La narración del Grial trata del problema de las sombras.
El rey Anfortas está enfermo, herido por la danza del mago Klingor o, en otras versiones, por un enemigo pagano o, incluso, por un enemigo invisible.
Todas estas figuras son símbolos inequívocos de la sombra de Anfortas: su adversario, invisible para él.
Su sombra le ha herido y él no puede sanar por sus propios medios, no puede recobrar la salud, porque no se atreve a preguntar la verdadera causa de su herida.
Esta pregunta es necesaria, pero preguntar esto sería preguntar por la naturaleza del Mal. Y, puesto que él es incapaz de plantearse este conflicto, su herida no puede cicatrizar.
Él espera un salvador que tenga el valor de formular la pregunta redentora. Parsifal es capaz de ello, porque, como su nombre indica, es el que <<va por el medio>>, por el medio de la polaridad del Bien y el Mal, con lo que obtiene la legitimación para formular la pregunta salvadora: <<¿Qué te falta, Oheim?>>.
La pregunta es siempre la misma, tanto en el caso de Anfortas como en el de cualquier otro enfermo: <<¡La sombra!>>.
La sola pregunta acerca del mal, acerca del lado oscuro del hombre, tiene poder curativo. Parsifal, en su viaje, se ha enfrentado valerosamente con su sombra y ha descendido a las oscuras profundidades de su alma hasta maldecir a Dios. El que no tenga miedo a este viaje por la oscuridad será finalmente un auténtico salvador, un redentor.
Por ello, todos los héroes míticos han tenido que luchar contra monstruos, dragones y demonios y hasta contra el mismo infierno, para ser salvos y salvadores.