Hacia el fin del siglo XV, numerosos europeos instruidos creían que las brujas existían, y que ellas corrientemente practicaban actividades diabólicas, como por ejemplo la magia negra o el mal de ojo.29 En esa época, esas personas creían pues que todas las brujas o casi todas ellas hacían un explícito pacto personal con el diablo, y que este pacto o acuerdo personal con el propio satanás, daba a la bruja en cuestión el poder de desarrollar maleficios, permitiéndole entrar al servicio del maligno.
Por lo dicho, obviamente las brujas rechazaban in totum la fe cristiana, y como consecuencia eran rebautizadas por el propio satán, como símbolo de sumisión. Luego de esta ceremonia, el diablo aplicaba entonces una marca (un estigma) sobre la bruja rebautizada; esta creencia estaba muy extendida en las clases dominantes y cultivadas de la época citada, incluso con bastante más fuerza que en las clases bajas. En efecto, las clases populares entonces tenían tendencia a focalizar o centrar su atención en la capacidad de las brujas para perjudicar y para hacer daño, mucho más que sobre su posible asociación o unión con el maligno.
Llegado a este punto, convendría señalar que el pacto con el diablo es una noción o un concepto bastante antiguo, cuyo origen se remonta al Medioevo. A través de ese pacto o de ese acuerdo, ambas partes se comprometían a respetar una especie de contrato jurídico, que obligaba al diablo a abastecer de riquezas y de poderes a la bruja, quien a cambio prometía sumisión, y se comprometía a entregar su alma después de su muerte.29 La cuestión de los vuelos nocturnos, de la posible transformación en algún animal, y de las reuniones junto a una figura sobrenatural (macho cabrío), también formó parte de manera temprana de lo que podríamos llamar "creencias sobre brujas". Por el contrario, la asociación de las brujas con el maligno, con el crimen, y con la sexualidad, fue una teoría demonológica algo más tardía, y que se elaboró poco a poco en el correo del siglo XVI.29
Los ingredientes del sabbat (la propia denominación y su descripción), comprendían un culto organizado consagrado y devotos a demonios, nombrados Diane, Hérodiade, y Lucifer. La presencia de estos bajo una forma semianimal, las orgías, la profanación de los sacramentos, fueron ideas y creencias elaboradas bajo la influencia de los teólogos y los inquisidores de mediados del siglo XIII a mediados del siglo XV, y difundidas a través de tratados de demonología, como ser por ejemplo Malleus maleficarum, o como ser los predicamentos de San Bernardino de Siena, luego confirmados por los miembros laicos de los tribunales de justicia o de los parlamentos.
Las acusadas de brujas en esa época, fueron forzadas a suscribir o a ratificar, bajo tortura o presión psicológica, a ese marco de creencias y ese estado de cosas, y sus confesiones así confirmaban, a ojos de muchos, la validez de los hechos relatados y la existencia de los poderes ocultos mencionados, contribuyendo así a difundir estas suposiciones.
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