He aquí que el Ángel del Aire lo
traerá y todos los ojos lo verán y la Hermandad, toda la vasta Hermandad
de la Tierra, levantará su voz como uno y cantará debido a El. Así es,
así sea.
Yo soy el Alfa y la Omega, el
principio y el fin, el que es, el que fue y el que vendrá.
Y la voz hablaba y giré para ver la
voz que hablaba conmigo girando, vi siete lámparas doradas y en medio de
su luz brillante vi a uno como el Hijo del Hombre, vestido de blanco,
blanco como la nieve. Y su voz llenaba el aire con un sonido como de agua
tempestuosa y en sus manos tenía siete estrellas, llenas de la Luz
ardiente de los cielos, de donde ellas venían.
Y cuando El habló, su rostro se
llenó de luz, brillando y dorando como mil soles y les dijo: no temáis,
Yo soy el primero y el último, Yo soy el principio y el fin. Escribe las
cosas que has visto y las cosas que son y las cosas que serán de aquí en
adelante, el misterio de las siete estrellas que llenan mis manos y los
siete candelabros dorados que resplandecen con Luz eterna. Las siete
estrellas son los ángeles del Padre Celestial y las siete llamas son los
ángeles de la Madre Terrenal.
Y el espíritu del hombre es la llama
que fluye entre la luz de las estrellas y la lámpara resplandeciente; un
punto de Luz santa entre el Cielo y la Tierra.
Estas cosas dijo el que sostenía las
siete estrellas en sus manos, quien camina en medio de las llamas de las
siete lámparas doradas.
El que tenga oídos que oiga lo que
el espíritu dice: al que venciere Yo le daré de comer del Arbol de la
Vida, que está plantado en medio del Paraíso brillante de Dios.
Y luego El miró y he aquí, que una
puerta se abrió en el cielo y una voz que retumbaba por todas partes,
como una trompeta, me habló: Sube aquí y te mostraré las cosas que van a
suceder a partir de ahora. E inmediatamente estuve allí, en espíritu, en
la entrada de la puerta abierta. Y crucé por la puerta abierta,
penetrando a un Mar de Luz radiante. Y en la mitad del océano
enceguecedor de resplandor había un trono; y sobre el trono estaba uno
cuyo rostro estaba oculto y había un arco iris rodeando al trono, parecía
como una esmeralda.
Y alrededor del trono había trece
sillas y sobre los asientos vi trece ancianos vestidos con capas blancas
y sus rostros estaban cubiertos por una nube de luz que giraba.
Y siete candelabros de fuego ardían
delante del trono, el fuego de la Madre Tierra. Y las siete estrellas del
cielo brillaban enfrente del trono, el fuego del Padre Celestial.
Y delante del trono había un mar
transparente como un cristal y reflejados allí estaban todas las montañas
y valles y océanos de la Tierra y todas las criaturas que habitan en
ella.
Y los trece ancianos se inclinaban
ante el esplendor de el que estaba sentado en el trono, cuyo rostro
estaba oculto y ríos de luz fluían de sus manos, de la una a la otra y
ellos alababan diciendo: Santo, Santo, Santo, Señor Dios todopoderoso, el
que era, el que es y el que ha de venir, tu eres digno, oh Señor, de
recibir la gloria, el honor y el poder; pues Tu has creado todas las
cosas.
Y luego vi a la diestra del que
estaba sentado en el trono, cuyo rostro estaba oculto, un libro escrito
por dentro y por fuera, sellado con siete sellos. Y vi a un ángel
pregonando con voz fuerte: ¿Quién es digno de abrir el libro y de quitar
los sellos de él?
Y ningún ser en el cielo, ni en la
Tierra, ni debajo de la Tierra, fue capaz de abrir el libro, ni aún de
mirar encima de él. Y me afligí porque el libro no podía ser abierto, ni
yo era capaz de leer lo que había escrito.
