miércoles, 27 de enero de 2016

Funeral

Un funeral es una ceremonia que se lleva a cabo para despedir a una persona ya muerta.
La naturaleza y la composición de los ritos funerarios dependen de la época, la cultura, la posición social del difunto y las creencias religiosas de la sociedad, y sobre todo, el afecto hacia el muerto.
Los diferentes ritos de funeral son básicamente el embalsamamiento, la sepultura o la cremación.
Para las figuras nacionales importantes se suele ofrecer un Funeral de Estado.
Los ritos funerarios, las prácticas relacionadas con la muerte y el enterramiento de una persona, son específicos de la especie humana.
Estas prácticas, estrechamente relacionadas con las creencias religiosas sobre la naturaleza de la muerte y la existencia de una vida después de ella, implican importantes funciones psicológicas, sociológicas y simbólicas para los miembros de una colectividad. Así, el estudio del tratamiento que se dispensa a los muertos en cada cultura proporciona una mejor comprensión de su visión de la muerte y de la propia naturaleza humana. Los rituales y costumbres funerarias tienen que ver no sólo con la preparación y despedida del cadáver, sino también con la satisfacción de los familiares y la permanencia del espíritu del fallecido entre ellos.
Las diferentes formas de despedir al cadáver varían en función de las creencias religiosas, el clima, la geografía y el rango social. El enterramiento se asocia al culto de los antepasados o a las creencias en la otra vida.
Sin embargo, también existen ritos funerarios sin creencias religiosas. En línea con la corriente ideológica del laicismo, que va ganando adeptos en España,1 los funerales laicos o funerales civiles surgen en los últimos años como alternativa a los funerales religiosos. Ayuntamientos como el de Vitoria ya lo ofrecen como uno más de sus servicios.2 Estos funerales son organizados normalmente por la familia del fallecido o por un celebrante profesional que dirige la ceremonia. En este tipo de ceremonias lo importante no son las creencias del celebrante sino las del difunto y su familia.3 Las ceremonias de funeral civil normalmente consisten en unas palabras de bienvenida a los asistentes, una reflexión sobre la vida y la muerte, unas palabras sobre el difunto, la lectura de un poema y una despedida.4

Historia

Estela griega representando un banquete fúnebre (s. IV a. C.).
  • Según los historiadores, en Egipto los funerales iban precedidos de una junta público: si la vida del difunto había sido irreprensible se procedía a los funerales, pero en caso contrario el cadáver era enterrado en una fosa común llamada Tártaro, no escapando ni los mismísimos grandes al juicio. Al que moría dejando deudas, no se le celebraban funerales, hasta que las personas más cercanas al finado o una de esas las honrara.
  • Los hinduistas realizaban (y realizan aún hoy) una ceremonia fúnebre con ofrenda de elementos llamada antyeṣṭi, previa a la cremación del difunto y la posterior disposición de las cenizas en algún río sagrado. Era costumbre (abandonada desde mediados del siglo XX) que las viudas se arrojasen a la pira donde ardían los cadáveres de sus maridos, costumbre que aparantemente desapareció por intervención de los ingleses durante el periodo colonial.5
  • Entre los judíos, los funerales duraban siete días y treinta días, si se trataba de príncipes o reyes. Durante este tiempo, los parientes ayunaban iban con la cabeza descubierta y descalzos y dormían sobre la ceniza revestidos de cilicios. Por lo general, los cadáveres eran enterrados.
  • Entre los atenienses, el cuerpo del difunto, lavado y perfumado era expuesto en el vestíbulo de su casa y se procedía al entierro con gran solemnidad, formando parte de la comitiva tocadores de flauta, los hijos, las mujeres lanzando agudos gritos y mesándose los cabellos, los parientes y los amigos. El cadáver era quemado e inhumado, se pronunciaba el elogio del difunto si era personaje importante o había muerto por la patria y se terminaban las ceremonias con un banquete.
Lápida representando al difunto y su viuda en una fiesta.
  • En Roma, en cuanto el agonizante había lanzado el último suspiro se le quitaba la sortija, se le cerraban los ojos y la boca y se le llamaba tres veces por su nombre. El cuerpo lavado, perfumado y revestido con los mejores trajes permanecía expuesto muchos días en el vestíbulo de la casa mortuoria. En los primeros tiempos de la república, el entierro se verificaba siempre de noche. Iba a la cabeza de la comitiva un maestro de ceremonias seguido de lictores vestidos de negro. Seguían a continuación los músicos, las plañideras o llorones (praficae) con lacrimatorios de barro o de vidrio, los arquimimos que representaban con gestos las principales acciones de la vida del difunto, los esclavos libertos, los retratos de los antepasados y las insignias. El cuerpo era llevado en una litera (féretrum) por portantes especiales o bien por la familia o elevados personajes y seguían detrás los parientes cubiertos con velos y exhalando gritos lastimeros. Se pronunciaba el elogio del difunto en el foro si era personaje notable y en seguida era llevado el cadáver a la pira encendida siempre extramuros. Se recogían las cenizas en una urna y eran colocadas en el sepulcro de la familia (columbarium). El entierro iba seguido de banquetes (silicernia) y a veces, de juegos fúnebres. Los cuerpos de los pobres eran conducidos en un ataúd común (sandápila) e inhumados sin ninguna ceremonia. Sin embargo, las personas modestas habían constituido «colegios funerarios» para asegurar a cada uno de sus asoiados una sepultura decorosa y oraciones fúnebres.
  • Los primitivos cristianos enterraban a los difuntos como los judíos y los cuerpos de los mártires eran inhumados en las catacumbas pero después fue costumbre general que las personas pudientes fuesen enterradas en las iglesias.

Referencias


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