«La magia
es el arte de convertir
la superstición en dinero.»
la superstición en dinero.»
AMBROSE
BIERCE, Dicionario del diablo.
En 1970 se publicó un libro que
estaba destinado a obtener un gran éxito en los Estados Unidos, Psychic
Discoveries Behind the lron Curtain (Descubrimientos paranormales tras el Telón de Acero), de Sheila Ostrander y Lynn Schroeder. Se trataba del
resumen de un viaje realizado por los autores en Rusia y en los países del
Este, a la búsqueda de información sobre la entonces tan mítica investigación parapsicológica
soviética. De hecho, se decía que los rusos se encontraban a la vanguardia en
la investigación parapsicológica, y que el KGB se servía de los videntes y de
los sensitivos, so capa de espías.
Entre
las muchas maravillas descubiertas por los dos autores en el curso de su largo
viaje, había una que dificilmente cabía esperar encontrarla en Praga, Checoslovaquia.
El lugar más indicado hubiera sido, probablemente, El Cairo, en Egipto, porque
el descubrimiento se refería a las pirámides egipcias.
Ostrander
y Schroeder advirtieron que en las viviendas de aquellas personas que
frecuentemente les alojaban, abundaban pequeños modelos de pirámides de cartón,
en cuyo
interior se encontraban hojas de afeitar puestas en equilibrio sobre un fósforo. Acuciados por la curiosidad preguntaron cuál era el significado de aquellos objetos.
interior se encontraban hojas de afeitar puestas en equilibrio sobre un fósforo. Acuciados por la curiosidad preguntaron cuál era el significado de aquellos objetos.
«-¿
Quieren conocer uno de los secretos de las pirámides?- preguntó con aire
misterioso, uno de sus amigos en respuesta a la pregunta formulada.
-Ciertamente-
respondieron los dos.
- Bien,
uno de los secretos de la pirámide es la forma.
-¿Qué
tiene de especial la forma de la pirámide?
-Genera
energía- Respondió el enigmático amigo.»
¿Se
trataba de una broma? ¿Qué sabían los checos de las pirámides que no supiese el
resto del mundo?
La
historia se remonta a algunos años atrás, cuando un francés, un tal Bovis,
visitó la Gran pirámide de Keops, en Egipto. Llegado a un tercio de la pirámide
vio la cámara del faraón y, cansado por la fatiga y el calor, decidió entrar
para descansar. Lo que allí le llamó la atención fue algo que nada tenía que
ver con el Egipto antiguo: un depósito de basuras. Bovis advirtió que de
aquella basura no emanaba ninguno de los olores típicos de descomposición. Observando
aquello con más detenimiento, vio que en el interior del depósito se hallaban
gatos y pequeños animales que se habían extraviado y estaban muertos. Lo
sorprendente era que estos animales no se hallaban en estado de descomposición
sino que se encontraban perfectamente momificados.
¿Sería
posible, se preguntó Bovis, que la forma de la pirámide fuese el elemento
secreto que hubiera asegurado, a través de milenios, la conservación del cuerpo
de los faraones?
Una vez
en su casa, Bovis construyó un modelo en miniatura de la pirámide de Keops y lo
orientó según un eje norte-sur. En el interior de la pirámide, a un tercio de
su altura, colocó un gato muerto. Al cabo de algún tiempo, el gato se había momificado.
Seguidamente, repitió el experimento con diversos tipos de sustancias orgánicas,
y llegó a la conclusión de que en la pirámide debía haber alguna cosa que
impedía la descomposición y provocaba una rápida deshidratación.
El
trabajo de Bovis llamó la atención de un técnico de radio checoslovaco, Karel
Drbal, que quería experimentar por su cuenta los extraños efectos de las pirámides.
El técnico repite los ensayos hechos por el colega francés y concluye que debía
ejercerse «una relación entre la forma del espacio de la pirámide y los
procesos físicos, químicos y biológicos que se producían en el interior de ese
espacio», Concluyó pues que «sirviéndonos de formas parecidas deberemos estar
en disposición de acelerar o enlentecer estos procesos».