Y uno de los ancianos me dijo: No te
aflijas, extiende tu mano y toma el libro, si, precisamente el libro con
los siete sellos y ábrelo, pues fue escrito para ti, quien eres a la vez
el más bajo de los bajos y el más alto de los altos.
Y extendí mis manos y toqué el
libro. Y he aquí que la tapa se levantó y mis manos palparon las páginas
doradas y mis ojos contemplaron el misterio de los siete sellos.
Y observé y oí la voz de muchos
ángeles alrededor del trono. Y el número era diez mil veces diez mil y
miles de miles, diciendo con voz fuerte: Toda la gloria y la sabiduría y
la fortaleza y el poder siempre y por siempre a El quien revelará los
misterios de misterios. Y vi las nubes de luz dorada que giraban
extendiéndose como un puente de fuego entre mis manos y las manos de los
trece ancianos y los pies del que estaba sentado en el trono, cuyo rostro
estaba oculto. Y quité el primer sello y vi y observé al Ángel del Aire.
Y de sus labios fluía el aliento de vida. Y El se inclinó sobre la Tierra
y le dio al hombre los vientos de la sabiduría. Y el hombre respiró; y
cuando exhaló, el espacio se oscureció y los aromas se volvieron
hediondos y fétidos y nubes de maldad aparecieron sobre la Tierra. Y giré
mi rostro con vergüenza.
Y quité el segundo sello y vi y
observé al ángel del Agua. Y de sus labios fluía la Luz de la Vida y El
se inclinó sobre la Tierra y le dio al hombre un océano de amor. Y el
hombre entró a las aguas claras y relucientes. Y cuando tocó el agua, las
corrientes claras se opacaron y las aguas de cristal se volvieron turbias
y con lama. Y los peces agonizaban en la oscuridad inmunda y todas las
criaturas murieron de sed. Y giré mi rostro con vergüenza.
Y quité el tercer sello y vi y
observé al Ángel del Sol y de sus labios fluía la Luz de la Vida y El se
inclinó sobre la Tierra y le dio al hombre el fuego del poder. Y la
fortaleza del solpenetró en el corazón del hombre y este tomó el poder e
hizo con él un falso sol y, he aquí, que él espació los rayos de la
destrucción, quemando los bosques, acabando con los valles de verdor,
dejando sólo los huesos carbonizados de sus hermanos. Y giré mi rostro
con vergüenza.
Y quité el cuarto sello y vi y
observé al Ángel del Regocijo y de sus labios fluía la música de la Vida,
y El se inclinó sobre la Tierra y le dio al hombre el canto de paz. Y la
Paz y el Regocijo, como la música, fluían a través del espíritu del
hombre. Pero el hombre oyó unicamente la estridencia de la tristeza y el
descontento y levantó su espada y cortó las manos de los pacificadores y
la levantó una y otra vez y cortó las cabezas de los cantores. Y giré mi
rostro con vergüenza.
Y quité el quinto sello y vi y
observé al ángel de la Vida, y de sus labios fluía la Alianza Santa entre
Dios y el hombre y El se inclinó sobre la Tierra y le dio al hombre el
don de la creación. Y el hombre creó una segadora de hierro con forma de
serpiente y la cosecha que recogió, fue de hambre y muerte. Y giré mi
rostro con vergüenza.
Y quité el sexto sello y vi y
observé al Ángel de la Tierra y de sus labios fluían el río de la vida
eterna y El se inclinó sobre la Tierra y le dio al hombre el secreto de
la eternidad y le dijo al hombre que abriera sus ojos y guardara los
misterios del Arbol de la Vida en el Mar Eterno. Pero el hombre levantó
su mano y sacó sus propios ojos y dijo que no había eternidad. Y giré mi
rostro con vergüenza.
