Quien es suficientemente despierto e inteligente no precisa de largas explicaciones para entender lo que le están contando. Este aparente ensalzamiento del laconismo puede ser positivo, alabando a quien entiende a la primera, o negativo, haciendo ver que el interlocutor carece de esta cualidad.
En cuanto a su origen, podría hallarse en una sentencia de Plauto: "Al sabio una palabra le basta". Aunque, verdad o fruto de la imaginación popular, se dice que esta frase alcanzó la fama tras una anécdota acaecida en la corte del rey francés Lus XIV. Siendo ya auténtico jefe de la nación gala, el cardenal Mazarino fue avisado de que un campesino muy pobre pedía audiencia con él. Accedió a recibirle pero con la condición de que sólo escucharía dos palabras. Así, el visitante le dio: "Hambre, frío", a lo que el cardenal respondió ordenando que le dieran ropa y comida. Y en la corte y en el país entero todos comentaron: "A buen entendedor...".
En cuanto a su origen, podría hallarse en una sentencia de Plauto: "Al sabio una palabra le basta". Aunque, verdad o fruto de la imaginación popular, se dice que esta frase alcanzó la fama tras una anécdota acaecida en la corte del rey francés Lus XIV. Siendo ya auténtico jefe de la nación gala, el cardenal Mazarino fue avisado de que un campesino muy pobre pedía audiencia con él. Accedió a recibirle pero con la condición de que sólo escucharía dos palabras. Así, el visitante le dio: "Hambre, frío", a lo que el cardenal respondió ordenando que le dieran ropa y comida. Y en la corte y en el país entero todos comentaron: "A buen entendedor...".
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