Drbal
hizo incluso un descubrimiento más. Si en lugar de carne, fruta u otro tipo de
material orgánico, se colocaba en el interior de la pirámide una hojilla de
afeitar usada ... [ésta recuperaba el filo! Drbal observó que si se usaba siempre
la misma hojilla, y que si entre un afeitado y otro se la colocaba bajo la
pirámide, el filo de la hojilla se estropeaba mucho más lentamente que en
condiciones normales. Para Drbal esta era una prueba de que la atmósfera
existente en el interior de la pirámide «hacía regresar rápidamente los cristales
de la hojilla a su forma original y, por consiguiente, se recuperaba el filo».
Pronto
se extendió la voz del descubrimiento de Drbal, y todo el mundo quería probar
la pirámide en miniatura. Drbal pensó en patentar, en 1959, lo que denominó «afilador
de hojillas pirámide de Keops», y algún tiempo después, una fábrica checoslovaca
se puso a producir pequeñas pirámides de cartón.
Pero, ¿cuál
es la «fuerza misteriosa» que se esconde en el interior de las pirámides que es
capaz de momificar compuestos orgánicos y afilar hojillas? Según algunos, la
forma de la pirámide haría de «condensador de ondas energéticas misteriosas
capaces de actuar sobre los organismos de forma especial, destruyendo las
bacterias y esterilizando los objetos colocados en su interior». Otros
investigadores, entre los que se encuentran Peter Kapits, en Rusia, y Jacques
Errera, en Bélgica, han establecido la teoría de que tales fuerzas podrían ser
de la misma índole que los poderes de ciertos sanadores, si bien, aparentemente,
capaces de momificar pedazos de carne imponiendo simplemente sus manos.
Una
confirmación del misterio de las pirámides llegaría nada menos que de un premio
Nobel de física, Luis Álvarez.
En 1968,
durante una expedición científica a El Cairo, organizada para llevar a cabo
experimentos dentro de la pirámide de Kefrén, un grupo de estudiosos
coordinados por Álvarez midió una «acentuada ionización del aire». Sirviéndose
de aparatos que costaban varios millones de dólares, el grupo de científicos se
quedó pasmado al constatar que algo sucedía en el interior de la pirámide que «desafiaba
todas las leyes establecidas por la ciencia y la electrónica». El doctor Amr
Gohed, encargado de instalar ciertos aparatos en el interior de la pirámide,
declaró al Times, de Londres: «O bien la geometría de la pirámide se
encuentra sustancialmente equivocada, lo que podría influir sobre nuestras
mediciones, o quizás exista un misterio que va más allá de nuestras
explicaciones; llámeselo como se quiera, la maldición de los faraones, brujería
o magia, en el interior de la pirámide existe un cierto tipo de fuerza que
desafía las leyes de la ciencia». La conclusión fue que era precisamente la
forma geométrica de la pirámide la que «permitía un acúmulo de energía cósmica».
Una
energía que según los devotos de la piramidología permitiría realizar una serie
de experimentos sorprendentes, entre los que se encontraban la momificación de
la carne y el
afilado de las hojillas; las joyas y piedras preciosas que se colocaban bajo un modelo de pirámide adquirían todo su brillo y «veían potenciadas sus características taumatúrgicas»; la leche «se transformaba de forma natural en yogur»; el agua dejada «durante treinta y cinco días, si era bebida aliviaba el ardor de estómago; si se usaba como tónico eliminaba las arrugas del rostro; finalmente, si se ponía sobre las heridas tenía un efecto cicatrizante»; las semillas, una vez que habían pasado por «la terapia» y se enterraban, darían origen a plantas más lozanas y sanas; la maduración de la fruta se veía estimulada; las flores vivían un proceso que evitaba la deshidratación y seguían frescas «sin modificar su color»; incluso «la telepatía u otras facultades latentes de clarividencia o paranormales ... se agudizaban tras sólo escasas sesiones».
afilado de las hojillas; las joyas y piedras preciosas que se colocaban bajo un modelo de pirámide adquirían todo su brillo y «veían potenciadas sus características taumatúrgicas»; la leche «se transformaba de forma natural en yogur»; el agua dejada «durante treinta y cinco días, si era bebida aliviaba el ardor de estómago; si se usaba como tónico eliminaba las arrugas del rostro; finalmente, si se ponía sobre las heridas tenía un efecto cicatrizante»; las semillas, una vez que habían pasado por «la terapia» y se enterraban, darían origen a plantas más lozanas y sanas; la maduración de la fruta se veía estimulada; las flores vivían un proceso que evitaba la deshidratación y seguían frescas «sin modificar su color»; incluso «la telepatía u otras facultades latentes de clarividencia o paranormales ... se agudizaban tras sólo escasas sesiones».
