(Citas
en la literatura cristiana primitiva)
I. Eusebio, Cronicón (Syncell 655, 14) por Olymp. 220
Ireneo y
otros registraron que Juan el Teólogo y apóstol sobrevivió
hasta los tiempos de Trajano; después de aquel tiempo, Papías
de Hierápolis y Policarpo, obispo de Esmirna, que fueron
oyentes suyos, llegaron a ser bien conocidos.
II.
Eusebio, Hist. Ecl. iii. 36, 1. 2
En este
tiempo floreció en Asia Policarpo, un discípulo de los apóstoles,
que había recibido el obispado de la iglesia de Esmirna de
manos de testigos y ministros del Señor. En este
tiempo se distinguió Papías, que era él mismo también
obispo de la diócesis de Hierápolis.
III.
Eusebio, Hist. Ecl. iii.
39
Existen cinco
libros de Papías, que tienen el título de Exposiciones de
los Oráculos del Señor. De éstos Ireneo hace también
mención como los únicos libros que escribió, con las
siguientes palabras: «Estas cosas testificó Papías, que
fue oidor de Juan y compañero de Policarpo, un hombre digno
antiguo, al escribir en el cuarto desus libros. Porque hay
cinco libros compuestos por él. Hasta aquí Ireneo.
Con todo, Papías
mismo, en el prefacio de sus discursos, no declara, por
cieno, que él mismo fuera oyente y testigo de vista de los
santos apóstoles, pero muestra, por el lenguaje que usa,
que recibió las materias de la fe de los que fueron amigos
de ellos.
Pero yo no
tendré escrúpulos también en citaros un lugar (de
origen), junto con mis interpretaciones, de todo lo que he
aprendido cuidadosamente y recordado cuidadosamente en el
pasado de los ancianos, garantizándoos su verdad. Porque,
al revés de muchos, no tuve placer en los que tienen mucho
que decir, sino en los que enseñan la verdad; no en los
querefieren mandamientos extraños, sino en aquellos (que
dan testimonio de) los que dio el Señor para la fe, y se
derivan de la misma verdad. Y también, siempre que venía
una persona (cerca de mí) que había sido seguidor de los
ancianos, inquiría de él sobre los discursos de los
ancianos: lo que había dicho Andrés, o Pedro, o Felipe, o
Tomás, o Jacobo, o Juan, o Mateo, o algún otro de los discípulos
del Señor, o lo que dicen Aristión y el anciano (presbítero)
Juan, discípulos del Señor. Porque no creía poder sacar
tanto provecho del contenido de libros como de las
expresiones de una voz viva y permanente.
Aquí vale la
pena observar que él enumera dos veces el nombre de Juan.
Primero lo menciona en conexión con Pedro y Jacobo y Mateo
y el resto de los apóstoles, evidentemente indicando al
Evangelista, pero el otro Juan lo menciona después de un
intervalo y lo pone con otros fuera del número de los apóstoles,
colocando a Aristión delante de él, y llamándole de modo
bien claro un «anciano». Así que por ello resulta bien
evidente que es verdadera la afirmación de los que dicen
que había dos personas de este nombre en Asia, y que había
dos tumbas en Efeso, cada una de las cuales hasta el día de
hoy es llamada (la tumba) de Juan. Y es importante notar
esto; porque es probable que fuera el segundo, si uno no
quiere admitir que fuera el primero, que vio la Revelación
que es atribuida al nombre de Juan. Y Papías, del cual
estamos hablando ahora, confiesa que él ha recibido las
palabras de los apóstoles de aquellos que los habían
seguido, pero dice que él mismo era un oyente de Aristión
y el anciano Juan. En todo caso, los menciona frecuentemente
por su nombre, y además registra sus tradiciones en sus
escritos. Basta de estos puntos que espero no han sido
aducidos sin provecho.
Vale la pena,
no obstante, añadir a las palabras de Papías que se dan en
los otros párrafos suyos transcritos antes, en que él da
testimonio de algunos otros sucesos maravillosos semejantes,
que le habrían llegado por tradición. Ya se ha dicho que
Felipe el apóstol residía en Hierápolis con sus hijas, y
debe ser notado aquí que Papías, su contemporáneo,
refiere que él había oído una historia maravillosa de las
hijas de Felipe. Porque él refiere que en su tiempo se
levantó un hombre de los muertos, y también da otra
historia maravillosa sobre Justo, que tenía por sobrenombre
Barsabás, y que éste había bebido un veneno mortal, y,
con todo, por la gracia del Señor, no sufrió daño alguno.
