Entre los objetos de culto relacionados con la Eucaristía seguramente es
la c. el más rico y fastuoso en general, ya que está concebida no sólo en
función del servicio de la misma sino de su manifestación y gloria, de su
más pública manifestación y el nombre dado de ostensorio y de manifestador
indica bien claramente la intención de este objeto, que, con frecuencia,
entra en el concepto de la joya y de la rica obra de arte. Su parte
esencial, el viril, encierra en circular cajita transparente la Sagrada
Forma; pero esa parte se enriquece y glorifica con decoración abundante,
trabajada en ricos materiales y dispuesta según normas adecuadas al tamaño
y empleo de la c.; si es de mano (ostensorio) el viril se amplía con
radiaciones y resplandores y se sustenta sobre una peana; la de tipo
procesional de forma de torre derivó hacia la de templete o templetes
superpuestos, con tono decididamente de tabernáculo y arquitectónico,
aspecto éste en que el arte español consiguió piezas excepcionales y
superiores a las de cualquier otro país; el manifestador ofrece
generalmente la disposición de la c. de mano, pero sin peana, por ir
habitualmente adosado a algún altar (fijo o movible) y es de tamaño
monumental y grandioso aspecto y, en las costumbres litúrgicas españolas,
se suele poner bajo dosel.
Hay otras formas más curiosas e inusitadas de c. y que propiamente no lo son en modo completamente puro, pues tiene también relación con el sagrario y el relicario; así, p. ej., los Cristos-c., como el procedente del monasterio de Piedra (Monterde, Zaragoza) o el de S. Juan de las Abadesas; otras veces es una imagen de María la que en determinadas solemnidades recibe en su pecho la Eucaristía y en este sentido curioso es también el caso de la imagen-manifestador, como la Asunción de la colegiata de Daroca (Zaragoza) con manifestador entre las nubes de su barroca peana.
Seguramente el origen de la c. está en los relicarios (v.), pues las más antiguas piezas son copones o relicarios a los que se añadió un ostensorio; en ocasiones esos relicarios tenían que ver con milagros o tradiciones eucarísticas (como es el caso de los de Daroca y Seo de Urgel) y en otros casos se conservó una arquita o recipiente cerrado para las Formas y encima está el ostensorio. La forma, sin embargo, más difundida por toda Europa es la torre eucarística, coronada de flecha gótica, con decoración imitando lo arquitectónico y completando el conjunto multitud de figurillas. La transformación espectacular vino de la mano de Enrique Arfe (v.), alemán que trabajó para España sus obras maestras e impuso un nuevo concepto y tipo, que del gótico pasó luego al plateresco; destacando las obras magistrales de la familia Arfe, de los Becerril, de Lamaison, de Juan Ruiz «el Vandalino», de Francisco Álvarez. Del último es la ya clasicista c, conservada en el Ayuntamiento de Madrid; muy elegante y muy puramente plateresca la de Zaragoza, del citado Lamaison, sobre dibujos de Forment (v.); las otras dos familias de orfebres prodigaron su arte enriqueciendo prácticamente, entre unos v otros todas las catedrales españolas; Córdoba, Toledo, Compostela, Silos, La Ventosa, Leganiel, Buendía, Ocaña, Badajoz, Sevilla, Ávila, Valladolid, guardan piezas capitales. Y más recientes, las de Baeza y Murcia.
La c. de mano, llamada vulgarmente de sol tiene uno de su más antiguos ejemplos seguramente en la llamada de la Reina Católica (capilla Real de Granada); espejo de mano, transformado en c. en el s. xvill, este tipo proliferó sobre todo en el periodo barroco, complicando los resplandores que rodeaban el viril con elémentos alegóricos tales como vides y espigas, querubines, nubes, etc.; entre estas complejas elaboraciones merece la pena de ser citada la de Huesca, en que S. Miguel hace de astil del viril. Como variantes de éstas pueden citarse las c. cáliz, como la de la catedral de Cuenca, obra de Francisco Becerril. Los grandes manifestadores de altar suelen corresponder al barroco avanzado; monumentales y pomposos no tienen nunca, sin embargo, el primor de las obras anteriores. Más interés tienen con frecuencia los monumentales tabernáculos y sagrarios anejos a muchos altares.