Hoy en
día, pequeños modelos de pirámides bañadas en oro se pueden adquirir fácilmente
en las farmacias, en donde se venden como potentes instrumentos terapéuticos. Un
folleto ilustrativo de una empresa de Venecia, la Piramyd Company, especializada
en la comercialización de estos productos, explica que las pirámides «tienen el
poder de crear o capturar en su interior campos de fuerza distintos a los que se pueden dar en
cualquier otro espacio geométrico cerrado. Esto tendría el poder de producir
efectos benéficos sobre el hombre. Veamos otras cosas que se pueden leer en el folleto: ... produce calma,
bienestar y serenidad, es útil contra el insomnio y las alteraciones
psicosomáticas y energetiza todas las células y los órganos del cuerpo humano,
aportando al organismo una renovación y una vitalidad extraordinarias.
Pirámides
especiales dotadas de placas de tipo particular pueden captar una energía
ciento veinte veces superior a la normal, con una notable ampliación y
profundización de las propiedades benéficas, actuando positivamente sobre personas que presentan
numerosas afecciones: artrosis, artritis, astenia, bronquitis, gastritis, gota,
lumbalgias, ciática, reumatismos, fracturas, psoriasis, depresiones, disturbios
psicosomáticos, alcoholismo, etc.
La
pirámide puede asociarse a la bioterapia (o, en su lugar, a la pranoterapia)
con efectos sinérgicos. Dadas sus propiedades de conservación, ayuda a
mantenerse joven por mucho tiempo. El cantante Michael Jackson duerme habitualmente dentro de una de ellas.
Esta
estructura especial se está utilizando incluso por deportistas, ancianos, y por
aquellas personas que quieren mantenerse en forma, y también como cura de
belleza.
La
pirámide sirve, además, para combatir las enfermedades debidas a una carencia
de campo magnético; de hecho, la tierra posee un enorme campo magnético del
orden de 0,2 gauss, que puede presentar notables alteraciones debidas, por ejemplo,
a zonas geopatológicas (véanse a este respecto los estudios llevados a cabo por
el médico Emest Hartmann, de la universidad de Heidelberg), o a cursos de agua
subterránea o yacimientos del subsuelo, y a frecuencias radioeléctricas debidas
a emisiones de radio, televisión, radar y líneas eléctricas de alta tensión. Así
pues, la pirámide forma un un campo magnético benéfico, un espacio ideal para
el hombre.
Se está
utilizando ampliamente por misioneros y monjas católicas en los países del
Tercer mundo para aliviar los sufrimientos de los enfermos, de forma gratuita y
sin ninguna imposición, dada su eficacia y polivalencia, y por su fácil transporte
en zonas inaccesibles y, por consiguiente, no dotadas de energía eléctrica.
Por sus
grandes efectos prodigiosos ha sido rebautizada «la pirámide de los milagros».
No es
necesario decir que todo resulta muy sugestivo y fascinante. Pero, ¿ es todo
verdad?
Verificaciones
del «poder de las pirámides»
El
único modo de saber si las afirmaciones propagandísticas de los vendedores de
pirámides son fiables es enfrentar una de esas pirámides con una hecha de
cartón. Esto es lo que ha hecho Sergio Facchini, biólogo ambiental del Centro de investigaciones biotecnológicas
de Cremona, quien ha publicado sus resultados en Scienza&Paranormale, publicación
del CICAP.
El
doctor Facchini se ha valido de dos pirámides diferentes, la primera de metal
chapada en oro, que tenía una base cuyos lados medían 13 centímetros, adquirida
en un negocio especializado; mientras que la segunda estaba hecha de cartón homogéneo, con
una base de 45 centímetros de lado. El biólogo se mostró especialmente atento a
la hora de respetar, de forma escrupulosa, las proporciones de la Gran pirámide. En lo que respecta
al material para la realización de los modelos, se le aconsejó que utilizara
sustancias homogéneas como la madera, el cristal, cartón no ondulado, tejidos y
plástico; mientras que otras personas consultadas le aconsejaron la utilización
de diversos metales, excluyendo el empleo de plástico, madera y aislantes en
general. Por tal motivo, Facchini decidió trabajar con dos pirámides, una metálica
y otra de material aislante.
