viernes, 23 de octubre de 2015

LOS MÁS NEFASTOS PAPAS DEL CRISTIANISMO.

            "Los actos humanos son actos morales, porque expresan y deciden la bondad o malicia del hombre mismo que realiza esos actos. Estos no producen solo un cambio en el estado de cosas externas al hombre, sino que, en cuanto decisiones deliberadas, califican moralmente a la persona misma que los realiza y determinan su profunda fisonomía espiritual" decía Juan Pablo II en su Veritatis Splendor, encíclica emitida en 1993 cuyo contenido versaba en torno a "algunas cuestiones fundamentales de la enseñanza moral de la iglesia".

          Paradójicamente, los preceptos recogidos en esta circular y que están en la línea de lo establecido por la Iglesia desde sus inicios, parecen haber sido ignorados por algunos miembros del alto clero del Vaticano, quienes debido a su reprochable papado marcaron de forma nefasta la sociedad en la que les tocó vivir.

           Tal fue el caso de Juan XII (955-964) quien pidió protección al emperador Otón de Sajonia contra el rey Berengario II de Italia para después traicionarlo y llevarse consigo tesoros eclesiásticos. El emperador depuso al papa acusándole de incesto, perjurio, homicidio y sacrilegio. Juan XII, cuya vida sexual era muy agitada, murió a manos del marido de una de sus amantes.

        Benedicto IX (1032-1048), de quien se dice abusaba de menores en el Palacio de Letrán, caracterizó su papado por expoliaciones y homicidios que le llevaron finalmente al exilio. "Papas como Juan XII o Benedicto IX fueron sin duda hombres de vida personal desordenada; pero jamás trataron de relajar la ley moral o la disciplina eclesiástica del celibato del clero para legalizar así su propia conducta", afirma Francisco Ansón en su obra Fernando III: Rey de Castilla y León. Bonifacio VIII (1294-1303) quien mandó matar a toda la población de la ciudad italiana de Palestrina, rompió su celibato y cometió adulterio al mantener relaciones con una mujer casada y su hija. Y por si esto fuera poco, adquirió fama de pedófilo. A Clemente VI (1342-1352), el poeta Petrarca llegó a apoderar "Dionisos eclesiástico", por su promiscuidad. Por su parte, Sixto IV (1471-1484) nombró a más de 25 sobrinos y familiares en cargos de autoridad. Tuvo seis hijos ilegítimos, uno de ellos con su hermana. Recaudó un impuesto eclesiástico vinculado a la prostitución y cobraba a los sacerdotes por tener amantes. Si bien llevó a cabo una importante labor arquitectónica como dar la orden de que se construyese la Capilla Sixtina -de ahí el nombre del edificio-, su autorización para la puesta en marcha de la Inquisición dio inicio a uno de los periodos más oscuros de la historia eclesiástica. 

                 Inocencio VIII (1484-1492)  puso en marcha la Inquisición y también tuvo hijos ilegítimos a los que reconoció.

                Rodrigo de Borgia, conocido posteriormente como Alejandro VI (1492-1503)  protagonizó sonadas orgías, una de las cuales fue conocida como la "justa de las putas", en la que llegó a invitar a una cincuentena de bailarinas a quienes sugirió que se desnudasen en torno suyo y estuviesen disponibles sexualmente para los hombres de aquella reunión. Su cuerpo fue expulsado de la basílica de san Pedro por ser considerado indigno de ser enterrado en suelo sagrado.

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