De este Justo, el libro de Hechos consigna que después de
la ascensión del Salvador los santos apóstoles le
designaron con Matías, y oraron pidiendo una elección
(recta), en lugar del traidor Judas, que completara su número.
El pasaje es más o menos como sigue: «Y presentaron a
dos, José, llamado Barsabás, por sobrenombre Justo, y Matías;
y oraron y dijeron.» Este mismo escrito ha
registrado otras noticias que le habrían llegado por
tradición oral, ciertas parábolas extrañas del Salvador y
enseñanzas suyas, y algunas otras afirmaciones de un carácter
más bien mítico. Entre las cuales él dice que habrá un
período de unos diez mil años después de la resurrección,
y que el reino de Cristo será establecido en forma material
sobre esta tierra. Estas ideas supongo él las obtuvo por un
malentendido de los relatos apostólicos, no dándose cuenta
de que las cosas registradas allí en figuras se decían místicamente.
Porque, evidentemente, era un hombre de capacidad muy
humilde, como se puede juzgar de sus propias afirmaciones;
pese a todo, se debe a él el que tantos padres de la
iglesia después de él hayan adoptado una opinión
semejante, instando en apoyo de la misma la antigüedad del
hombre, como por ejemplo Ireneo y todos los que han
declarado que sostenían ideas semejantes. Papías también
da en su propia obra otros relatos de las palabras del Señor
sobre la autoridad de Aristión, que ha sido mencionado
antes, y tradiciones del anciano Juan. A éstos remitimos al
curioso, y para nuestro propósito actual añadiremos
meramente a sus palabras, que han sido citadas antes, una
tradición que él refiere en las siguientes palabras,
respecto a Marcos, el que escribió el Evangelio:
Y el
anciano dijo esto también: Marcos, habiendo pasado a ser el
intérprete de Pedro, escribió exactamente todo lo que
recordaba, sin embargo no registrándolo en el orden que había
sido hecho por Cristo. Porque él ni oyó al Señor ni le
siguió; pero después, como he dicho, (ayudó) a Pedro, el
cual adaptó sus instrucciones a las necesidades (de sus
oyentes), pero no tenía intención de dar un relato conexo
de las palabras del Señor. Así que Marcos no hizo distinción
cuando escribió algunas cosas tal como las recordaba;
porque en lo que tenía interés, era en no omitir nada de
lo que había oído, y en no consignar ninguna afirmación
falsa en ello.
Éste es,
pues, el relato que da Papías respecto a Marcos. Pero, con
respecto a Mateo, hace la siguiente afirmación:
Así que
entonces Mateo compuso las palabras en lengua hebrea, y cada
uno las interpretó como pudo.
El mismo
escritor empleó testimonios procedentes de la primera Epístola
de Juan, y también de la de Pedro. Y ha referido otra
historia sobre una mujer acusada de muchos pecados delante
del Señor, que se halla en el Evangelio según los Hebreos.
IV.
Pericope Adulterae; ver
Westcott y Hort: The New Testament in the Original Greek,
1. p. 241, II. pp. 82 ss. 91; Lightfoot: Essays on
Supernatural Religion, p. 203 ss.
Y se
fueron cada uno a su propia casa; pero Jesús se fue al
monte de los Olivos. Y temprano por la mañana Él volvió
al templo, [y todo el pueblo se allegó a Él; y Él se sentó,
y les enseñaba]. Y los escribas y los fariseos traen una
mujer sorprendida en adulterio; y habiéndola puesto en
medio, le dicen: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en
adulterio, en el mismo acto. Ahora bien, en la ley de Moisés
[se nos] manda que apedreemos a las tales; tú, pues, ¿qué
dices? [Y esto lo decían para tentarle, para tener de qué
acusarle.] Pero Jesús se inclinó, y con el dedo escribía
en el sueJo. Pero cuando ellos siguieron preguntando [le],
Él se levantó y [les] dijo: El que esté sin pecado entre
vosotros, le eche la primera piedra. Y de nuevo se inclinó,
y escribía en el suelo. Y ellos, cuando lo oyeron, se
fueron uno a uno, empezando por los más ancianos; y Él se
quedó solo, y la mujer allí donde estaba, en medio. Y Jesús
se levantó, y le dijo: Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te
condena? Y ella dijo: Ninguno, Señor. Y Jesús le dijo: Ni
yo te condeno; sigue tu camino; a partir de ahora no peques
mas.