Las
recomendaciones que hacen los «expertos» son las siguientes: el objeto debe estar
protegido de las corrientes de aire y alejado de los televisores, ordenadores u
otros objetos metálicos que puedan perturbar el campo magnético; además, ha de situarse de
modo que una de sus caras se encuentre orientada hacia el norte. La última
indicación aconseja que las sustancias que se coloquen en el interior de la pirámide deben ponerse
a un tercio de su altura (en correspondencia con la Cámara del Rey de la Gran
pirámide, en donde «la energía positiva» sería máxima), y que los contenedores utilizados
en el interior no sean de metal, sino más bien de vidrio o de cartón.
La
pirámide de metal utilizada en el experimento disponía incluso de un «concentrador
de energía», indicado a veces como «acelerador». Se trata de un disco «de
aleación especial»
que debía ponerse bajo la muestra en experimentación para atraer más fácilmente las «ondas magnéticas piramidales» y potenciar de este modo los efectos.
que debía ponerse bajo la muestra en experimentación para atraer más fácilmente las «ondas magnéticas piramidales» y potenciar de este modo los efectos.
Dejemos,
pues, hablar directamente al doctor Facchini para que sea él quien nos ilustre
sobre los resultados obtenidos en sus ensayos.
Conservación
de la leche
«Se
dice que la leche conservada en la pirámide se mantiene fresca durante largo
tiempo, incluso varios días, mientras que la muestra de control externo inicia
rápidamente su proceso de fermentación; y que mientras ésta última termina por
alterarse, la que se encuentra dentro de la pirámide sería perfectamente
bebible. Por tanto se ha controlado temporalmente el valor del pH (indicador de
la acidez) de la leche fresca parcialmente descremada, vertida en tres pequeños
contenedores de cristal, con la adición de 0,3 % de leche previamente
fermentada, a fin de lograr una inoculación bacteriana homogénea para todas las
muestras examinadas.»
Se
colocó un primer recipiente en la pirámide más pequeña de metal, desde ahora
indicada simplemente con las letras Pp, un segundo recipiente se introdujo en
la más grande de cartón, a la que se denominará desde ahora PG; mientras que una
tercera parte de la muestra se utilizó como control externo, denominada C. Nos
preocupamos de controlar atentamente la orientación de los modelos y la
disposición del contenedor, colocando su parte media a un tercio de la altura
de la pirámide. El pH inicial era de 6,78 para todas las muestras, y la
temperatura se mantuvo siempre a 27°C. Después de 6 horas se tenía un pH de
6,65-6,64-6,65 (referidos respectivamente a C-PP-PG). Después de 10 horas,
6,58-6,55-6,56; después de 24 horas, 5,13-5,10-5,11; después de 31 horas,
4,76-4,75-4,75; después de 48 horas, 4,46-4,48-4,47.
«Las
pruebas se repitieron, esta vez con leche de larga conservación parcialmente
descremada y sin inoculación; a parte del tiempo más largo para iniciar el
proceso fermentativo, debido a la baja cantidad bacteriana inicial, que estaba motivado
sólo en este caso por el contacto con los recipientes y con el aire, los
resultados nos han proporcionado la misma respuesta, y la ausencia de cualquier
diferencia entre el comportamiento de la leche en las pirámides y el control
externo.»
El
afilamiento de las cuchillas de afeitar
«Colocando
durante algunas semanas las cuchillas usadas dentro de la pirámide, con el lado
más largo orientado a lo largo del eje norte-sur», continúa diciendo el doctor
Facchini en la descripción de sus experimentos, «la energía emitida por la
construcción actuaba reparando las alteraciones y deformaciones del borde. La
prueba fue efectuada durante diez semanas con una cuchilla cuyas alteraciones
en el borde habían sido observadas inicialmente con microscopio estereoscópico,
y claramente evidenciadas; los controles sucesivos, hasta la décima semana, indicaron la ausencia de cualquier variación, aun cuando fuese
mínima, en las alteraciones de sus bordes.»
