La huida de las ratas cuenta cómo el Vaticano y España ayudaron a salir de Europa a muchos responsables del Holocausto.
Importantes criminales de guerra nazis se escondieron o huyeron de Europa cuando el final de la guerra comenzaba a ser una realidad, ayudados, en muchos casos, por el Vaticano, el Gobierno de Franco, el de Perón o el estadounidense. Eric Frattinisigue la pista a una docena de ellos en La huida de las ratas (Temas de Hoy). El escritor y periodista rastrea la huida de doce nazis, uno por capítulo: Adolf Eichmann, el arquitecto del Holocausto, Josef Mengele, el Ángel de la muerte de Auschwitz, Klaus Barbie, el carnicero de Lyon o Gustav Wagner, la bestia de Sobibor. Los ha elegido por la importancia de los personajes dentro de la jerarquía nazi; por ser historias que siguió personalmente cuando trabajaba de corresponsal en Jerusalén; o por la singularidad del caso, como ocurre con Hermine Braunsteiner, la única mujer del libro, conocida como la yegua de Majdanek, "que se divertía matando niños pateándoles la cabeza y que huyó casándose con un soldado americano".
La vía más elegida por los nazis fue el conocido como Pasillo Vaticano, un entramado articulado desde la Santa Sede por el que los criminales de guerra pasaban por distintas instituciones religiosas de Milán o Roma para, posteriormente, dar el salto a Génova y desde allí embarcarse hacia Sudamérica u Oriente medio. Las otras dos opciones de huida eran la Ruta de la Araña, que pasaba por España, y la Ruta Libertad, hacia Estados Unidos a través de Canadá.
Se calcula que escaparon entre 74 mil y 157 mil criminales de guerra relacionados con el Holocausto. Fueron juzgados cerca de cuatro mil –de los que casi 250 fueron ejecutados por crímenes de guerra–.
PREGUNTA. De las tres vías principales que usaron los nazis para evitar el enjuiciamiento, el preferido fue el Pasillo del Vaticano. ¿Había una complicidad ideológica de los religiosos?
RESPUESTA. Sí, absoluta. Principalmente porque el Papa Pío XII temía a Stalin más que a Hitler. Tenía pánico a que, después de la guerra, los comunistas pudieran hacerse con el poder en Italia o Grecia. Hubo un tema ideológico para ayudar a escapar a esta gente. El jefe de la red era monseñor Giovanni Battista Montini. La contrainteligencia militar estadounidense advirtió en un informe especial de que Montini estaba ayudando a escapar a criminales de guerra nazis. Ese tal Montini después fue Pablo VI.
Eric Frattini, escritor y periodista
P. Consideraron a Hitler "el mejor arma para acabar con el demonio bolchevique". ¿Daba igual a qué precio?
R. Absolutamente. Entregaron papeles falsos a un tipo como Adolf Eichmann, acusado de ser el responsable de seis millones de muertos, o a Josef Mengele. Era una red muy bien establecida a través de Génova.
P. ¿Fue la Iglesia como institución cómplice de los nazis o fueron los religiosos de forma particular?
R. Había una gran cantidad de líderes religiosos, cardenales ultraconservadores, que estaban implicados en la red de evasión, entre ellos el cardenal francés Eugène Tisserant, un anticomunista ferviente; o Montini, número dos del Vaticano. Eran cargos muy altos. No sé si el Vaticano lo sabía pero altos cargos sí que ayudaron a huir a los nazis y los documentos que lo prueban están en el libro.
P. En 1998, el Vaticano pidió perdón público pero exculpó al Papa Pío XII y a la jerarquía católica de aquellos años. ¿El arrepentimiento supuso la aceptación de su implicación?
R. Fue un nuevo intento de limpieza del Vaticano, como cuando han pedido perdón públicamente por los casos de pederastia. Es más un tema de la época que les toca vivir que un real arrepentimiento.
P. El obispo Alois Hudal, conocido como el obispo negro, decía que el nazismo "desplegaba una poderosa cultura cristiana". ¿Cómo sostuvieron esta afirmación?
R. Se llevaron un gran chasco. Muchos líderes vaticanos pensaban que Hitler era otra cosa, que no era fácil de controlar. Pacelli (Pio XII) era muy pro alemán, vivió el crecimiento del nacionalsocialismo como embajador de la Santa Sede y pensó erróneamente que Hitler no iba a ser el monstruo en el que después se convirtió. Hitler firmó un tratado que decía que iba a imponer la libertad religiosa en Alemania y luego fueron perseguidos judíos, católicos, mormones, testigos de Jehová... Se volvió contra ellos. La única religión aceptada era la del partido nacionalsocialista. Aparte, hubo muchos líderes vaticanos que eran abiertamente nazis, como Krunoslav Draganovic o Stepinac.
