, donde se nos dice de la carta de
David a Joab sobre Urías; en este caso había
necesidad de secreto, así como en el de la orden de
Jezabel a los ancianos y principales de la ciudad en el asunto de Nabot (1
Rey. 21,8-9), y en las órdenes que
Jehú envió a
Samaria ( 2 Rey. 10,1-6).
Puede haber sido con el fin de evitar el peligro de una entrevista personal que el
profeta Elías (¿
Eliseo?) le escribió al rey Joram respecto a su castigo inminente (2
Crón. 21,12-15). El deseo de ser contundente y perentorio provocó la carta del rey de
Siria al rey de
Israel, pidiendo la curación de la
lepra de Naamán (2 Ry. 5,5-7), y la carta abierta de Senaquerib a
Ezequías (2 Rey. 19,14;
Is.
37,14; 2 Crón. 32,17); el deseo de ser cortés parece haber inspirado la
carta de Merodac Baladán a Ezequías después que éste se recuperó de su
enfermedad (2 Rey. 20,12; Is. 39,1). Reyes, xx, 12; es, xxxix, 1).
Similar a las anteriores cartas autoritativas es el mensaje dirigido por
Jeremías a los exiliados en
Babilonia (
Jer. 29,1 ss); el profeta alude también a las cartas enviadas por un pseudo-profeta de Babilonia a
Jerusalén con el propósito de socavar la autoridad de Jeremías (ibíd., 25,29).
Hasta aquí, las cartas son de ocurrencia relativamente rara en la
Biblia,
y no son consideradas como constitutivas de una clase distinta de
literatura. A partir de ahora se vuelven más frecuentes, y tanto su
nombre como su forma las señala como una especie literaria peculiar. Su
frecuencia posterior puede inferirse a partir de su repetida ocurrencia
en los Libros de
Ester,
Esdras y
Nehemías:
Ester 1,22; 3,12; 8,5 ss.; 9,20.29; 13,1-7; 16,1-24; Esd. 4,7.11 ss.;
5,6; 7,11;. Neh. 2,7; 6,5.17.19. Su nombre general "libro" da paso, en
primer lugar, al de “escrito” (2 Crón. 2,11; 21,12; Est. 3,13-14;
8,10.13), y luego al de “carta” (2 Crón. 30,1.6; Esd. 4,7 ss.; 5,5 ss.;
Neh. 2,7-9; 6,5.17.19; Est. 9,26.29). Su forma comienza a ser marcada
por una dirección formal y un final claramente epistolar. Ejemplos de
tales direcciones explícitas se puede observar en Esdras 5,7: "Al rey
Darío toda paz"; Est. 8,12: "El gran rey Asuero, a los sátrapas de las
ciento veintisiete provincias comprendidas entre la
India y
Etiopía, y a todos nuestros fieles súbditos, salud”; 1
Mac. 11,30: “El rey
Demetrio a su hermano
Jonatán y a la nación de los
judíos,
saludo.” Un caso de una conclusión epistolar se produce en 2 Mac.
11,33: “Seguid bien. Año ciento cuarenta y ocho, día quince de
Xántico.” Un ejemplo similar se puede observar en 11,38. Pero el
Antiguo Testamento no proporciona ningún modelo de correspondencia privada entre los hebreos.
El Nuevo Testamento
El
Nuevo Testamento
nos presenta una forma de epístola altamente desarrollada. Escritores
recientes sobre el tema han hallado conveniente seguir al profesor
Deissmann en su distinción entre la carta y la epístola. La carta es
una conversación privada y confidencial con el destinatario, donde sus
respuestas anticipadas dan forma al curso de la escritura; la epístola
es general en su objetivo, se dirige a todos los interesados y tiende a
la publicación. La carta es un producto espontáneo del escritor; la
epístola sigue las reglas del arte. Si se considera la publicación como
condición
esencial de la literatura, la carta puede ser descrita como un
"formulario de expresión pre-literaria". Para aplicar más efectivamente
esta distinción a los mensajes escritos contenidos en, o mencionados
por, los libros del Nuevo Testamento, vamos a agrupar los datos
pertinentes en pre-paulinos, paulinos y post-paulinos.
