viernes, 29 de enero de 2016

Epístola (en la Escritura)

Latín, epistola; griego, ’epistolé; en hebreo al principio sólo se usaba el término general que significa “libro”, luego, ciertas expresiones de transición que significan “escribir”, y finalmente agrt, ’iggéréth (de origen persa o asirio), y nshtwn, nishtewan (de derivación persa), la cual la Versión de los Setenta siempre traduce como ’epistolé.
En el estudio de las epístolas bíblicas, será conveniente distinguir entre el Antiguo Testamento y el Nuevo.

El Antiguo Testamento

El Antiguo Testamento exhibe dos períodos en su idea de una epístola: primero, presenta la epístola bajo el concepto general de un libro o un escrito; segundo; considera la epístola como una forma literaria definida. Puede resultar difícil señalar con precisión la línea divisoria entre estos dos periodos; en general, puede afirmarse que los hebreos desarrollaron su concepto de epístola como una forma específica de escritura durante la época del Cautiverio. El primer caso de un mensaje bíblico escrito se encuentra en 2 Sam. 11,14-15, donde se nos dice de la carta de David a Joab sobre Urías; en este caso había necesidad de secreto, así como en el de la orden de Jezabel a los ancianos y principales de la ciudad en el asunto de Nabot (1 Rey. 21,8-9), y en las órdenes que Jehú envió a Samaria ( 2 Rey. 10,1-6).
Puede haber sido con el fin de evitar el peligro de una entrevista personal que el profeta Elías (¿Eliseo?) le escribió al rey Joram respecto a su castigo inminente (2 Crón. 21,12-15). El deseo de ser contundente y perentorio provocó la carta del rey de Siria al rey de Israel, pidiendo la curación de la lepra de Naamán (2 Ry. 5,5-7), y la carta abierta de Senaquerib a Ezequías (2 Rey. 19,14; Is. 37,14; 2 Crón. 32,17); el deseo de ser cortés parece haber inspirado la carta de Merodac Baladán a Ezequías después que éste se recuperó de su enfermedad (2 Rey. 20,12; Is. 39,1). Reyes, xx, 12; es, xxxix, 1). Similar a las anteriores cartas autoritativas es el mensaje dirigido por Jeremías a los exiliados en Babilonia (Jer. 29,1 ss); el profeta alude también a las cartas enviadas por un pseudo-profeta de Babilonia a Jerusalén con el propósito de socavar la autoridad de Jeremías (ibíd., 25,29).
Hasta aquí, las cartas son de ocurrencia relativamente rara en la Biblia, y no son consideradas como constitutivas de una clase distinta de literatura. A partir de ahora se vuelven más frecuentes, y tanto su nombre como su forma las señala como una especie literaria peculiar. Su frecuencia posterior puede inferirse a partir de su repetida ocurrencia en los Libros de Ester, Esdras y Nehemías: Ester 1,22; 3,12; 8,5 ss.; 9,20.29; 13,1-7; 16,1-24; Esd. 4,7.11 ss.; 5,6; 7,11;. Neh. 2,7; 6,5.17.19. Su nombre general "libro" da paso, en primer lugar, al de “escrito” (2 Crón. 2,11; 21,12; Est. 3,13-14; 8,10.13), y luego al de “carta” (2 Crón. 30,1.6; Esd. 4,7 ss.; 5,5 ss.; Neh. 2,7-9; 6,5.17.19; Est. 9,26.29). Su forma comienza a ser marcada por una dirección formal y un final claramente epistolar. Ejemplos de tales direcciones explícitas se puede observar en Esdras 5,7: "Al rey Darío toda paz"; Est. 8,12: "El gran rey Asuero, a los sátrapas de las ciento veintisiete provincias comprendidas entre la India y Etiopía, y a todos nuestros fieles súbditos, salud”; 1 Mac. 11,30: “El rey Demetrio a su hermano Jonatán y a la nación de los judíos, saludo.” Un caso de una conclusión epistolar se produce en 2 Mac. 11,33: “Seguid bien. Año ciento cuarenta y ocho, día quince de Xántico.” Un ejemplo similar se puede observar en 11,38. Pero el Antiguo Testamento no proporciona ningún modelo de correspondencia privada entre los hebreos.