P. La Ruta de la Araña pasaba por Galicia. ¿Qué responsabilidad tuvo España?
R. Una responsabilidad baja. Franco dio asistencia a líderes nazis sin mucha responsabilidad en el Holocausto. Más bien a líderes que habían pertenecido al sistema de inteligencia alemán. Dio refugio a Pattist, un holandés que vivió muchos años en Asturias, pero no dio refugio a lideres nazis de primer línea.
P. Hasta la década de los 70, EEUU no dejó de ser un refugio para los criminales de guerra nazis que trataban de evitar el enjuiciamiento. ¿Qué cambió entonces? ¿La presión social?
R. Sí. El New York Times comenzó a publicar información de muchos criminales de guerra nazis refugiados en Estados Unidos, como Hermine Braunsteiner, que vivía como una digna ama de casa en Nueva Jersey; o John Demjanjuk, responsable de la muerte de más de 27.000 personas en Sobibor, y trabajaba para una firma automovilística en Detroit. Ahí se dieron cuenta de que se les habían colado muchos nazis en el sistema de refugiados, más los que protegieron porque eran científicos.
P. ¿Se intentaron silenciar estas rutas?
R. Durante muchos años sí. Con Bill Clinton, el gobierno estadouniodense pidió perdón al gobierno de Francia por haber tenido en nómina de la CIA a Klaus Barbie, el carnicero de Lyon que mató a Jean Moulin, líder de la resistencia francesa.
P. Hoy en día, ¿es difícil seguir su rastro?
R. De los que tuvieron menos importancia en los crímenes sí, de los grandes líderes nazis no. Tienes por ejemplo la Comisión para el Esclarecimiento de las Actividades del Nazismo en la República Argentina (CEANA), con todos los archivos abiertos y disponibles, gracias a la que se sabe que Eichmann o Mengele acabaron en Argentina.
P. ¿Se ha perseguido a estos criminales con suficiente firmeza?
R. No, rotundamente. Alemania fue muy suave a la hora de juzgar. Principalmente porque después de la guerra mucha gente del gabinete de Konrad Adenauer eran miembros del partido nacionalsocialista. También fiscales y jueces. Los guardias de Auschwitz fueron condenados a cinco años; los médicos de Auschwitz, algunos fueron absueltos y otros condenados a dos años y medio. Ridículo para lo que hicieron. Franz Stangl, al que llamaban la muerte blanca, fue condenado a siete años de prisión por 859.000 asesinatos. A Alemania le importaba más en ese momento la Guerra Fría que empezaba. Israel fue mucho más expeditivo. Cogió a Eichmann, lo condenó a muerte y lo ejecutó en la horca.
P. Hubo casos, como el de Hermine Braunsteiner, que cumplió condena en una residencia de ancianos porque el tribunal que la condenó se apiadó de ella. ¿Qué opinión merece?
R. Es historia y así fue la historia.
P. Quedan pocos supervivientes. ¿Está en peligro la memoria de las víctimas?
R. Se calcula que al año se publican 11.000 títulos en todo el mundo relacionados con el partido nacionalsocialista, es una etapa histórica que sigue interesando. Soy un defensor acérrimo de que los campos de concentración permanezcan en pie para que las generaciones venideras sean conscientes de lo que hizo un pueblo como el alemán hace solo 70 años y sigan diciendo "qué horror".
P. Estamos viviendo un auge de los populismos en toda Europa. ¿Corremos un riesgo real de que vuelva a suceder?
R. Sí y hay que evitarlo. Hace poco, un amigo periodista que vive en Alemania y que está casado con una extranjera me contó que, en un autobús, una señora alemana le gritó "zorra extranjera" y se sorprendió cuando ellos le contestaron en alemán. Hay hijos y nietos de aquellos que mataron a millones de persones en Alemania y hay que vigilarlos. El propio pueblo alemán tiene mecanismos muy importantes para evitar que eso vuelva a suceder. Por eso, toda la iconografía nazi está prohibida y la Oficina Federal para la Protección de la Constitución (BfV) tiene un departamento importantísimo para vigilar al neonazismo. Sin embargo, el tema de la inmigración sin control está haciendo que en Austria salga adelante un partido neonazi o que en Italia salga un partido de extrema derecha que es contrario a la inmigración.
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