V.
Felipe de Side (?), Hist.
de Cristo
Papías,
obispo de Hierápolis, que fue un discípulo de Juan el Teólogo
y un compañero de Policarpo, escribió cinco libros de
Palabras del Señor, en los cuales da una lista de los apóstoles,
y, después de Pedro y Juan, Felipe y Tomás y Mateo,
incluye entre los discípulos del Señor a Aristión y a un
segundo Juan, a quien llamaba también «el anciano».
[Dice] que algunos creen que este Juan es el autor de las
dos Epístolas cortas y católicas, que son publicadas en el
nombre de Juan; y da como razón el que los (padres)
primitivos sólo aceptaran la primera epístola. Algunos
también han considerado equivocadamente al Apocalipsis como
suyo (esto es, del anciano Juan). Papías también está
equivocado sobre el Milenio, y a partir de él Ireneo también.
Papías, en su segundo libro, dice que los judíos dieron
muerte a Juan el Teólogo y a Jacobo su hermano. El
mencionado Papías afirmó, bajo la autoridad de las hijas
de Felipe, que Barsabás, que es también llamado el Justo,
cuando le desafiaron a hacerlo algunos no creyentes, bebió
veneno de serpiente en el nombre del Señor, y fue protegido
de todo mal. Hace también otras afirmaciones maravillosas,
y en particular sobre la madre de Manaím que resucitó de
los muertos. En cuanto a los que fueron levantados de los
muertos por Cristo, (afirma él) que ellos sobrevivieron
hasta el tiempo de Adriano.
VI.
Georgius Hamartolus, Cronicón
Después de
Domiciano reinó Nerva un año, el cual mandó llamar a Juan
de la isla (esto es, Patmos) y le permitió que residiera en
Éfeso. En este tiempo él era el único superviviente de
los doce apóstoles, y después de esciribir su Evangelio
recibió el honor del martirio. Porque Papías, obispo de
Hierápolis, que fue un testigo presencial suyo, en el
segundo libro de las Palabras del Señor dice que fue muerto
por los judíos, y con ello, evidentemente, cumplió, junto
con su hermano, la profecía de Cristo con respecto a ellos,
y su propia confesión y empeño respecto a él. Porque
cuando el Señor les dijo: ¿Podéis beber de la copa que
yo bebo?, y ellos asintieron al punto, él dijo: Mi
copa beberéis, y del bautismo que soy bautizado seréis
bautizados. Y es natural que sea así, porque es
imposible que Dios mienta. Esto también afirma el sabio Orígenes
en su interpretación del Evangelio de san Mateo, que Juan
fue martirizado, declarando que él había sabido el hecho
por los sucesores de los apóstoles. Y verdaderamente el
bien informado Eusebio también, en su Historia Eclesiástica,
dice: «Tomás recibió por suerte Partia, pero Juan, Asia,
donde fijó su residencia, y murió en Efeso.»
VII.
Jerónimo, de vir. illust. 18
Papías, un
oyente de Juan, (y) obsipo de Hierápolis en Asia, escribió
sólo cinco libros, que él tituló Una Exposición de los
Discursos del Señor. En los cuales, cuando afirma en su
prefacio que no está siguiendo afirmaciones promiscuas,
sino que tiene a los apóstoles como sus autoridades, dice:
Yo
acostumbraba inquirir lo que habían dicho Andrés, o
Felipe, o Tomás, o Jacobo, o Juan, o Mateo, o cualquier
otro de los discípulos del Señor, y lo que están diciendo
Aristión y el anciano Juan, los discípulos del Señor.
Porque los libros para leer no me aprovechan tanto como la
viva voz resonando claramente en el día de hoy en (la
persona de) sus autores.
De lo cual se
ve claro que en su lista de nombres hay un Juan que es
contado entre los apóstoles, y otro, el anciano Juan, a
quien enumera después de Aristión. Hemos mencionado este
hecho a causa de la afirmación que hicimos antes, que hemos
registrado bajo la autoridad de muchos, que las dos últimas
epístolas de Juan no son (la obra) del apóstol, sino del
anciano. Este (Papías) se dice que propagó la tradición
judía de un Milenio, y que fue seguido por Ireneo,
Apolinario y los otros, que dicen que después de la
resurrección el Señor reinará en la carne con los santos.
VIII.