Sobre
estas supuestas propiedades de las pirámides se realizaron todavía otras
verificaciones. Por ejemplo, en el laboratorio metalúrgico del Instituto
Politécnico Ryerson, de Taranta, Canadá, el doctor Dale Simmons llevó a cabo un
experimento con tres cuchillas nuevas. Una se colocó bajo una pirámide
fabricada por la Toth Pyramid Company de Nueva York, otra bajo una pirámide de
cartón, producida originariamente por los investigadores, y una tercera dejada
al aire libre.?
al aire libre.?
Antes
del experimento, todas las hojillas fueron frotadas diez veces contra las
hebras de un cepillo de dientes, de modo que todas tuvieran el filo igual. Se
tomaron fotografías al microscopio de cada una de ellas.
Después
de siete días se recogieron las cuchillas y fueron nuevamente fotografiadas. Resultado:
el filo de todas las cuchillas, incluida la que se había dejado como control al
aire libre, se había redondeado ligeramente. Por tanto, la pirámide no había ejercido
ningún efecto particular sobre las muestras.
Según
lo que afirma Simmons, dos serían los motivos por los que se habría llegado a
creer que la pirámide restauraba el filo de las cuchillas usadas. Ante todo, hay
que tener en cuenta el factor psicológico: «¿Cuándo se puede decir exactamente
que una cuchilla está agotada? ¿Y cómo puede decir una persona que una cuchilla
dejada en el interior de una pirámide está más afilada que cuando se la
introdujo allí? El juicio no puede ser más que extremadamente subjetivo y, por tanto,
fácilmente manipulable por sus propios deseos de que verdaderamente se afile y
en función de sus expectativas personales ... Además, estas pruebas subjetivas
sobre el afilamiento resultan todavía más imprecisas si tenemos en cuenta un
factor no cuantificable como es la escasa precisión de los recuerdos, dado que
entre el "antes" y el "después" del experimento pasa, generalmente,
algún tiempo.»
Hay que
tener presente un segundo factor, que podríamos definir como de «equilibrio
natural». En la naturaleza, de hecho, existe una tendencia difundida, aunque no
sea universal, que hace retornar las cosas alteradas al estado de equilibrio
anterior. En física esto queda ejemplificado por el principio de Le
Chatelier, que describe el comportamiento de los sistemas químicos que se
encuentran en equilibrio al término de una reacción. Todo intento por cambiar
esta condición, debido, por ejemplo, a una elevación de la temperatura o de la
presión, causa una reacción química que tiende a minimizar ese cambio. En
biología, el mismo fenómeno se patentiza en la homeostasis; o bien en la
tendencia general de los sistemas biológicos, desde los más simples hasta los más
complejos, de mantener un estado de equilibrio dinámico, obtenido mediante un
proceso de autorregulación que permite reunir las condiciones ideales para la
supervivencia. Todo esto vale también para el hecho de que las cuchillas parezcan
más afiladas tras haberlas dejado reposar durante algún tiempo. «Este fenómeno»,
continúa Simmons, «se puede atribuir al movimiento de las moléculas de aire en torno y contra la hoja; un movimiento que ayuda a redondear las partes más
frágiles (es decir, el fílo).»
Germinación
de semillas
Volvamos
ahora a los experimentos del doctor Facchini. Una de las creencias más
difundidas es la de que las semillas que se han introducido en una pirámide germinarán
más deprisa. Veamos cómo ha verificado el biólogo esa afirmación.
«Se ha
procedido a una sencilla prueba de germinación en placas de Petri, utilizando
cien semillas de lechuga por cada placa, y repitiendo el conjunto cuatro veces.
El porcentaje de semillas germinadas (valores medios) al cabo de un día fue del 40,5% para e, 39%
para PP y 40% para PG; al cabo de dos días, 63 % para e, 60,8 % para PP y 64 %
para PG; al cabo de tres días, 73% para e, 69,5% para PP y 71,8% para PG; al cabo de cuatro días,
77% para e, 75 % para PP y 75 % para PG.»
