domingo, 25 de octubre de 2015

ENCÍCLICAS RENOVADORAS.

             Las encíclicas, consideradas los documentos más importantes redactados por los pontífices, son cartas solemnes destinadas a obispos y fieles católicos de todo el mundo. Su origen lo encontramos en las epístolas del Nuevo Testamento y su contenido aborda temas religiosos, sociales, morales y éticos que más de una vez han sido objeto de debate.

             Habitualmente están escritas en latín, idioma oficial de la Santa Sede, aunque se traducen a otras lenguas del mundo.

             La primera encíclica de la historia fue firmada por Benedicto XIV en 1740, quien tras ser elegido, publicó Ubi primum, escrito que explicaba la función de los obispos. En los últimos doscientos años, la Iglesia católica ha publicado un total de 297 encíclicas (2015) algunas de las cuales han marcado el curso de la historia por su patente carácter social y político evidenciando errores y condenando tendencias o movimientos. Tal fue el caso de Rerum novarum. escrita por Leon XIII en 1891, y en la que denunciaba las deplorables condiciones de trabajo de la clase obrera en plena Revolución industrial. "Es difícil realmente determinar los derechos y deberes dentro de los cuales hayan de mantenerse los ricos y los proletarios, los que aportan el capital y los que ponen el trabajo. Es discusión peligrosa, porque de ella se sirven con frecuencia hombres turbulentos y astutos para torcer el juicio de la verdad y para incitar sediciosamente a las turbas. Sin embargo, vemos claramente, cosa en que todos convienen, que es urgente proveer de la manera oportuna al bien de las gentes de condición humilde, pues es mayoría la que se debate indecorosamente en una situación miserable y calamitosa". La misiva tuvo tal impacto que transformó las relaciones de trabajo en aquella sociedad, dando lugar a la Carta Magna del Trabajo, un documento en el que la Iglesia pedía que se respetaran los derechos al trabajo, a la propiedad, a la subsistencia de la familia, y recordaba al estado su deber de intervenir en la solución de los problemas sociales. Además, se crearon sindicatos y asociaciones obreras de inspiración cristiana en Alemania, Bélgica, Holanda, España y Francia.

               Otras encíclicas influyentes han sido Pacem in terris (Paz en la tierra) de Juan XXIII, escrita en 1963, durante la Guerra Fría. El texto alentaba la paz entre todas las naciones y condenaba la carrera armamentística. "Es imposible pensar que en la era atómica la guerra pueda ser utilizada como instrumento de justicia", afirmaba Juan XXIII.

              Populorum progressio fue otra encíclica de índole social elaborada por Pablo VI, y publicada en 1967, sobre el "progreso de los pueblos". En esta, la Iglesia afirmaba que solo con el desarrollo social se puede alcanzar la paz entre los pueblos. Sobre la globalización trata la tercera encíclica de Benedicto XVI, Caritas in veritate, vinculada a Popularum Progressio (1967) de Pablo VI y a la Centesimus Annus (1991) de Juan Pablo II, dedicadas a examinar la globalización y a gobernar con ética creando una nueva autoridad política mundial basada en la solidaridad y en la caridad. Una de las encíclicas más comprometidas con su tiempo fue Mit brennender Sorge (Con ardiente inquietud) del papa Pío XI, publicada el 14 de marzo de 1937.  Abordaba la situación de la Iglesia en la Alemania Nazi e hizo frente al temido régimen de Hitler. "Todo el que tome la raza, o el pueblo, o el Estado, o una forma determinada del Estado, o los representantes del poder estatal u otros elementos fundamentales de la sociedad humana [...] y los divinice con culto idolátrico, pervierte y falsifica el orden creado e impuesto por Dios", advertía Pio XI en tono crítico respecto a los tintes religiosos y las teorías raciales del régimen nacionalsocialista alemán. Sorprendentemente, pese a la réplica que inmediatamente dio el órgano oficial del Partido Nazi, Joseph Goebbels, el ministro alemán de propaganda, decidió ignorar dicha encíclica.

               "La religión es un sistema de creencias institucionalizadas que tiene el poder de motivar y orientar la conducta del individuo. La religión sirve para mantener y fomentar la siempre precaria integración de los sistemas sociales y desarrolla una función positiva de significado absoluto de la existencia", afirma el sociólogo norteamericano Talcott Parsons, mientras que el filósofo alemán Karl Marx se refiere a la religión como "una ideología fabricada para cubrir la inmoral e injusta estructura socioeconómica [...]  una aceptación resignada de las relaciones serviles y el sometimiento al patrón, que actúa como la más absoluta de las divinidades".  Ambas visiones podrían explicar por qué el cristianismo, y con este la figura del papa, han perdurado hasta nuestros días. Como ya se ha visto en el presente artículo, desde sus inicios, el papel preponderante de los pontífices, no solo en el ámbito religioso, sino en el social, político y económico, ha propiciado numerosos cambios en las sociedades, superando con creces las expectativas de Constantino I y Teodosio I cuando se legaliza (año 313 d.C) e implanta (año 380 d.C) respectivamente el cristianismo como culto oficial del imperio romano. 

              Solo el tiempo dirá si esta religión y sus gobernantes mantienen su influencia sobre las sociedades del futuro.

              

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