Un don espiritual (Marcos 16:17; Hechos 2:1-13;
10:44-46; 19:6; 1 Corintios 12, 14) que apareció el día de Pentecostés con el
derramamiento del Espíritu Santo sobre los creyentes reunidos (Hechos
2:1-13). El fenómeno externo anunciando la venida del Espíritu Santo fue
seguido por el llenado interno de todos los que estaban reunidos allí. El
resultado inmediato fue que ellos comenzaron a hablar en distintas lenguas.
Comenzaron implica que el fenómeno registrado fue ahora impartido y que
después se repitió (cf. Hechos 8:17, 18; 10:44-46; 19:6). El contexto deja
en claro que distintas lenguas significa lenguas diferentes de las de los que
hablaban y, por implicación, previamente desconocidas por éstos, para
asombro de la multitud venida de muchas tierras. El asombro era causado por
el hecho de que galileos pudieran hablar estas distintas lenguas; las expresiones
eran alabanzas a Dios (Hechos 2:11; 10:46). El don no tuvo por designio
meramente facilitar la predicción del evangelio; el mensaje en 2:14-36 no fue
dado en más de un idioma. No hay una instancia expresa en el NT de que este
don fuera utilizado para evangelizar a otros. No hay indicaciones de que los
3.000 convertidos en Pentecostés recibieran el don.
No se dice que los samaritanos recibieran este don cuando les fue impartido el
Espíritu, pero el pedido de Simón de comprar el poder para dar el Espíritu
indica que algunas manifestaciones externas habían resultado (Hechos
8:14-19). El fenómeno pentecostal claramente apareció de nuevo cuando el
Espíritu Santo fue derramado sobre los gentiles en la casa de Cornelio
( Hechos 10:44-46). Aquí sirvió nuevamente como señal milagrosa de la
aprobación divina y aceptación de estos creyentes gentiles (Hechos 11:15-
17; 15:7-9). La presencia del fenómeno en relación con los 12 discípulos en
Efeso (Hechos 19:6), que dispencionalmente estaban antes de Pentecostés,
señaló la plena incorporación de este grupo a la iglesia y autenticó la enseñanza
de Pablo.
El don de lenguas es mencionado por Pablo como uno de los dones espirituales tan generosamente otorgados a los creyentes corintios. La reacción de ellos a este don motivó la discusión de Pablo sobre la variedad de dones. Son enumerados, comparados y evaluados según su utilidad para la iglesia. El da dos veces la lista de los dones, y coloca las lenguas y su interpretación al final mismo de la escala (1 Corintios 12:8-10, 28-30), reprendiendo así la impropia evaluación por los corintios de este don espectacular. El recalcó el valor comparativo de lenguas y profecía insistiendo que cinco palabras con sentido dichas en la iglesia eran de más valor que diez mil palabras en una lengua no entendida (1 Corintios 14:19). Pablo sintió que era necesario reglamentar el uso de lenguas en sus asambleas; el lugar ideal para este ejercicio era uno privado (1 Corintios 14:28). Pablo insistió que no más de dos o tres hablasen en lenguas, y que lo hiciesen por turno, y uno debía interpretar. Nadie debía hablar en lenguas si no había un intérprete presente ( 1 Corintios 14:27, 28). Hablar en lenguas no era prohibido (1 Corintios 14:39) pero la predicación inteligente en palabras comprensibles era muy superior. El insistió además que las mujeres no debían hablar en sus reuniones (1 Corintios 14:34). Se sostienen dos puntos de vista en cuanto a la exacta naturaleza de las lenguas corintias. Uno sostiene que eran idiomas extranjeros que quienes los hablaban eran capacitados milagrosamente para hacerlo sin haberlos aprendido previamente. Este punto de vista es requerido por Hechos 2:1-13, a no ser que se sostenga que los dos fenómenos son totalmente distintos. El que eran expresiones inteligibles es exigido por el hecho de que podían ser interpretadas, y eran instrumentos de oración, alabanza y acciones de gracias (1 Corintios 14:14-17).
