
El
Escudo Nacional Mexicano es un símbolo heredado de nuestros ancestros
precolombinos, que tiene gran vigencia e importancia en la actualidad,
no sólo por su estética, sino por su significado. La historia, o mejor
dicho, la leyenda y el mito, nos dice que los aztecas partieron de
Aztlán a buscar la tierra prometida, ya que su Dios Supremo,
Huitzilopochtli, se le había presentado al sumo sacerdote, Tenoch, y le
avisó que debían partir hacia el sur y fundar una gran ciudad que sería
su joya. Para encontrar el lugar, la deidad le enviaría una señal: Un
águila sobre un nopal devorando una serpiente.
Los valerosos y
aguerridos aztecas corrieron a lo largo del territorio hasta llegar a lo
que hoy conocemos como el Valle de México. Ahí, en medio del gran lago,
había un pequeño peñón donde avistaron la señal de su dios: un águila
devorando una serpiente sobre un nopal. Habían llegado a la tierra
prometida por la divinidad, y al igual que el pueblo hebreo, tuvieron
que luchar contra otras tribus que ya se habían asentado ahí.
Finalmente, erigieron su imperio y levantaron una magnífica ciudad sobre
las aguas del gran lago, a la que llamaron Tenochtitlán, en honor del
profeta que recibió la señal de Huitzilopochtli.

Posteriormente,
la señal divina de los aztecas se convertiría en un símbolo que
reflejaría la identidad del nuevo pueblo, mezcla de hispanos y
mesoamericanos, como una nación libre y soberana. Éste se vería
utilizado en la bandera nacional por vez primera en abril de 1823, trás
la instauración del Congreso Constituyente, aunque tendría varias
transformaciones a lo largo del tiempo.

El
águila ha sido, no sólo para los mesoamericanos, sino para los pueblos
en general, una representación de la fuerza y la libertad, del poder
supremo del cielo y la visión sin límites de Dios. Relacionada con el
sol, el aire y el fuego, es símbolo de las divinidades de la luz y la
vida; nace en el oriente y viaja hacía el occidente donde tiene su
ocaso, para renacer de nuevo y luchar contra las fuerzas de la
obscuridad y el caos. Para los aztecas, el águila estaba íntimamente
relacionada con Huitzilopochtli y era uno de sus emisarios junto con el
colibrí y el quetzal.

La
serpiente, para el común de los pueblos es representación de la astucia
y el conocimiento y también del ciclo infinito del universo. Para las
civilizaciones de occidente, es en general, un símbolo de la maldad y el
pecado; aunque para los antiguos mesoamericanos era un animal sagrado,
al igual que para hindúes y egipcios, y es la representación de las
fuerzas tenebrosas, del agua y la tierra, que junto con la luz, el fuego
y el aire, conforman el todo, que es el balance. La serpiente es el
símbolo de Mixcoatl, de manera solar, y de Coatlicue, como un ente de la
tierra.

El
nopal simboliza al mundo, el universo, la naturaleza, y el camino de la
vida: una senda espinosa por la que atravesaremos momentos de dolor y
sufrimiento, para alcanzar finalmente, con trabajo y esfuerzo, la flor y
el fruto de la felicidad. Es el escenario sobre él que se lleva a cabo
la eterna lucha entre los opuestos, dando como resultado la existencia
de todas las cosas. Su fruto, la tuna, representaba el corazón de los
hombres. En muchas ilustraciones anteriores a la conquista, aparecía el
águila devorando la tuna, el espíritu alimentándose del corazón y alma
humanos, mismos que trascendían la ilusión material de Tezcatlipoca, "El
Espejo Humeante", dios de la tierra.

La
serpiente y el águila juntos son el símbolo de Quetzalcóatl,
"Serpiente-Ave hermosa", el Dios del Espíritu y el Verbo viviente de
estas tierras. En su lucha, el águila y la serpiente simbolizan el
eterno conflicto entre los opuestos: el bien y el mal, la luz y la
obscuridad, el orden y el caos; y son un equivalente del yin y yang
chino, del conflicto entre Horus y Seth egipcios, de Ormuzd y Ahrimán
persas; son la lucha entre Huitzilopochtli (guerra) y Quetzalcóatl
(paz). Y aúnados con el nopal, tienen un contenido filosófico y
espiritual muy grande, ya que simbolizan la Tríada Divina reflejada en
tantas tradiciones religiosas; la Totalidad, que era conocida en
mesoamerica como Ometéotl.
A éstos símbolos tan poderosos, se
suman otros que han sido agregados con el tiempo, como son la rama de
laurel, que simboliza la victoria; y la de encino que representa la
fuerza.
El Escudo Nacional Mexicano, es algo más que sólo una
imagen bonita, es un símbolo de honor, sabiduría, fortaleza y poder,
herencia de nuestro pasado que tiene sus raíces en lo más profundo de
nuestra historia, digno y merecedor de respeto y reverencia. Seamos
libres y soberanos de nosotros mismos, con nuestras alas y vista en el
cielo; seamos astutos y audaces, dueños de nuestra tierra; porque somos,
a un mismo tiempo, el águila y la serpiente.

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