viernes, 9 de mayo de 2014

El caso Calas

Jean Calas era un calvinista francés nacido el 19 de marzo de 1698 en La Caparède cerca de Castres, en el departamento de Tarn. Fue ejecutado el 10 de marzo de 1762 en Toulouse. En el momento de los sucesos que hicieron famoso su nombre era un comerciante importante de Toulouse, donde había residido por algunos años. En 1731 casó con Anne-Rose Cabibel y tuvo seis hijos, cuatro varones Marc-Antoine, Louis, Pierre y Donat, y dos hijas Rose y Anne. Uno de sus hijos, Louis, se convirtió al catolicismo hacia 1760. Su hermano Marc-Antoine también manifestó una inclinación a alterar su fe pero, posiblemente debido a la oposición de parte de la familia, nunca dio al paso. El 13 de octubre de 1761 un cierto número de curiosos, atraídos el barullo, se concentró enfrente de la casa de de Jean Calas: Marc-Antoine había sido encontrado ahorcado en el almacén de su padre. Las noticias se extendieron rápidamente, los capitouls, o magistrados civiles más altos acudieron rápidamente a la escena. Uno de la multitud gritó que Antoine había sido asesinado por su padre para evitar que abjurara del protestantismo. La multitud coreó la idea y los miembros de la familia fueron arrestados. El muerto fue considerado como un mártir por la población católica y su entierro se celebró con una gran ceremonia. En el interrogatorio los acusados se vieron envueltos en contradicciones y el 9 de marzo de 1762, el Parlamento de Toulouse por un voto de 8 a 5, pronunciaron sentencia contra Jean Calas. Fue condenado a la tortura, ordinaria y extraordinaria, fue quebrado sobre la rueda y finalmente quemado. La sentencia se ejecutó al día siguiente. Calas sufrió con admirable valor y hasta su último aliento nunca cesó de protestar su inocencia. Las propiedades de la familia fueron confiscadas. Madame Calas fue liberada, pero sus dos hijas ausentes de casa en el momento de la muerte de su hermano fueron internadas a la fuerza en un convento de la Visitación. Pierre y Donat escaparon a Ginebra. Voltaire, que vivía entonces en Ferney, conoció a la familia y usó su todopoderosa influencia para que se proclamase oficialmente la inocencia del padre utilizando al mismo tiempo su condena como fuente de nuevos ataques a la odiada iglesia católica, defendiendo la causa de Calas en cartas y panfletos interesando a muchos amigos poderosos en el caso que ahora comenzó a atraer la atención mundial. El 9 de marzo de 1765, un tribunal de París declaró a Calas, por unanimidad, inocente. Se ordenó al Parlamento de Toulouse que revocara la sentencia de muerte, pero nunca obedeció. Lo que quedaba de la propiedad fue devuelto a la familia que gracias a una subscripción y a las donaciones de dinero del rey Luis XV pudo vivir de forma moderada. El caso Calas tuvo eco en el arte y la literatura de su tiempo. Hay más de cien publicaciones que lo narran, es el tema de muchas obras de teatro de F.-L. Laya (producido por primera vez en Paris 1790), Lemierre d'Argy (Paris, 1790), Marie-Joseph Chénier (Paris, 1791), y Victor Du Cange (Paris, 1819). La señora Calas y su hija vivían en París cuando varias de ellas se pusieron en los teatros. Algunos historiadores, llevados quizás por un deseo excesivo de hacer pública la inocencia de Calas afirman que Marc-Antoine cometió suicidio. Pero hay razones de peso para dudar de la inocencia del padre (Barthélemy). Voltaire no puede ser considerado un historiador imparcial del caso debido a su deseo preconcebido de presentar una fuerte condena contra la iglesia católica más que hacer constar los hechos bajo su verdadera luz. La responsabilidad de la condena de ninguna manera dependió de las autoridades eclesiásticas y la pena fue infligida no por una ofensa meramente religiosa sino por el asesinato que se suponía que había cometido por motivos religiosos.
Bibliografía: COQUEREL, Jean Calas et sa famille (Paris, 1869); BARTHÉLEMY, Erreurs et mensonges historiques (Paris, 1886), 2d series, 1-73; KREITEN, Voltaire (1884), 413 sqq.; TALLENTYRE, Life of Voltaire (London, 1893), II, 150-69 passim; MAYNARD, Voltaire (Paris, 1868), II, 429-42.
Traducido por Pedro Royo.

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