Los comentaristas modernos, sin embargo, sostienen generalmente que las lenguas corintias no eran las mismas que las lenguas en Pentecostés, sino que eran transportes extáticos de oración y alabanza, en los cuales las expresiones se tornaban a menudo anormales e incoherentes, y que la conexión con la actividad intelectual consciente del que hablaba era suspendida. Se sostiene que las expresiones eran incomprensibles tanto para el orador como para los oyentes (1 Corintios 14:14), y que la edificación resultante era sólo emocional (1 Corintios 14:4). Pero 1 Corintios 14:4 puede significar solamente que el entendimiento de la persona era sin fruto para los demás. Sus defensores sostienen además que este criterio está indicado por el hecho de que la interpretación era también un don especial (1 Corintios 12:10).
De 1 Corintios 14:27, 28 surge con claridad que este hablar en lenguas no era incontrolable. Era muy distinto al frenesí que caracterizaba algunos ritos paganos, en los que el orador perdía el control tanto de la razón como del poder de la voluntad. Cualquier manifestación de lenguas que no está bajo el control del que las habla es por tanto sospechable (1 Corintios 14:32).
El don de lenguas es mencionado por Pablo como uno de los dones espirituales tan generosamente otorgados a los creyentes corintios. La reacción de ellos a este don motivó la discusión de Pablo sobre la variedad de dones. Son enumerados, comparados y evaluados según su utilidad para la iglesia. El da dos veces la lista de los dones, y coloca las lenguas y su interpretación al final mismo de la escala (1 Corintios 12:8-10, 28-30), reprendiendo así la impropia evaluación por los corintios de este don espectacular. El recalcó el valor comparativo de lenguas y profecía insistiendo que cinco palabras con sentido dichas en la iglesia eran de más valor que diez mil palabras en una lengua no entendida (1 Corintios 14:19). Pablo sintió que era necesario reglamentar el uso de lenguas en sus asambleas; el lugar ideal para este ejercicio era uno privado (1 Corintios 14:28). Pablo insistió que no más de dos o tres hablasen en lenguas, y que lo hiciesen por turno, y uno debía interpretar. Nadie debía hablar en lenguas si no había un intérprete presente ( 1 Corintios 14:27, 28). Hablar en lenguas no era prohibido (1 Corintios 14:39) pero la predicación inteligente en palabras comprensibles era muy superior. El insistió además que las mujeres no debían hablar en sus reuniones (1 Corintios 14:34). Se sostienen dos puntos de vista en cuanto a la exacta naturaleza de las lenguas corintias. Uno sostiene que eran idiomas extranjeros que quienes los hablaban eran capacitados milagrosamente para hacerlo sin haberlos aprendido previamente. Este punto de vista es requerido por Hechos 2:1-13, a no ser que se sostenga que los dos fenómenos son totalmente distintos. El que eran expresiones inteligibles es exigido por el hecho de que podían ser interpretadas, y eran instrumentos de oración, alabanza y acciones de gracias (1 Corintios 14:14-17).
Los comentaristas modernos, sin embargo, sostienen generalmente que las lenguas corintias no eran las mismas que las lenguas en Pentecostés, sino que eran transportes extáticos de oración y alabanza, en los cuales las expresiones se tornaban a menudo anormales e incoherentes, y que la conexión con la actividad intelectual consciente del que hablaba era suspendida. Se sostiene que las expresiones eran incomprensibles tanto para el orador como para los oyentes (1 Corintios 14:14), y que la edificación resultante era sólo emocional (1 Corintios 14:4). Pero 1 Corintios 14:4 puede significar solamente que el entendimiento de la persona era sin fruto para los demás. Sus defensores sostienen además que este criterio está indicado por el hecho de que la interpretación era también un don especial (1 Corintios 12:10).
De 1 Corintios 14:27, 28 surge con claridad que este hablar en lenguas no era incontrolable. Era muy distinto al frenesí que caracterizaba algunos ritos paganos, en los que el orador perdía el control tanto de la razón como del poder de la voluntad. Cualquier manifestación de lenguas que no está bajo el control del que las habla es por tanto sospechable (1 Corintios 14:32).
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