Una de las obras cumbres del rey Prudente fue la construcción del monasterio de El Escorial, en honor a San Lorenzo. De Felipe II sabemos que era un ser fervientemente religioso, lo que poca gente sabe es que también tenía un enorme lado esotérico.
Todas las creencias esotéricas de este rey se materrializaron en ese monasterio que fue proyectado con la idea de crear un templo salomónico y en el que se siguieron unas pautas astrales, como el hecho de que la primera piedra se colocó según las predicciones del horóscopo. Felipe II se adjudicó el papel de nuevo Salomón, quizá por su título de rey de Jerusalén, y quiso dar al monasterio ese carácter de cosmos.
En la biblioteca de su templo del saber conservan varias cartas astrales que el mismo Felipe II hizo hacer, una de ellas de John Dee y otra del médico Matías Haco, llamado Prognósticos, la cual usaba Felipe II como libro de cabecera. En los frescos de la misma biblioteca se pueden ver cientos de ejemplos de hermetismo en el arte.
Pero, sin duda, lo más conocido de Felipe II en relación al ocultismo es lo que se conoce como el Círculo de El Escorial, un grupo constituido en torno a 1580 por médicos, espagíricos, alquimistas y astrólogos que se reunían en torno al monarca. Entre los nombres que integraron este círculo aparece Juan de Herrera, el arquitecto de El Escorial.
No solo se reunían por el gran afán del monarca de obtener conocimiento y saber, sino para experimentar con el rey y su mala salud, y es que Felipe II fue un hombre de constitución y salud débil, una situación que con la edad se fue acrecentando, por lo que era intervenido continuamente con purgas y sangrías. Tanta purga, tanta sangría y el atiborramiento a diuréticos dejaban a Felipe II más muerto que vivo, así que aconsejado por ese círculo de sabios, empezó a utilizar otros productos mucho más misteriosos: cuernos de unicornio -que eran de narval-, piedras bezoares -que eran del riñón-, pezuña de gran bestia -que era de alce-, todas las piedras preciosas habidas y por haber o piedras del águila -limonita-. Y por supuestos cientos de miles de bálsamos, frutos y hierbas. Al final de su vida, cuando ya estaba a punto de morir en su cama, se volvió aún más paranoico: no permitía que nadie le tocase sus amuletos. Además, mandó poner a todos los lados de la cama y por las paredes de su dormitorio crucifijos e imágenes. Entre dichas imágenes hubo una enorme colección del Bosco: la Mesa de los pecados capitales o El Jardín de las Delicias.
Tuvo también encima de la cama el crucifico con el que murió su padre en las manos, el emperador Carlos V, y pidió que tras su muerte se guardase en un cajó a la espera de la muerte de su hijo y sucesor Felipe III. Eso sí que era un reagalo.
Finalmente, cuando ya veía que sus días estaban terminando, pidió la extremaunción y <<mandó a su confesor que le llevase el Manual, libro donde se administran los Santos Sacramentos, y le leyese todo lo que este tocaba sin dejar letra>>. Para recibirla, se esmeró en su higiene personal, algo con lo que parece estaba un poco obsesionado- y algo nada habitual en la época.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Procura comentar con libertad y con respeto. Este blog es gratuito, no hacemos publicidad y está puesto totalmente a vuestra disposición. Pero pedimos todo el respeto del mundo a todo el mundo. Gracias.