En 1375, el rey de Polonia y Hungría Luis de Anjou o su gobernador de la
Rusia roja, conde Ladislao von Opole, fundó un monasterio de los paulinos
húngaros (Ordo Fratrum S. Pauli Primi Eremitae), sobre una colina
denominada Jasna Góra (Clarus Mons), junto a la actual ciudad industrial
de Czestochowa, en el sudeste de Polonia. Hacia 1384, probablemente por
mediación de Ladislao von Opole, fue llevada allí una imagen milagrosa de
la Madre de Dios. Es una tabla bizantina, de procedencia e historia
legendarias; se trataba de una pintura encáustica premedieval, debida a
Leinwals, hecha sobre una tabla de tilo; como dato cronológico servirá el
hecho de que los iconos no pueden ser fechados con anterioridad al s. vi.
En 1430 asaltó y saqueó el monasterio una partida de bandoleros que
causaron daños a la tabla de la Virgen, e incluso, en represalia de un
sacrilegio que habían cometido los hussitas bohemios, dieron dos sablazos
en la mejilla derecha de la Madonrna. En 1430-34 el cuadro fue llevado a
Cracovia y restaurado por los pintores imperiales. En lugar de la
primitiva iglesia de madera, se construyó ca. 1430 un edificio gótico de
ladrillo y, junto a él, en tiempos de la Contrarreforma otro gran
edificio, la actual basílica, una de las iglesias más grandes de Polonia,
enriquecida en el s. xviII al estilo barroco. El campanario existía ya en
el s. xvl; fue pasto de las llamas en cuatro ocasiones; la típica forma
actual data del s. XVIII.
En los trabajos descritos ayudaron también los monjes, entre los cuales se encontraban distintos artesanos que trabajaban para las necesidades del convento. Por consejo y con ayuda del rey Segismundo III Wasa y su hijo Ladislao VII se comenzaron a rodear todos los edificios del monasterio con una gran muralla. No estaba aún terminada cuando en 1655 se produjo un asedio de cinco semanas, por parte de las tropas suecas, para adueñarse de la fortaleza y de los tesoros de la iglesia. La dotación del monasterio, muy inferior en número, resistió gracias a la energía del prior Agustín Kordecki, hasta que por orden del rey sueco Carlos Gustavo se levantó el cerco. Este ataque de los protestantes suecos al santuario nacional polaco y la resistencia de los asediados desencadenó en toda Polonia un levantamiento nacional contra los enemigos del reino y de la Iglesia, del que saldrán victoriosos los polacos.
Después de las divisiones de Polonia, el zar Alejandro I dejó en 1813 que se desmantelara la fortaleza, pero en 1842 volvió a levantarse, debido a su importancia estratégica, por mandato de Nicolás I. De la extraordinaria e ininterrumpida veneración de B. M. V. Claramontana son testigos las numerosas peregrinaciones, y ofrendas. En 1593 el card. Radzwill testificó peregrinaciones masivas.
Procedían no sólo de Colonia, sino también, en los s. XVI-XVII, de Hungría, y hasta el s. xix de Bohemia y Máhren. Los peregrinos, que aún hoy llegan hasta en un 30% a pie, arriban principalmente en grupos compactos desde los suburbios de las ciudades; también procesionalmente con cruz y banderas, habiendo sido el promedio en 1962-68 de 1.000.000 de peregrinos anuales en las fiestas principales, de multitud de países y condiciones sociales. El Papa declaró, en 1968, que no perdía la esperanza de llevar la Rosa de Oro a C. En el pasado hubo entre los peregrinos muchos reyes polacos y magnates. Las ofrendas son inumerables, tanto del pueblo como de reyes, grandes del Imperio y papas. Juan XXIII ofreció una custodia muy valiosa y magníficas jarras para la Misa. También puso los trabajos previos del Conc. Vaticano II bajo la protección de la Virgen Claramontana. Los cuadros, iglesias y capillas dedicadas a esta imagen son innumerables tanto en el país como también en las representaciones polacas en el extranjero. Pío XI pidió que se le hiciera una copia de ella para la capilla de Castellgandolfo. Todo esto atestigua la veneración general, perdurable y admirable afecto hacia la Madre de Dios, de C.
En los trabajos descritos ayudaron también los monjes, entre los cuales se encontraban distintos artesanos que trabajaban para las necesidades del convento. Por consejo y con ayuda del rey Segismundo III Wasa y su hijo Ladislao VII se comenzaron a rodear todos los edificios del monasterio con una gran muralla. No estaba aún terminada cuando en 1655 se produjo un asedio de cinco semanas, por parte de las tropas suecas, para adueñarse de la fortaleza y de los tesoros de la iglesia. La dotación del monasterio, muy inferior en número, resistió gracias a la energía del prior Agustín Kordecki, hasta que por orden del rey sueco Carlos Gustavo se levantó el cerco. Este ataque de los protestantes suecos al santuario nacional polaco y la resistencia de los asediados desencadenó en toda Polonia un levantamiento nacional contra los enemigos del reino y de la Iglesia, del que saldrán victoriosos los polacos.
Después de las divisiones de Polonia, el zar Alejandro I dejó en 1813 que se desmantelara la fortaleza, pero en 1842 volvió a levantarse, debido a su importancia estratégica, por mandato de Nicolás I. De la extraordinaria e ininterrumpida veneración de B. M. V. Claramontana son testigos las numerosas peregrinaciones, y ofrendas. En 1593 el card. Radzwill testificó peregrinaciones masivas.
Procedían no sólo de Colonia, sino también, en los s. XVI-XVII, de Hungría, y hasta el s. xix de Bohemia y Máhren. Los peregrinos, que aún hoy llegan hasta en un 30% a pie, arriban principalmente en grupos compactos desde los suburbios de las ciudades; también procesionalmente con cruz y banderas, habiendo sido el promedio en 1962-68 de 1.000.000 de peregrinos anuales en las fiestas principales, de multitud de países y condiciones sociales. El Papa declaró, en 1968, que no perdía la esperanza de llevar la Rosa de Oro a C. En el pasado hubo entre los peregrinos muchos reyes polacos y magnates. Las ofrendas son inumerables, tanto del pueblo como de reyes, grandes del Imperio y papas. Juan XXIII ofreció una custodia muy valiosa y magníficas jarras para la Misa. También puso los trabajos previos del Conc. Vaticano II bajo la protección de la Virgen Claramontana. Los cuadros, iglesias y capillas dedicadas a esta imagen son innumerables tanto en el país como también en las representaciones polacas en el extranjero. Pío XI pidió que se le hiciera una copia de ella para la capilla de Castellgandolfo. Todo esto atestigua la veneración general, perdurable y admirable afecto hacia la Madre de Dios, de C.
BIBL.: Dokumente des
Klosterarchivs Jasna Góra; S. SZAFRANIEC, Jasna Góra, Studium z dziejów
Kultu M. B. Czestochowskiei, en Sacrum Poloniae Millennium IV, Roma 1957;
R. KozLowSKI, Taiemnica obrazu Jasnogórskiego, en Sprawozdania z
posiedzien PAU, LIII, Cracovia 1952, 337; W. TATARKIEWicz, Architektura
Jasnej Góry w XVII i XVIII wieku, en O sztuce polskiej, Varsovia 1966.
ZDISLAW OBERTYNSKI.
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