Los indios profesaban un profundo respeto hacia la naturaleza. Creían que la armonía con la naturaleza era necesaria para evitar la muerte y el dolor. La tierra, el aire, los seres vivos y el agua eran compartidos por todo el grupo y nadie podía poseerlos de forma individual.
El indio no podía entender la mentalidad del blanco, su deseo de propiedad de la tierra, su necesidad de acumular riquezas.
De lo que sí eran conscientes los indios era de que esta conducta codiciosa tendría como consecuencia el exterminio de un modo de vida que ellos habían mantenido durante miles de años, una reflexión basada en el respeto a las tradiciones y dotada de sentido en cuanto a la supervivencia del grupo.
Alce Negro, el sioux que con solo trece años presenció la batalla en la que los sioux aniquilaron a las tropas americanas, expone en esta plegaria la visión que tuvo cuando era niño y cómo marcó los pasos de su vida:
«Ancestro, Gran Espíritu, mírame de nuevo, a mí que estoy en la tierra e inclínate para oír mi débil voz. Tú viviste primero y eres anterior a todas las necesidades, más antiguo que la plegaria. Todas las cosas te pertenecen, bípedos, cuadrúpedos, lo que tiene alas y lo que es verde y está vivo. Tú has puesto en orden el mundo para que los poderes de los cuatro puntos de la tierra se crucen unos con otros. Tú me has hecho cruzar el buen camino y el camino de las dificultades, y donde se entrecruzan, lugar sagrado. Día tras día, por siempre, eres la vida de todo. ¡Escucha! Inclínate para oír mi débil voz. En el centro el círculo sagrado, llorando, Gran Espíritu, Ancestro, tengo que decir que el árbol nunca floreció, que el árbol se marchitó. De nuevo, recuerdo la gran visión que me diste. Quizá alguna pequeña raíz del árbol todavía esté viva, entonces nútrela para que pueda echar hojas y florecer y llenarse de aves cantoras. Escúchame para que la gente pueda una vez más encontrar el buen camino y el árbol protector [...]. Los Seis Ancestros han colocado muchos seres en este mundo y todos deben ser felices. Todos los seres pequeños han sido enviados por alguna razón, y en ellos debe perdurar la felicidad y el poder de hacer felices a otros, porque este era el deseo de los Abuelos del Mundo.»
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