El Nuevo Testamento

El Nuevo Testamento nos presenta una forma de epístola altamente desarrollada. Escritores recientes sobre el tema han hallado conveniente seguir al profesor Deissmann en su distinción entre la carta y la epístola. La carta es una conversación privada y confidencial con el destinatario, donde sus respuestas anticipadas dan forma al curso de la escritura; la epístola es general en su objetivo, se dirige a todos los interesados y tiende a la publicación. La carta es un producto espontáneo del escritor; la epístola sigue las reglas del arte. Si se considera la publicación como condición esencial de la literatura, la carta puede ser descrita como un "formulario de expresión pre-literaria". Para aplicar más efectivamente esta distinción a los mensajes escritos contenidos en, o mencionados por, los libros del Nuevo Testamento, vamos a agrupar los datos pertinentes en pre-paulinos, paulinos y post-paulinos.
Pre-paulinos
El Libro de los Hechos (9,2; 22,5 y 28,21) muestra que los judíos de Jerusalén enviaban cartas ocasionales a las sinagogas de la Diáspora; Hch. 15,22-23 da un ejemplo paralelo de una carta escrita por los Apóstoles desde Jerusalén a las iglesias en Antioquía, Siria y Cilicia. También podemos inferir por el testimonio del Nuevo Testamento (1 Cor. 16,3; 2 Cor. 3,1; Rom. 16,1-2; Hch. 18,27) que las cartas de recomendación ocurrían a menudo. 1 Cor. 7,1 nos informa que los cristianos de Corinto habían apelado a San Pablo en sus dificultades por medio de una carta.
Paulinos
Las epístolas paulinas forman una colección que antes se llamaba ‘o ‘apóstolos. Se les llama “epístolas” aunque la dirigida a los hebreos apenas se merece ese nombre, pues es más bien una homilía teológica. No se han conservado para nosotros las epístolas mencionadas en 1 Cor. 5,9 y Col. 4,16; su pérdida accidental nos hace sospechar que otras epístolas pueden haberse perdido. La forma y el estilo peculiares de las epístolas paulinas se estudian en sus respectivas presentaciones y comentarios; pero podemos añadir aquí que a las dos Epístolas a Timoteo y Tito se les llama epístolas pastorales. Algunos escritores suponen que la Epístola a los Hebreos, debido a su peculiar estilo y forma, no fue dictada por el Apóstol, sino que sólo expresa su doctrina. Sólo las tres epístolas pastorales y Filemón se dirigen a individuos; todas las demás se dirigen a las iglesias, cuya mayoría, sin embargo, eran bien conocidos por el escritor. Exhiben más el carácter personal de su autor que lo que lo hacen la mayoría de las cartas profanas.
Post-paulinos
En términos generales, podemos describir las llamadas Epístolas Católicas como post-paulinas. No es necesario señalar que estas epístolas no llevan el nombre del destinatario, como sucede en el caso de las epístolas paulinas, sino por el autor inspirado. La Epístola de Santiago no tiene un saludo definido, sino que estaba destinada a una clase, no para personas conocidas por el escritor. En la 1 Juan tenemos un sermón en lugar de una carta, aunque su conocimiento de la lengua indica que los lectores eran conocidos por el escritor. Las siguientes dos epístolas de San Juan son cartas reales en el estilo y la forma. La primera Epístola de San Pedro supone cierta que el escritor tenía alguna familiaridad con sus lectores, lo que no se puede decir de 2 Pedro o de la Epístola de San Judas. Los que se ha dicho muestra suficientemente que la distinción del Profesor Deissmann entre la epístola artística y la carta pre-literaria no se puede aplicar con exactitud estricta. Un buen número de las epístolas del Nuevo Testamento contienen esos detalles de familiaridad íntima que se supone son las características esenciales de la carta.

Bibliografía: JACQUIER en VIG., Dict. de la Bible (París, 1899), II, 1897; BARTLETT en HAST., Dict. of the Bible (Nueva York, 1900), s.v.; KNABENBAUER, Lexicon Biblicum (París, 1907), II, 202 ss.; PRAT, Théologie de Saint Paul (París, 1908), 33 ss.; DEISSMANN, Bibelstudien (1895), 189-252.
Fuente: Maas, Anthony. "Epistle (in Scripture)." The Catholic Encyclopedia. Vol. 5. New York: Robert Appleton Company, 1909. <http://www.newadvent.org/cathen/05509a.htm>.
Traducido por Luz María Hernández Medina. rc

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