1. Nacimiento de una simbólica.
No se trata en la Biblia de una simbólica
análoga a la de los bestiarios de la edad media; cuando mucho, se esboza a
propósito de algunos animales. Sin embargo, las bestias enemigas del hombre
ocupan cierto lugar en el pensamiento religioso, y proporcionan representaciones
figurativas, que encontramos constantemente desde el Génesis hasta el
Apocalipsis. Nada de reflexiones sobre el misterio animal; en cambio, ahí están
todos los animales repelentes o peligrosos, sin excluir los de la leyenda: los
animales feroces, leones, lobos y panteras Os 5,14 Hab 1,8, hienas y chacales
Is 13,22; las rapaces y las aves de las ruinas Is 13,21 34,11ss Sof 2,14;
los reptiles, del basilisco al cocodrilo Sal 91,13 Ez 29; los insectos
nefastos, como las langostas y saltamontes Nah 3,15ss... Toda una fauna
maligna, en conexión con la presencia de los demonios (los sátiros de Is 13,21 34,12-14 Lev 17,7), se alza así frente al hombre. Sin contar los grandes
monstruos marinos Gen 1,21, prototipos de la bestia por excelencia, el dragón,
la serpiente huidiza, Rahab o Leviatán Is 27,1 Job 7,12 Is 51,9. Aquél, que
personifica al mar en la simbólica de los mitos orientales, se yergue frente al
mismo Yahveh como el adversario de su designio de salvación.
2. En los orígenes.
En efecto, algunos textos, reasumiendo una imaginería ahora ya desmitizada,
representan el acto creador de Dios como un combate victorioso contra el
monstruo primordial, encarnación del desorden: Rahab o Leviatán Sal 74,13s 89,10s Job 9,13 25,12 Is 51,9. Primera guerra, situada fuera del tiempo,
que va a dar un sentido a todos los enfrentamientos históricos entre Yahveh y
sus enemigos. El primero de estos enfrentamientos es el drama del paraíso Gen 3. En el Génesis, el adversario solapado de Dios y de los hombres no es
llamado todavía por su verdadero nombre; pero tras la serpiente terrestre se
oculta la serpiente prototipo, el dragón,. que es el diablo y Satán Sab 2,24 Ap 12,9 20,2. La bestia maldita entre todas representa así al maldito por
excelencia; y la historia será un campo cerrado, en el que éste se enfrentará
con la posteridad de la mujer, sobre la que ha adquirido cierto poder Gen 3,14ss.
3. Los combates de la bestia contra el hombre. Las bestias, azotes de Dios.
Esta guerra se sitúa primeramente al nivel temporal: las bestias maléficas
atacan a la humanidad pecadora. Pero no obran con plena independencia; Dios sabe
enderezar su acción a sus fines; son los artífices de su juicio contra Egipto Ex 7,26-8,28 10,1-20 Sab 16,1-12; ejecutan sus maldiciones contra su pueblo
infiel Dt 28,26.42 Jer 15,3. En el desierto, serpientes abrasadoras
muerden a los que murmuran Num 21,5-7; en la tierra prometida, langostas
devoran las cosechas, como ejército terrible cuya invasión anuncia el día de
Yahveh Jl 1-2. Así se vuelven a hallar langostas simbólicas entre las plagas
escatológicas, extraños caballeros que devastan a la humanidad pecadora Ap 9,3-10 Nah 3,15ss Jer 51,27. A su cabeza marcha el ángel del abismo Ap 9,11; y nadie podrá esquivarlos si no está marcado para la salvación Ap 9,4 7,3. Los triunfos de la bestia.
Pero la bestia tiene otros triunfos. A
cubierto de la bestia, Satán se hace adorar por los hombres. Éstos, en su
ceguera, se postran ante «toda clase de reptiles y de animales repugnantes» Ez 8,10. Esta forma de idolatría, proscrita de Israel por la ley Dt 4,16ss, hace
estragos entre los pueblos paganos Sab 11,15 12,24 13,10.14 Rom 1,23,
atrayendo sobre ellos los rigores de la ira divina Sab 16,1-9 Rom 1,24ss.
Más aún, la bestia se encarna en cierto modo en los grandes imperios paganos que
tratan de dominar el mundo; hacen guerra al pueblo de Dios y manifiestan una
arrogancia sacrílega Dan 7,2-8. Así se reanuda acá abajo el combate
primordial, puesto que la bestia en cuestión tiene su poder del dragón, príncipe
de este mundo Ap 13,4. Frente a Cristo rey se yergue como el anticristo,
blasfemando, persiguiendo a los santos y haciéndose adorar Ap 13,1-9 y nadie
tiene derecho a vivir aquí en la tierra si no está marcado con su cifra (Ap 13,16ss; número). Esta
pretensión del imperio totalitario no es sólo cosa de
Antíoco Epífanes o de la Roma pagana; se la verá renacer a todo lo largo de la
historia de la Iglesia. La derrota de la bestia.
Pero este triunfo de la bestia
no es sino aparente y momentáneo. Ya en el AT se afirma ala victoria de los
creyentes. Para Israel en el desierto erige Moisés el signo de la serpiente de
bronce Num 21,9 y todo el que la mira queda con vida Sab 16,6. Frente a la
zoolatría de los paganos sabe Israel defender su fe en el único Dios vivo Dan 14,23-42. Afronta sin flaquear el peligro de los leones, y Dios le libra de
ellos Dan 6, pues quienquiera que se fía de Dios es guardado por sus ángeles
y puede pisotear a las bestias maléficas Sal 91,11-13. Estas victorias
anticipadas anuncian la de Jesús: éste, una vez que ha rechazado a Satán Mt 1,11 p, permanece en el desierto «con las bestias salvajes», servido por los
ángeles Mc 1,13. Así puede comunicar a sus discípulos «el poder de pisotear
serpientes, escorpiones y todo poder del enemigo», pues ahora Satán ha caído del
cielo y los mismos demonios están sometidos a los enviados de Jesús Lc 10,17ss Mc 16,17s. Si la derrota de la Biblia no es todavía pública, es,
sin embargo, cosa hecha.
4. La muerte de la bestia.
El juicio que pondrá
fin a la historia llevará consigo la consumación de esta derrota: se matará a
la bestia, y su cuerpo será entregado al fuego Dan 7,11-27. Será el último
combate de Cristo Ap 19,11-16, en defensa de su ciudad santa contra
las naciones desencadenadas Ap 20,8s. Entonces Satán, y la muerte y el
Hades, y la bestia y su falso profeta, y todos los adoradores de la bestia,
secuaces del anticristo, serán arrojados juntos al estanque de fuego y de
azufre, que es la muerte segunda Ap 19,19ss 20,10.14. Así tendrá fin el
drama que se inauguró en los orígenes.
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