Como es
posible observar, aparte de pequeñas variaciones estadísticas, no se evidencian
fenómenos de ningún tipo. Además ha de señalarse que el departamento de
Horticultura de la universidad de Guelph, en Canadá, ha demostrado que las
pirámides no tienen ningún efecto sobre el crecimiento de las plantas.
Purificación
del agua
Siempre
se dijo por parte de los que sostienen la teoría del «poder de las pirámides»
que la forma piramidal «iníluenciaría en la estructura molecular del agua y,
por consiguiente, impediría la putrefacción del agua contaminada». El doctor
Facchini ha procedido, pues, de la siguiente manera: «Se ha preparado una
solución con 100 milígramos de glucosa por litro, más sales minerales según el
informe previsto por los análisis del BOD (demanda biológica de oxígeno, un análisis
que se efectúa para valorar el consumo de oxígeno del agua contaminada. Rellenando
sucesivamente tres pequeñas vasijas de cristal y añadiendo una cierta cantidad
de azul de metileno, sustancia que se decolara cuando el ambiente del oxidante
se hace reductor, indicando de este modo de forma muy clara el inicio de los
procesos de putrefacción. Con esta prueba, llamada "test de estabilidad
relativa", se debe medir el tiempo necesario para la decoloración de la muestra.
Los resultados han indicado un tiempo de decoloración de 18 horas tanto para C,
como para PP y PG, por lo que no se nota diferencia alguna en el comportamiento
del agua en los tres casos considerados.»
El
caso de la momificación
Entre
los prodigios atribuidos a la pirámide no podía faltar, naturalmente, el de
lograr la momificación de fruta, carne y otras materias orgánicas colocadas en
su interior. Según
algunos, los cuerpos de los antiguos egipcios se habrían conservado hasta nuestros días debido a que habían sido colocados en el interior de las pirámides.
algunos, los cuerpos de los antiguos egipcios se habrían conservado hasta nuestros días debido a que habían sido colocados en el interior de las pirámides.
En
realidad, el excelente estado de conservación de las momias egipcias no tiene
nada que ver con el supuesto «poder de las pirámides», ni mucho menos con las
fantásticas técnicas secretas de embalsamamiento. En parte se debe a las
técnicas de embalsamamiento que estaban en uso en la época, y que los
arqueólogos han logrado reconstruir hasta en sus mínimos detalles; y también en
parte al clima de Egipto. Como informa William H. Stiebing jr. en su magnífica
obra Antiguos astronautas: «El embalsamamiento no fue practicado por los
primeros egipcios. Las sepulturas prehistóricas se efectuaron en tumbas poco
profundas excavadas en el desierto arenoso cercano al Nilo, sin la menor intención de
preservar los cuerpos; sin embargo, en estos cementerios predinásticos, algunos
cadáveres se han conservado incluso mejor que momias más recientes. La arena
caliente y seca del desierto ha drenado los cuerpos, extrayendo de ellos la
humedad antes de que pudiera producirse el proceso de putrefacción, adquiriendo
la piel el aspecto de cuero curtido. Es posible que algunos de estos cuerpos,
momificado s de forma natural, surgieran a la luz cuando se excavaban nuevas tumbas. Esta circunstancia pudiera haber influido
para que los egipcios buscaran medios artificiales de conservación, basándose
en la idea de que, si se podía conservar el cuerpo, el alma del muerto seguiría
viviendo.»