V. t.: ORFEBRERÍA; ARFE, FAMILIA; RELICARIO.
Hay otras formas más curiosas e inusitadas de c. y que propiamente no lo son en modo completamente puro, pues tiene también relación con el sagrario y el relicario; así, p. ej., los Cristos-c., como el procedente del monasterio de Piedra (Monterde, Zaragoza) o el de S. Juan de las Abadesas; otras veces es una imagen de María la que en determinadas solemnidades recibe en su pecho la Eucaristía y en este sentido curioso es también el caso de la imagen-manifestador, como la Asunción de la colegiata de Daroca (Zaragoza) con manifestador entre las nubes de su barroca peana.
Seguramente el origen de la c. está en los relicarios (v.), pues las más antiguas piezas son copones o relicarios a los que se añadió un ostensorio; en ocasiones esos relicarios tenían que ver con milagros o tradiciones eucarísticas (como es el caso de los de Daroca y Seo de Urgel) y en otros casos se conservó una arquita o recipiente cerrado para las Formas y encima está el ostensorio. La forma, sin embargo, más difundida por toda Europa es la torre eucarística, coronada de flecha gótica, con decoración imitando lo arquitectónico y completando el conjunto multitud de figurillas. La transformación espectacular vino de la mano de Enrique Arfe (v.), alemán que trabajó para España sus obras maestras e impuso un nuevo concepto y tipo, que del gótico pasó luego al plateresco; destacando las obras magistrales de la familia Arfe, de los Becerril, de Lamaison, de Juan Ruiz «el Vandalino», de Francisco Álvarez. Del último es la ya clasicista c, conservada en el Ayuntamiento de Madrid; muy elegante y muy puramente plateresca la de Zaragoza, del citado Lamaison, sobre dibujos de Forment (v.); las otras dos familias de orfebres prodigaron su arte enriqueciendo prácticamente, entre unos v otros todas las catedrales españolas; Córdoba, Toledo, Compostela, Silos, La Ventosa, Leganiel, Buendía, Ocaña, Badajoz, Sevilla, Ávila, Valladolid, guardan piezas capitales. Y más recientes, las de Baeza y Murcia.
La c. de mano, llamada vulgarmente de sol tiene uno de su más antiguos ejemplos seguramente en la llamada de la Reina Católica (capilla Real de Granada); espejo de mano, transformado en c. en el s. xvill, este tipo proliferó sobre todo en el periodo barroco, complicando los resplandores que rodeaban el viril con elémentos alegóricos tales como vides y espigas, querubines, nubes, etc.; entre estas complejas elaboraciones merece la pena de ser citada la de Huesca, en que S. Miguel hace de astil del viril. Como variantes de éstas pueden citarse las c. cáliz, como la de la catedral de Cuenca, obra de Francisco Becerril. Los grandes manifestadores de altar suelen corresponder al barroco avanzado; monumentales y pomposos no tienen nunca, sin embargo, el primor de las obras anteriores. Más interés tienen con frecuencia los monumentales tabernáculos y sagrarios anejos a muchos altares.
V. t.: ORFEBRERÍA; ARFE, FAMILIA; RELICARIO.
BIBL.: M. TRENS, La Eucaristía en
el Arte español, Barcelona 1952; 1. CAMÓN AZNAR, La escultura- y la
rejería española del s. XVI, en Pijoan 18.
FEDERICO TORRALBA.
Cual es el precio de esta Custodia y cuano mide
ResponderEliminarAltura 67 cm.
EliminarPeso: 18 kg.
Viril: 8,5 cm.
Hay varios precios.