"Entre el siglo IX y X tres mujeres dominaron Roma y los destinos de la Iglesia: Ageltrude, Teodora y Marozia. Fue una época turbulenta en que, en el espacio de 40 años, hubo 15 papas en el trono de Pedro". Así dibujó ayer en el Club FARO el periodista y escritor Alfonso Palomares (ex presidente de la agencia EFE, ex director de periódicos y de la Casa de Galicia en Madrid), tras ser presentado por José María Fonseca Moretón, director de la bodega Terras Gaudas.
Palomares habló de un tiempo en que, según una de sus fuentes, el monje Benedetto de San Andrea, "Roma fue subyugada por manos femeninas". Es un período, según contó, entre finales del siglo IX y comienzos del X (892 y 932), los llamados "siglos oscuros", en que tres mujeres dominaron el papado y ocuparon el supremo pontificado los conocidos como "papas de hierro".
El periodista acaba de publicar en Edhasa "El evangelio de Venus", una novela histórica en que recrea esa etapa. En ese largo proceso de toma de datos sobre esa etapa, entre lectura y lectura, al periodista le llamó la atención el juicio que se había llevado a cabo en la basílica de san Juan de Letrán en el año 897 al cadáver del papa Formoso I. Su sucesor, Esteban VI, tuvo que desenterrarlo 9 meses después de su muerte obligado por la emperatriz Ageltrude de Spoleto, hacerlo vestir con indumentaria pontifical y someterlo al juicio".
Siguiendo los textos del arzobispo de Cremona, contemporáneo tardío de los hechos, Ageltrude era una de las tres mujeres que dominaron Roma y los destinos de la Iglesia. Las otras dos, Teodora y su hija Marozia, libraron según Palomares una batalla descarnada por el poder, intrigaron con todas las armas puestas a su disposición para ejercer un dominio sobre el papado.
El periodista leyó una afirmación sobre madre e hija vertida por el citado arzobispo de Cremona, Liutprando, que como hombre devoto odiaba cordialmente a las tres. "Teodora y su hija Marozia eran más dadas a quemarse en los fuegos de Venus que a seguir los evangelios de Nuestro Señor Jesucristo... Marozia engendró con el papa Sergio, en adulterio, a Juan, al que con el tiempo su madre situó a la cabeza de la iglesia de Roma y de la cristiandad".
Según Palomares "ellas ocupaban el escenario de una manera viril. No dudaban en ordenar venenos o espadas. Mandaban de forma directa. Rompieron con los tabúes de la virginidad y manejaron con destreza la sensualidad de sus cuerpos. Sin embargo tengo que hacer una observación; estas mujeres apoyaban el poder en la referencia e un hombre, aunque fuera para que le sirviera de peana".
¿Y cómo era la sociedad de ese tiempo entre el siglo IX y X? "Según muchos testimonios -dijo- los monumentos antiguos derruidos suministraban adornos que podían apetecerse para las iglesias y palacios de nueva construcción ; podemos suponer que en ese siglo casi todas las casas importantes de embellecían con restos de monumentos antiguos desmantelados, y así sería en los palacios de Teodora y Marozia aunque no queda el más mínimo rastro de aquella grandeza".
"Las dos mujeres, Teodora y Marozia -continuó- tenían bien controlado el poder civil y religioso de Roma. Nombraron a dos papas sumisos y al cabo de tres años, Teodora con la colaboración inevitable del Espíritu Santo nombró papa a su amante Juan de Tossignano, arzobispo de Ravena. En paralelo Marozia, su hija, seducía al guerrero más famoso de la época, Alberico, vivió con él sin casarse tres años y terminó casándose por presiones del papa amigo de su madre".
Las palabras de Palomares narrando aquel tiempo mantenían al público expectante por la intensidad vital de aquellas mujeres. "Marozia nombró a dos papas a su antojo y dio el golpe definitivo elevando al Solio Pontificio a su hijo Juan, fruto de sus encendidos amores con Sergio III. Cuando Marozia cumplió los 15 años Sergio llevaba dos de papa. Luego casaría con el rey Hugo de Provenza y Marozia le entrega como dote la ciudad de Roma..."
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Procura comentar con libertad y con respeto. Este blog es gratuito, no hacemos publicidad y está puesto totalmente a vuestra disposición. Pero pedimos todo el respeto del mundo a todo el mundo. Gracias.