Pre-paulinos
El Libro de los
Hechos (9,2; 22,5 y 28,21) muestra que los
judíos de
Jerusalén enviaban cartas ocasionales a las
sinagogas de la
Diáspora; Hch. 15,22-23 da un ejemplo paralelo de una carta escrita por
los Apóstoles desde Jerusalén a las iglesias en
Antioquía,
Siria y Cilicia. También podemos inferir por el testimonio del Nuevo Testamento (1
Cor. 16,3; 2 Cor. 3,1;
Rom. 16,1-2; Hch. 18,27) que las cartas de recomendación ocurrían a menudo. 1 Cor. 7,1 nos informa que los
cristianos de
Corinto habían apelado a
San Pablo en sus dificultades por medio de una carta.
Paulinos
Las epístolas paulinas forman una colección que antes se llamaba
‘o ‘apóstolos. Se les llama “epístolas” aunque la dirigida a los hebreos apenas se merece ese nombre, pues es más bien una
homilía teológica. No se han conservado para nosotros las epístolas mencionadas en 1 Cor. 5,9 y
Col.
4,16; su pérdida accidental nos hace sospechar que otras epístolas
pueden haberse perdido. La forma y el estilo peculiares de las
epístolas paulinas se estudian en sus respectivas presentaciones y
comentarios; pero podemos añadir aquí que a las dos
Epístolas a Timoteo y Tito se les llama
epístolas pastorales. Algunos escritores suponen que la
Epístola a los Hebreos, debido a su peculiar estilo y forma, no fue dictada por el Apóstol, sino que sólo expresa su
doctrina. Sólo las tres epístolas pastorales y
Filemón se dirigen a
individuos; todas las demás se dirigen a las iglesias, cuya
mayoría, sin embargo, eran bien conocidos por el escritor. Exhiben más el
carácter personal de su autor que lo que lo hacen la mayoría de las cartas profanas.
Post-paulinos
En términos generales, podemos describir las llamadas
Epístolas Católicas como post-paulinas. No es
necesario
señalar que estas epístolas no llevan el nombre del destinatario, como
sucede en el caso de las epístolas paulinas, sino por el autor
inspirado. La
Epístola de Santiago no tiene un saludo definido, sino que estaba destinada a una clase, no para
personas conocidas por el escritor. En la
1 Juan
tenemos un sermón en lugar de una carta, aunque su conocimiento de la
lengua indica que los lectores eran conocidos por el escritor. Las
siguientes dos epístolas de
San Juan son cartas reales en el estilo y la forma. La primera
Epístola de San Pedro supone cierta que el escritor tenía alguna familiaridad con sus lectores, lo que no se puede decir de 2 Pedro o de la
Epístola de San Judas.
Los que se ha dicho muestra suficientemente que la distinción del
Profesor Deissmann entre la epístola artística y la carta pre-literaria
no se puede aplicar con exactitud estricta. Un buen número de las
epístolas del Nuevo Testamento contienen esos detalles de familiaridad
íntima que se supone son las características esenciales de la carta.
Bibliografía: JACQUIER en VIG., Dict. de la Bible (París, 1899),
II, 1897; BARTLETT en HAST., Dict. of the Bible (Nueva York, 1900),
s.v.; KNABENBAUER, Lexicon Biblicum (París, 1907), II, 202 ss.; PRAT,
Théologie de Saint Paul (París, 1908), 33 ss.; DEISSMANN, Bibelstudien
(1895), 189-252.
Fuente: Maas, Anthony. "Epistle (in Scripture)." The Catholic Encyclopedia. Vol. 5. New York: Robert Appleton Company, 1909. <
http://www.newadvent.org/cathen/05509a.htm>.
Traducido por Luz María Hernández Medina. rc