Jerónimo, ad Lucinium Epist.
71(28), c. 5
Además, me
ha llegado un falso rumor según el cual los libros de
Josefo y los escritos de Papías y Policarpo han sido
traducidos por mí; pero yo no tengo tiempo libre ni fuerza
para traducir obras así a otra lengua con la elegancia
correspondiente.
IX.
Jerónimo, ad Theodoram Epist.
75 (29), c. 3
Ireneo, un
discípulo de Papías que fue oyente de Juan el Evangelista,
refiere.
X.
Andrés de Cesarea, Prefacio al
Apocalipsis
Sin embargo,
con respecto a la inspiración del libro (esto es, el
Apocalipsis), consideramos superfluo escribir de modo
extenso; puesto que el bienaventurado Gregorio (quiero decir
el Teólogo) y Cirilo, y hombres de una generación pasada,
así como Papías, Ireneo, Metodio e Hipólito, dan
testimonio de su autenticidad.
XI.
Andrés de Cesarea, in
Apocalypsin, c. 34, serm. 12
Pero Papías
dice, palabra por palabra (le cito):
A algunos
de ellos, claramente a los ángeles que eran santos al
principio, El les dio dominio también sobre la ordenación
del universo, y El los comisionó a que ejercieran su
dominio bien.
Y dice luego:
Pero
sucedió que su ordenación no sirvió de nada; porque el
gran dragón, la antigua serpiente, que es llamada también
Satanás y el diablo, fue echado, sí, fue echado a la
tierra, él y sus ángeles.
XII.
Anastasio de Sinaí, Contempl.
Anagog. in Hexaëm, 1.
Teniendo su
comienzo en Papías el grande, de Hierápolis, el discípulo
del apóstol que reclinó su cabeza sobre el pecho de
Cristo, y de Clemente, Panteno el sacerdote de los
alejandrinos, y Amonio el gran erudito, estos antiguos y
primeros expositores que están de acuerdo entre sí en
entender toda la obra de los seis días (como refiriéndose)
a Cristo y a su Iglesia.
XIII.
Anastasio de Sinaí, Contempl.
Anag. in Hexaëm, vii
Así pues,
los expositores más antiguos de las iglesias, quiero decir
Filón el filósofo, y contemporáneo de los apóstoles, y
el famoso Papías de Hierápolis, el discípulo de Juan el
Evangelista.., y sus asociados, interpretaron los dichos
sobre el Paraíso espiritualmente, y los refirieron a la
Iglesia de Cristo.
XIV.
Iirineo, Haer., v. 33. 3, 4
La bendición
así predicha pertenece indudablemente a los tiempos del
Reino, cuando los justos se levantarán de los muertos y
reinarán, cuando también la creación renovada y liberada
de servidumbre producirá una gran abundancia de alimento de
todas clases, del rocío del cielo y la gordura de la
tierra; como los ancianos, que vieron a Juan el discípulo
del Señor, refieren que oyeron de él que el Señor
acostumbraba enseñar respecto a aquellos tiempos y decir:
Vendrán días
en que crecerán vides, cada una de las cuales tendrá diez
mil brotes, y cada brote diez mil ramas, y cada rama diez
mil ramitas, y en cada ramita diez mil racimos, y en cada
racimo diez mil granos, y cada racimo, una vez prensado,
producirá veinticinco medidas de vino. Y cuando alguno de
los santos habrá tomado en la mano uno de estos racimos,
otro gritará: Yo soy un racimo mejor; tómame, bendice al
Señor a través de mí. Del mismo modo, un grano de trigo
producirá diez mil espigas, y cada espiga tendrá diez mil
granos, y cada grano diez libras de harina fina, brillante y
limpia, y los otros frutos, semillas y hierbas producirán
proporciones similares, y todos los animales, usando estos
frutos que son productos del suelo, se volverán pacíficos
y armoniosos, obedientes al hombre en toda sujeción.
De estas
cosas Papías, que fue un oyente de Juan y un compañero de
Policarpo, hombre respetado, dio testimonio por escrito en
el cuarto de sus libros, porque compuso cinco. Y añadió,
diciendo:
Pero estas
cosas son creíbles a los que creen. Y cuando Judas el
traidor no creyó, y preguntó: ¿Cómo van a ser realizadas
estas cosas por el Señor?, refiere que el Señor le dijo:
Lo verán los que lleguen a estos (tiempos).
XV.