Y quité el séptimo sello y vi y
observé al Ángel de la Madre Terrenal y El me envió con Ella un mensaje
de luz flameante del Padre Celestial. Y este mensaje era para los oidos
del hombre que estaba solo, el que camina entre el cielo y la tierra. Y
en el oido del hombre estaba susurrando el mensaje. Y no oía. Mas yo giré
mis rostro con vergüenza.
¡Mirad!, extendí mi mano hacia las
alas del ángel y dirigí mi voz al cielo diciendo: Dime el mensaje; para
que pueda comer del fruto del Arbol de la Vida que crece en el Mar de la
Eternidad. Y el Ángel me miró con gran tristeza y hubo silencio en el
cielo. Y entonces oí una voz, que era como el sonido de una trompeta,
diciendo: Oh hombre, ¿quisieras tu mirar la maldad que has hecho, cuando
volteaste tu rostro del trono de Dios, cuando no hiciste uso de los dones
de los siete ángeles de la Madre Terrenal y de los siete ángeles del
Padre Celestial?
Y un dolor terrible se apoderó de mi
cuando sentí dentro de mi los espíritus de todos aquellos que se habían
enceguecido ellos mismos, como para ver unicamente sus propios deseos de
la carne. Y vi los siete ángeles que estaban delante de Dios y a ellos
les fueron dadas siete trompetas. Y otro ángel vino y se colocó ante el
altar, portando un incensario dorado y se le había dado bastante
incienso, que debería ofrendar con las oraciones de todos los ángeles en
el altar dorado que estaba delante del trono. Y el humo del incienso
ascendía hasta Dios, lejos de los ángeles. Y el Ángel tomó el incensario,
lo llenó con el fuego del altar y lo arrojó a la Tierra y hubo voces y
truenos y relámpagos y tormentas.
Y los siete ángeles que tenían las
siete trompetas se prepararon para tocarlas.
El primer Ángel tocó y hubo granizo
y fuego mezclado con sangre, que fueron arrojados en la Tierra y los
bosques verdes y los árboles se quemaron y todo pasto verde e volvió
cenizas.
Y el segundo Ángel tocó y cuando
esto ocurrió una gran montaña ardiendo en fuego estaba precipitándose en
el mar y sangre se levantó desde la Tierra como un vapor. ...
Y el cuarto Ángel tocó y he aquí que
hubo un gran terremoto y el sol se volvió negro como un mechón de pelo y
la luna se convirtió en sangre.
Y el quinto Ángel tocó y las
estrellas del cielo cayeron cobre la Tierra, así como la higuera deja
caer sus higos cuando es sacudida por un viento fuerte.
Y el sexto Ángel tocó y el cielo se
recogió como un papiro que se enrolla y no hubo un árbol sobre toda la
Tierra, ni una flor, ni una brizna de hierba. Y yo estaba de pie sobre la
Tierra y mis pies se hundieron en el suelo blando y embotado en sangre,
extendiéndose tan lejos como mis ojos podían ver, Y sobre toda la Tierra
hubo silencio.
Y el séptimo Ángel tocó y vi un ser
poderosos que descendía del cielo envuelto en una nube y un arco iris
estaba sobre su cabeza y su rostro era como el sol y sus pies como
columnas de fuego. Y tenía en sus manos un libro abierto y colocó su pie
derecho sobre el mar y su pie izquierdo sobre la Tierra y clamó con gran
voz, que era maravilloso oír: ¿Oh hombre, desearás tu tener la visión de
lo que ha de ocurrir?
Y yo respondí, Tu sabes, Oh Unico
Santo, que no desearía nada, con tal que estas terribles cosas no
ocurrieran. Y El dijo: El hombre ha creado estos poderes de destrucción.
El los ha creado con su propia mente. El se ha distanciado de los ángeles
del Padre Celestial y de la Madre Terrenal y ha moldeado su propia
destrucción. Y yo le dije: ¿Entonces no hay esperanza, luminoso ángel?
