Una rama de muérdago, planta sagrada de los druidas.
Dentro
de la sociedad de los celtas, había un grupo de hombres encargados de
la religión a los que llamaban druidas. Tanto en la Galia como en las
Islas Británicas existían estos sacerdotes. Sin embargo, parece que no
se hallaban entre los celtas de la península Ibérica.
Los
druidas eran los depositarios del saber y la tradición, por lo que
ofrecían sus consejos y decisiones. No solo se encargaban de las
ceremonias religiosas, sino que también tomaban decisiones políticas.
Además, eran los mediadores en cualquier conflicto que afectase a la
comunidad, por lo que actuaban como jueces. Formaban el grupo social más
respetado dentro de la sociedad celta.
Cualquiera
podía llegar a ser druida si tenía capacidades suficientes y seguía las
enseñanzas de otros druidas; este proceso de instrucción podría durar
hasta veinte años.
El autor romano Plinio, en su Historia Natural, cuenta la importancia que tenía el muérdago para los druidas:
«Los
druidas nada tienen más sagrado que el muérdago y los robles. Eligen
bosques de estos árboles y en ellos no llevan a cabo ritos sin sus
hojas.»
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