Máximo el Confesor, Schol. in libr. Dionys. Areopag. de
eccl. hierarch., c. 2
Los que
practican la inocencia y sinceridad hacia Dios acostumbraban
ser llamados niños, como también muestra Papías en el
primer libro de las Exposiciones del Señor, y Clemente de
Alejandría en el Pedagogo.
XVI.
Máximo el Confesor, Schol. in
libr. Dionys. Areopag. de eccl. hierarch., c. 7
Dice esto, él,
indicando veladamente, supongo, a Pa pías de Hierápolis en
Asia, el cual fue un obispo en aquel tiempo y floreció en
los días del santo Evangelista Juan. Porque este Papías,
en el cuarto libro de sus Exposiciones Dominicales, menciona
viandas como fuentes de deleites en la resurrección... E
Ireneo de Lyon dice lo mismo en su quinto libro contra las
herejías, y presenta en apoyo de sus afirmaciones al antes
mencionado Papías.
XVII.
Focio, Bibliotheca 232,
sobre Stefanus Gobarus
Ni tampoco
(sigue Stefanus) a Papías, el obispo y mártir de Hierápolis,
ni a Ireneo, el santo obispo de Lyon, cuando dicen que el
reino del cielo consistirá en el disfrutar de ciertos
alimentos materiales.
XVIII.
Compilado de Cramer, Catena ad
Acta SS. Apost. (1838) p. 12 ss., y otras fuentes
Apolinario.
«Judas no murió ahorcado, sino que vivió, pues fue
cortada la cuerda antes que quedara asfixiado. Y los Hechos
de los Apóstoles muestran esto, que cayó de cabeza y se
abrió por la mitad, y salieron todas sus entrañas. Este
hecho lo refiere más claramente Papías, el discípulo de
Juan, en el cuarto (libro) de su Exposición de las Palabras
del Señor, como sigue:
Judas
anduvo por este mundo como un ejemplo terrible de impiedad;
su carne hinchada hasta tal extremo que, donde un carro podía
pasar sin estrechez, él no podía pasar, ni aun la masa de
su cabeza meramente. Dicen que sus párpados se hincharon
hasta el punto que no podía ver la luz en absoluto, en
tanto que sus ojos no eran visibles ni aun para un médico
que mirara con un instrumento; tanto se habían hundido en
la superficie... »
(*)
Sus partes vergonzosas dicen que aparecían más
repugnantes y mayores que que cuanto hay de indecoroso y que
echaba por ellas de todo su cuerpo pus y gusanos para
escarnio sobre los propios excrementos. Y después de muchos
tormentos y castigos, murió -dicen- en un lugar de su
propiedad, que quedó desuierto y depoblado hasta el
presente a causa del mal olor. Es más, hasta el día de hoy
no se puede pasar cerca de aquel lugar si no se tapa las
narices con las manos. Tan enorme fue la putrefacción que
se derramó de su carne sobre la tierra.
XIX.
Un manuscrito Vaticano del siglo
nueve
Aquí
comienza el argumento del Evangelio según Juan. El
Evangelio de Juan fue dado a conocer y entregado a las
Iglesias por Juan, en tanto que permaneció en el cuerpo;
como ha referido (un tal) Papías por nombre, de Hierápolis,
un discípulo amado de Juan, en sus cinco libros exotéricos
(léase exegéticos); pero él escribió
correctamente el Evangelio que le dictó Juan.
(*)
Pero Marción , hereje, habiendo sido reprobado por él, por
sentir de modo contrario, fue rechazado por Juan. Aquel,
empero, le había traído escritos o cartas de los hermanos
que estaban en el Ponto.
XX.
Catena, Patr. Graec. in S. Joan,
publicado por B. Corder
Porque el último
de éstos, Juan, por sobrenombre el Hijo del Trueno, cuando
llegó a una edad muy avanzada, como nos han dicho Ireneo y
Eusebio y una sucesión de historiadores dignos de
confianza, hacia el tiempo en que surgían terribles herejías,
dictó el Evangelio a su propio discípulo, el virtuoso Papías
de Hierápolis, para rellenar lo que faltaba en los que
antes que él habían proclamado la palabra a las naciones
por toda la tierra.
Fuente principal: Los Padres
Apostólicos, por J. B. Lightfoot. Editorial CLIE
(*) = Fuente complementaria: Padres Apostólicos, por Daniel Ruiz Bueno |
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domingo, 23 de marzo de 2014
FRAGMENTOS DE PAPÍAS
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