Y una luz flameante fluyó como un
río de sus manos y respondió: Siempre hay una esperanza, oh tu para quien
el cielo y la Tierra fueron creados.
Y entonces el ángel que estaba sobre
el mar y la Tierra levantó su mano al cielo y juró por el que vive para
siempre, por siempre, quien creó el cielo y las cosas que están en él y
el mar y las cosas que están en él, que el tiempo no será más; pero en
los días de la voz del séptimo ángel, cuando El comience a tocar, el
misterio de Dios deberá ser revelado a aquellos que hayan comido del
Arbol de la Vida, que está por siempre en el Mar eterno.
Y la voz habló de nuevo diciendo: Ve
y toma un libro que está abierto en la mano del ángel que está sobre el
mar y sobre la Tierra.
Y fui donde el ángel y le dije:
Dadme el libro, para que yo pueda comer del Arbol de la Vida que está en
la mitad del Mar eterno. Y el ángel me dio el libro y abrí el libro y leí
allí lo que siempre había sido, lo que era ahora y lo que vendría.
Y vi el holocausto en el que se
sumergía la Tierra y la gran destrucción que ahogaría a todos los
habitantes en océanos de sangre y vi también la eternidad del hombre y el
perdón infinito del Todopoderoso.
Las almas de los hombres eran como
páginas blancas en el libro, siempre listas para que una nueva canción
fuera escrita.
Y levanté mi rostro hacia los site
ángeles de la Madre Terrenal, hacia los siete ángeles del Padre Celestial
y sentí que mis pies tocaban la fuente sagrada de la Madre Terrenal y mis
dedos tocaban los pies sagrados del Padre Celestial y escribí un himno de
acción de gracias: Te agradezco Padre Celestial, porque me has colocado en
una fuente de arroyos fluidos, en un manantial de vida en una tierra de
sequía, irrigando un jardín eterno de prodigios; el Arbol de la Vida,
misterio de misterios, que extiende sus ramas infinitamente, pues, el
plantío eterno sumerge sus raíces en el arroyo de vida de una fuente
eterna. Y Tu, Padre Celestial, proteges sus frutos con los ángeles del
día y de la Noche y con llamas de Luz eterna ardiendo por doquier.
Y la voz habló de nuevo y de nuevo
mis ojos se apartaron del esplendor del Reino de la Luz.
¡Atiende oh hombre!, tu puedes
avanzar por el sendero correcto y caminar en la presencia de los ángeles.
Tu puedes avanzar por el sendero correcto y caminar en la presencia de
los ángeles. Tu puedes glorificar a la Madre Terrenal en el día y al
Padre Celestial en la noche y por tu ser, corre el arroyo de la Ley.
Pero ¿dejarías tu hundirse a tus
hermanos en el abismo de sangre, como el destruido por dolor tiembla y
gime bajo las cadenas de piedra?
¿Puedes tu beber el cáliz de Vida
eterna cuando tus hermanos mueren de sed?
Y mi corazón estaba henchido de
compasión y miré y he aquí que apareció una gran señal en el cielo. Una
mujer vestida de sol, y con la luna bajo sus pies y sobre su cabeza una
corona de siete estrellas. Y supe que Ella era la fuente de los arroyos
que fluían y la Madre de los bosques.
Y me paré sobre la arena del mar y
vi subir del mar una bestia y de sus fosas expulsó aire fétido,
repugnante y el mar de donde él se levantó tornó sus aguas limpias en
fango. Y sus cuerpos estaba cubierto de roca negra y humeante. Y la mujer
vestida con el sol extendio sus manos hacia la bestia y la bestia se
arrastró y la abrazó. Y he aquí que su piel de nácar se marchitó con su
fétido aliento y su espalda se partió por sus brazos de roca.
