En el principio de todas las cosas la Madre Tierra
emergió del Caos y, mientras dormía, dio a luz a su hijo Urano.
Contemplándola tiernamente desde las montañas, él derramó una lluvia
fértil sobre sus hendiduras secretas, y ella produjo hierbas, flores y
árboles, con los animales y las aves adecuados para cada planta. La
misma lluvia hizo que corrieran los ríos y llenó de agua los lugares
huecos, creando así los lagos y los mares.
Los primeros hijos de
la Madre Tierra, de forma semihumana, fueron los gigantes de cien manos
llamados Briareo, Giges y Coto. Luego aparecieron los vientos salvajes y
los tres feroces Cíclopes de un solo ojo, constructores de murallas
gigantescas y maestros herreros, a cuyos hijos encontró Odiseo en
Sicilia. Se llamaban Brontes, Estéropes y Arges, y sus espíritus habitan
en las cavernas del volcán Etna desde que Apolo los mató en venganza
por la muerte de Asclepio.
Los libios, sin
embargo, afirman que Garamantes nació antes que los de cien manos y que,
cuando surgió de la llanura, ofreció a la Madre Tierra un sacrificio de
bellotas dulces.
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