Diadema de Mones (también llamada de Ribadeo). Madrid, Museo Arqueológico Nacional.
El
elemento más coincidente entre los pueblos indoeuropeos es la lengua, lo
que ha permitido encontrar raíces comunes. Se pensó que si «madre» se
decía mater en latín y griego, matar entre los indios y los iranios, mati entre los eslavos, móte entre los lituanos, mothir entre los germanos y mathir
entre los celtas, era muy probable que ese parentesco se pudiera
encontrar también en otros aspectos, por ejemplo, en la religión. Una
palabra similar en las diferentes lenguas de estos pueblos es la que
sirve para nombrar a dios. Los romanos lo llamaron deus, en la India deva, en Irán daeva, los lituanos denominaban Dievas al soberano del cielo, los griegos diós. Son palabras muy parecidas que no podían ser fruto de la casualidad.
También
algunos ritos o costumbres contaban con elementos parecidos. Por
ejemplo, al dedicarse al pastoreo en su origen, en los rituales y mitos
de los diferentes pueblos indoeuropeos tuvieron mucha importancia los
bueyes, los caballos y las ovejas. Por eso, los jóvenes debían demostrar
su valentía con una prueba iniciática, un rito que los convertiría en
adultos: el robo de ganado a otros pueblos. Hay numerosos relatos entre
griegos, celtas o indios, en los que se cuenta cómo los grandes héroes
lo habían hecho, y se veía no como un acto incorrecto, sino como una
gran hazaña.
Otra
característica común de varios pueblos indoeuropeos es que no
controlaban el tamaño de sus familias, por lo que eran grupos humanos en
continuo crecimiento. Cada cierto tiempo ocupaban nuevos territorios y,
tarde o temprano, terminaban entrando en conflicto con sus vecinos por
la necesidad de más espacio al aumentar la población. Esta es una de las
razones por las que la guerra y los guerreros tuvieron tanta
importancia entre los indoeuropeos y ocuparon un lugar destacado dentro
de sus mitos y entre sus dioses.
Cuando
las poblaciones se hacían tan grandes que no había recursos para todos,
acostumbraban a expulsar a una parte de los habitantes por medio de
ceremonias religiosas. Se les enviaba para que formasen una nueva
colonia en tierras lejanas. Por ejemplo, entre los vikingos, se elegía a
los guerreros más jóvenes para ser expulsados, lo mismo que entre los
celtas o entre los romanos.
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