Y con lágrimas de sangre ella se
sumergió en el charco de fango y de la boca de la bestia salieron
ejércitos de hombres blandiendo espadas y peleando el uno con el otro. Y
peleaban con una furia terrible y cortaron sus propios miembros viriles y
extrajeron sus propios ojos hasta que se sumieron en el abismo de lodo,
gritando en agonía y dolor.
Y me acerqué a la orilla del charco
y metí mis manos y pude ver el remolino de sangre y los hombres allí
atrapados como las moscas en una telaraña y hablé en voz alta diciendo:
Hermanos, dejad vuestras espadas y sujetaos de mi mano. Dejad este
desacato y profanación de Ella, quien te ha dado tu nacimiento y de El,
que te ha dado tu herencia. Pues tus días de compra y yisita se han
terminado y se han acabado además los días de persecución y matanza. Pues
el que va en cautividad, irá en cautiverio y el que mata con la espada
será matado con la espada.
Y los mercaderes de la Tierra se
lamentarán y llorarán, pues ningún hombre compra su mercadería nunca mas.
Las mercaderías de oro, de plata, de piedras preciosas, de perlas, de
lino fino, de púrpura y de seda y de escarlata y de mármol y de bestias y
de ovejas, de caballos y carros y de esclavos y espíritus de los hombres,
todas estas cosas no pueden ser compradas ni vendidas, pues todo es
sepultado en un mar de sangre porque tu le has dado la espalda a tu Padre
y a tu Madre y adoraste la bestia que solo construye un paraíso de
piedra.
Alejad vuestras espadas, hermanos
míos y sujetaos de mi mano y entrelacemos nuestros dedos.
Y vi en la distancia una gran ciudad
blanca y brillante en el horizonte lejano, de alabastro brillante y hubo
voces y truenos y relámpagos y hubo un gran terremoto como no ha habido
jamás desde que los hombres existen en la Tierra, así de poderoso y así
de grande. Y la gran ciudad estaba dividida en tres partes y las ciudades
de las naciones cayeron. Y la gran ciudad vino a la mente de Dios, para
darle a ella el cáliz del vino del ardor de su ira.
Y todas las islas huyeron y las
montañas desaparecieron y cayó del cielo sobre los hombres una enorme
granizada, todos los granizos del peso de un talento.
Y un ángel cogió una piedra como una
gran piedra de molino y la arrojó al mar diciendo: Así con violencia la
gran ciudad será derribada y nunca más será hallada.
Y la voz de los arpistas, músicos y
de cantantes y trompetistas, no se oirán nunca más en ti y ningún
artista, sea cual fuere su arte, se hallará nunca mas en ti, ni el ruido
de una piedra de molino se oirá nunca mas en ti, la luz de una lámpara no
brillará mas en ti, ni la voz del esposo y de la esposa serán mas oídas
en ti; pues tus mercaderes fueron los grandes hombres de la Tierra, pues
por tus brujerías todas las naciones fueron engañadas y en ellas se halló
la sangre de los profetas y de los santos y de todos los que han sido
muertos en la Tierra. Y mis hermanos se asieron de mi mano y salieron del
agua de fango y estuvieron entrando en el mar de arena y los cielos se
abrieron y bañaron sus cuerpos desnudos con la lluvia.
Y oí una voz del cielo, como el
estruendo de muchas aguas y como la voz de un gran trueno. Y oí la voz de
los arpistas tocando sus arpas y cantaron como si fuera un nuevo canto
delante del trono.
Y vi a otro ángel volar por al mitad
del cielo, portando los cánticos del día y de la noche y el Evángelio
perpetuo pronunciar a todos los que moran en la Tierra, a ellos que han
ascendido del abismo del fango y permanecen desnudos y bañados por la
lluvia delante del trono.
Y el ángel clamó: Temed a Dios y
dadle gloria a El, pues la hora del juicio ha llegado; y adoradle que El
ha hecho el cielo y la Tierra y el mar y las fuentes de aguas.