Las
técnicas de embalsamamiento se desarrollaron hacia el final de la III o el
inicio de la IV dinastía, aproximadamente hacia el 2600 a. C. «Los egipcios»,
continúa Stiebing, «descubrieron que el natron, una sal natural que se
encuentra en las presas de El Cairo, absorbía la humedad y, por tanto, podía
conservar los cuerpos como las arenas del desierto. El natron era también ligeramente antiséptico, una cualidad que ayudaba a prevenir
la putrefacción. Después de llevar a cabo muchas pruebas de embalsamamiento,
perfeccionaron sus técnicas y pusieron a punto el método que sería posteriormente adoptado,
con pocas modificaciones, durante los siguientes veinticinco siglos de la
historia egipcia. »
¿Y qué
pasa con nuestros modelitos de pirámide? Según los que las venden «la carne, cortada
en tiras delgadas, se deshidrata mucho más velozmente si se coloca en la
pirámide sobre un recipiente de cristal o de cartón, con el lado más largo orientado
según el eje norte-sur». Para comprobar esta hipótesis, el doctor Facchini ha
colocado sobre tres soportes de cristal rectangular algunas tiras de carne
porcina. «La carne», explica Facchini, «fue cortada con un espesor de cerca de medio
centímetro, y se ha controlado todos los días la pérdida de peso del producto
mediante una balanza de análisis, cuidando mucho la alineación norte-sur de los
soportes y de la pirámide. Los resultados indicaron, después de un día, una pérdida
de peso del 60,4% para e, del 63,1 % para PP y del 62 % para PG, mientras que
después de dos días fue del 67,2 % para e, del 66,8% para PP y del 66,9% para
PG; finalmente, al tercer día los resultados fueron del 68 % para e, del 67,2 %
para PP y del 67,3 % para PG. Se repitió la prueba para confirmar cuanto se
había observado, y sólo se observaron pequeñas variaciones debidas a la
dificultad de disponer de muestras perfectamente homogéneas.»
El
resto, trozos de carne, fruta y otros alimentos perecederos, también se pueden
desecar por medios naturales, sin que tengan que intervenir productos químicos
ni, mucho menos, paranormales, cosa que el CIeAP ha podido verificar muchas
veces.
Encuentro
con una «momificadora paranormal»
Un caso
pintoresco es el de aquella señora de Bolonia que hace algunos años se presentó
en el CICAP afirmando poseer la capacidad de momificar los huevos. Allí relató
su forma de proceder: una vez roto el huevo sobre un platillo le imponía las
manos, a unos 10 centímetros de distancia, durante unos diez minutos, y repetía
la operación todos los días durante una semana. El resultado era sorprendente:
la albúmina se secaba y se volvía transparente como el celuloide, y la yema
dura como la goma. No había rastro de mohos, olores desagradables ni el menor
signo de descomposición. Dado que estábamos muy impresionados, le propusimos a
la
señora un sencillo test: romper una docena de huevos en otros tantos platillos, «tratando» un par de ellos, para poder comparados con los otros.
señora un sencillo test: romper una docena de huevos en otros tantos platillos, «tratando» un par de ellos, para poder comparados con los otros.
La
señora aceptó, pero afirmó que la habitación en la que nos encontrábamos estaba
«saturada de sus vibraciones», y que este motivo era suficiente para que se
produjese la momificación de cualquier cosa. Preparamos, pues, otra habitación en la cual la
señora no había entrado, y en la que se procedió al «tratamiento» de dos huevos
escogidos al azar de los doce que habíamos llevado, numerándolos todos y dejándolos después en
reposo durante cinco días, en las mismas condiciones de humedad y temperatura.
Al
término del periodo de reposo, se llamó a algunos jueces independientes para
que pudieran evaluar si se habían producido diferencias entre los huevos. No se
había producido ninguna: sorprendentemente todos los huevos se habían secado
del mismo modo. Ninguno despedía olor desagradable, ni estaba enmohecido o corrompido.
Cuando se informó a la señora de este resultado, se declaró sorprendida, pero
feliz: «i Entonces es una maravillosa capacidad que poseemos todos nosotros! ¡Podremos hacemos mucho bien los unos a los otros!» Cuando
le explicamos que, según nuestra opinión, se trataba de un proceso de
deshidratación del todo natural, no pareció muy convencida: «¡Sin embargo un
profesor me ha asegurado que tengo poderes; mi electroencefalograma es muy rico
en ondas" semilalfa!»
En
efecto, estamos acostumbrados a pensar que la materia orgánica se deteriora
fácilmente, y creemos que las carnes y las verduras deben conservarse en el
frigorífico o en el congelador. Pero la momificación no es otra cosa que una deshidratación,
la pérdida de agua de los tejidos; en otras palabras, un resecamiento. En
condiciones particulares de temperatura elevada, baja humedad y ventilación,
los organismos muertos, aunque sean de dimensiones notables, pueden
deshidratarse bastante velozmente y momificarse de forma espontánea, sin que se
produzca descomposición alguna. Este fenómeno se produce a menudo en animales que
mueren en zonas desérticas, pero también en cuerpos sepultados en cementerios
que tienen una determinada calidad de tierra, y en difuntos colocados en
sarcófagos o en criptas dotadas de determinado tipo de microclima. En Italia tenemos
ejemplos famosos, entre los que se encuentran las catacumbas del convento de
los Capuchinos, de Palermo, el cementerio de momias de Urbania (Pesaro), y la
capilla de San Miguel, en Venzone (Udine).
