("Gracias sean dadas a Dios")
Antigua fórmula litúrgica de la Iglesia Latina para agradecer a Dios por las gracias recibidas. Se encuentra en las Escrituras: 1 Cor., 15:57 y 2 Cor., 2:14.
En la Liturgia
El "Deo Gratias" se dice en la Misa:
como una respuesta del monaguillo a la Epístola o Profecía; en la Misa Solemne esta respuesta no puede ser cantada por el coro. En la Liturgia Mozárabe y en la Antigua Liturgia Galicana, el Deo Gratias sigue al título de la Epístola o Profecía; al terminar se dice el "Amén". El griego y sus iglesias hijas no utilizan esta fórmula en conexión con la Epístola. En la Iglesia Latina, el Deo Gratias no se dice en Sábado de Témporas después de la quinta lectura, siendo seguida por el cántico de Los Tres Jóvenes en el horno, para no interrumpir el sentido; tampoco se dice después de las lecturas del Viernes Santo o después de las Profecías del Sábado Santo ni en la vigilia de Pentecostés;
en respuesta al Ite Missa est (Podéis ir in paz) y en el Benedicamus Domino, como acción de gracias por las gracias recibidas en la Misa;
después del ultimo Evangelio; después del primer Evangelio el monaguillo contesta Lau tibi Christe. Quarti (Rubr. Miss. Rom. Comment. illustr., 2, 12, ad 4) dice que el primer Evangelio significa la plegaria de Cristo, por esto es que se ora a Cristo diciendo: Laus tibi Christe; el segundo Evangelio significa la plegaria de los Apóstoles, y de aquí que solamente se contesta Deo Gratias, pero estas interpretaciones son artificiales y arbitrarias;
el Deo Gratias se utiliza más frecuentemente en el Breviario; en los Maitines (excepto en los últimos tres días de la Semana Santa y en el oficio de Difuntos) después de cada lectura, respondiendo a la invocación: Tu autem Domine miserere nobis; también se utiliza después de los capítulos, de la lectura corta de Prima y en las Completas; como respuesta al Benedicamus Domino de la Completa; y en respuesta al Benedicamus Domino al terminar cada Hora. El Breviario Mozárabe coloca el Deo Gratias después del título de la lectura, y el Amén al final.
Fuera de la Liturgia
La fórmula Deo Gratias fue utilizada en oraciones y costumbres extra-litúrgicas por cristianos de todas las épocas. La regla de San Benito establece que el portero debe decir Deo Gratias, tantas veces como alguien llame a la puerta o cuando un mendigo pida ayuda. Cuando San Agustín anuncia al pueblo la elección de su coadjutor y sucesor Evodius, el pueblo dijo Deo Gratias treinta y seis veces (St. Aug., Ep. ccxiii al. cx, De Actis Eraclii). En África era el saludo utilizado por los católicos para distinguirse de los donatistas quienes decían: Deo laudes (St. Aug., In Ps. cxxxi). Por lo tanto, en África el Deo Gratias se presenta como un nombre católico, por ejemplo: San Deogratias, Obispo de Cartago (453-456). El nombre del diácono para quien San Agustín escribió el tratado "De catechizandis rudibus", fue Deogratias. San Felix de Cantalizio (1515-87) utilizaba esta interjección tan a menudo, que el pueblo le llamaba Hermano Deogratias.
F.G. HOLWECK Transcrito por Christine J. Murray Traducido por Dr. Raúl Toledo
Antigua fórmula litúrgica de la Iglesia Latina para agradecer a Dios por las gracias recibidas. Se encuentra en las Escrituras: 1 Cor., 15:57 y 2 Cor., 2:14.
En la Liturgia
El "Deo Gratias" se dice en la Misa:
como una respuesta del monaguillo a la Epístola o Profecía; en la Misa Solemne esta respuesta no puede ser cantada por el coro. En la Liturgia Mozárabe y en la Antigua Liturgia Galicana, el Deo Gratias sigue al título de la Epístola o Profecía; al terminar se dice el "Amén". El griego y sus iglesias hijas no utilizan esta fórmula en conexión con la Epístola. En la Iglesia Latina, el Deo Gratias no se dice en Sábado de Témporas después de la quinta lectura, siendo seguida por el cántico de Los Tres Jóvenes en el horno, para no interrumpir el sentido; tampoco se dice después de las lecturas del Viernes Santo o después de las Profecías del Sábado Santo ni en la vigilia de Pentecostés;
en respuesta al Ite Missa est (Podéis ir in paz) y en el Benedicamus Domino, como acción de gracias por las gracias recibidas en la Misa;
después del ultimo Evangelio; después del primer Evangelio el monaguillo contesta Lau tibi Christe. Quarti (Rubr. Miss. Rom. Comment. illustr., 2, 12, ad 4) dice que el primer Evangelio significa la plegaria de Cristo, por esto es que se ora a Cristo diciendo: Laus tibi Christe; el segundo Evangelio significa la plegaria de los Apóstoles, y de aquí que solamente se contesta Deo Gratias, pero estas interpretaciones son artificiales y arbitrarias;
el Deo Gratias se utiliza más frecuentemente en el Breviario; en los Maitines (excepto en los últimos tres días de la Semana Santa y en el oficio de Difuntos) después de cada lectura, respondiendo a la invocación: Tu autem Domine miserere nobis; también se utiliza después de los capítulos, de la lectura corta de Prima y en las Completas; como respuesta al Benedicamus Domino de la Completa; y en respuesta al Benedicamus Domino al terminar cada Hora. El Breviario Mozárabe coloca el Deo Gratias después del título de la lectura, y el Amén al final.
Fuera de la Liturgia
La fórmula Deo Gratias fue utilizada en oraciones y costumbres extra-litúrgicas por cristianos de todas las épocas. La regla de San Benito establece que el portero debe decir Deo Gratias, tantas veces como alguien llame a la puerta o cuando un mendigo pida ayuda. Cuando San Agustín anuncia al pueblo la elección de su coadjutor y sucesor Evodius, el pueblo dijo Deo Gratias treinta y seis veces (St. Aug., Ep. ccxiii al. cx, De Actis Eraclii). En África era el saludo utilizado por los católicos para distinguirse de los donatistas quienes decían: Deo laudes (St. Aug., In Ps. cxxxi). Por lo tanto, en África el Deo Gratias se presenta como un nombre católico, por ejemplo: San Deogratias, Obispo de Cartago (453-456). El nombre del diácono para quien San Agustín escribió el tratado "De catechizandis rudibus", fue Deogratias. San Felix de Cantalizio (1515-87) utilizaba esta interjección tan a menudo, que el pueblo le llamaba Hermano Deogratias.
F.G. HOLWECK Transcrito por Christine J. Murray Traducido por Dr. Raúl Toledo
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