Y vi abrirse los cielos y observé un
caballo blanco y el que lo montaba era llamado Fiel y Verdadero y con
justicia El juzgaba. Sus ojos eran como una llama de fuego y sobre su
cabeza había muchas coronas y estaba envuelto en una luz resplandeciente
y sus pies estaban desnudos. Y su nombre era la Palabra de Dios. Y la
Hermandad Santa le siguió en caballos blancos, vestidos en lino fino,
blanco y puro y ellos entraban al edén infinito, en cuya mitad está el
Arbol de la Vida.
Y la multitud desnuda bañada por la
lluvia cruzó al frente de ellos, temblando, para recibir su juicio.
Pues sus pecados eran muchos y
habían deshonrado la Tierra. Pues habían destruido las criaturas del mar
y de la Tierra, envenenado el campo, contaminado el aire y quemado viva
la Madre que les dio a luz.
Pero no vi que pasó con ellos, pues
mi visión cambió y vi un cielo nuevo y una Tierra nueva, ya que el primer
cielo y la primera Tierra habían desaparecido. Y no hubo más mar.
Y vi la ciudad santa de la Hermandad
bajando del cielo, desde Dios, preparada como una novia adornada para su
esposo y oí una voz fuerte del cielo que decía: Ved la montaña de la casa
del Señor, está en la cumbre de la montaña y es exaltada sobre las
colinas y toda la gente irá a ella. Venid y vamos a la montaña del Señor,
la casa de Dios y El nos enseñará sus caminos y caminaremos por sus
senderos en compañía de la Hermandad Santa y en observancia de la Ley.
He aquí, el tabernáculo de Dios está
con los hombres y El vivirá en ellos y ellos serán su pueblo y Dios mismo
estará con ellos y será su Dios. Y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos
y no habrá mas muerte ni congoja ni llanto ni habrá ningún dolor, porque
las primeras cosas pasarán.
Aquellos que provocaron la guerra,
convertirán sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podadores. Las
naciones no levantarán su espada contra otras naciones, ni harán la
guerra nunca mas, porque las primeras cosas pasarán.
Y El habló otra vez: He aquí, Yo
creo todas las cosas nuevas. Yo soy el alfa y la omega, el principio y el
fin. Al que tuviere sed, Yo le daré de la fuente del agua de la Vida. El
que venciere heredará todas las cosas y Yo seré su Dios y el será mi
Hijo.
Pero los cobardes e incrédulos, los
abominables y homicidas y todos los farsantes, cavarán su propia tumba
que arde con fuego y azufre.
Y de nuevo mi visión cambió y oí las
voces de la Hermandad Santa entonando cánticos y diciendo: Venid vosotros
y caminemos al amparo de la Ley. Y vi la ciudad santa. Y los Hermanos
desfilaron por ella. La ciudad no tenía necesidad del sol ni de la luna
para la iluminara, pues la gloria de Dios le daba Luz. Y vi el río puro
del Agua de Vida, claro como el cristal, proveniente del trono de Dios y
en medio del río, plantado el Arbol de Vida, que daba catorce clases de
frutos y daba su fruto a aquellos que deberían comer de él. Y las hojas
del Arbol eran para la salvación de las naciones.
Y no habrá allí mas noche y no
tendrán necesidad de luz de lámpara, de luz de sol, porque Dios el Señor
los iluminará y reunirá por los siglos de los siglos.
He alcanzado la visión interna y a
través de tu espíritu en mi he oído tu secreto maravilloso.
A través de tu mística mirada has
hecho que una fuente de conocimiento more dentro de mí, una fuente de
poder, fluyendo aguas de Vida.
Una abundancia de amor y de
sabiduría abrazadora como el esplendor de Luz Eterna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Procura comentar con libertad y con respeto. Este blog es gratuito, no hacemos publicidad y está puesto totalmente a vuestra disposición. Pero pedimos todo el respeto del mundo a todo el mundo. Gracias.