Volviendo
a experiencias más comunes, como aquellas que se pueden verificar con los
pequeños modelos de pirámide, está claro que además de los factores ya citados
de temperatura y humedad del ambiente, hemos considerado otros como la
información sobre peso-superficie, el porcentaje de agua y otras
características consustanciales de las muestras causantes de que algunos productos se momifiquen más fácilmente que otros. En
ocasiones se pueden encontrar, por ejemplo, en algún rincón olvidado de la
casa, viejos limones completamente secos, ligeros como cartón; tampoco resulta difícil
obtenerlos incluso de forma intencionada si se dispone de un lugar caliente y
seco. Y, por supuesto, no hay que olvidarse del antiguo arte de conservar
alimentos secos, como la fruta, los hongos, la carne y otras cosas.
Los
rayos cósmicos del premio Nobel
¿Qué
cosa decir ahora de las revelaciones hechas por el premio Nobel, Luis Álvarez?
Tratemos antes de nada de intentar comprender lo que sucedió en aquella ocasión.
En 1968, Álvarez dirigió una expedición de científicos egipcios y estadounidenses
a la pirámide de Kefrén (Chefren). El objetivo de la expedición era colocar un
revelador de rayos cósmicos en la cámara de la pirámide.
Basándose
en el hecho de que los rayos viajan a velocidad diferente a través de la piedra
y del aire, se esperaba que la lectura del revelador indicase la existencia de
otras estancias o pasajes todavía no descubiertos.
Una vez
insertados los datos proporcionados por el instrumento en un elaborador
electrónico para proceder a su análisis no se logró darles sentido alguno. Uno
de los investigadores egipcios fue entrevistado por algunos periodistas presentes
en el lugar, e hizo algunas declaraciones privadas de fundamento científico
pero que fueron rápidamente publicadas por todos los periódicos y que, todavía
ahora, son reproducidas por aquellas publicaciones que se ocupan de los «misterios»
de las pirámides. Alan Landsburg, en un libro de los años 70, narra los hechos,
de forma distorsionada y superficial, de la siguiente manera: «El doctor
Álvarez no llegó a descubrir cuál era exactamente el problema. El contador de rayos
cósmicos parecía enloquecer cada vez que se intentaba utilizarlo dentro de la
pirámide, por lo que se decidió finalmente pararlo. Desde entonces cabe preguntarse
si no existe dentro de aquella montaña de piedra, alguna cosa que se encuentre
sellada, y que todavía sigue emanando (¿o atrayendo?) un cierto tipo de rayos o de ondas.”
Las
cosas, en realidad, son diametralmente distintas porque finalmente fue
descubierta la causa de las confusas alteraciones del revelador. Debido a las
reducidas dimensiones del pasaje que conduce a la cámara de la pirámide, se había
decidido utilizar para la relevación de los rayos cósmicos dos pequeñas «cámaras
de chispa» y sólo una grande. El problema, que entonces no fue previsto, era
que una vez que se conectaran con aquella, las dos cámaras no aportarían ninguna
lectura; además, el neón utilizado en el interior de la cámara se encontraba
contaminado. Una vez que se llenaron las cámaras con nuevo neón, las máquinas
volvieron a
funcionar, proporcionando la lectura prevista."
funcionar, proporcionando la lectura prevista."
Así
pues, Álvarez no había descubierto ninguna fuerza misteriosa en el interior de
la pirámide; simplemente se había producido un fallo en las máquinas; y, tras
haberlas reparado, podría haberse continuado el trabajo como estaba previsto, pero
lo que todavía se sigue diciendo hoy del trabajo realizado por Álvarez en la
pirámide de Kefrén, es la repetición exclusiva de aquellos primeros comentarios
equivocados de los periodistas.
LOS GRANDES MISTERIOS DE LA HISTORIA.
MASSIMO POLIDORO.
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