viernes, 28 de febrero de 2014

LOS DICTADORES CATÓLICOS DE LATINOAMÉRICA.

Alberto Treiyer
Doctor en Teología
Los dictadores católicos de Latinoamérica.

Un modelo autocrático equivalente al que bendijo el papado en los países católicos de Europa, fue imitado en los países católicos de Latinoamérica. Todos creyeron igualmente en los principios católicos que reafirmó el papa Pío IX en su Sílabo de Errores. Allí declaró el papa que “es un error creer que la Iglesia no es una sociedad verdadera y perfecta”, y que para que la iglesia sea perfecta, el estado debe integrarse a ella. Otro artículo de ese sílabo papal publicado en el S. XIX dice que “es un error creer que la Iglesia debe estar separada del Estado y el Estado de la Iglesia”. En el error Núm. 24 establece Pío IX también que es un error creer que “la iglesia no tiene poder de usar la fuerza, o que no tiene ningún poder temporal, directo o indirecto”. Esto es lo que, en esencia, aún mantiene el papa Juan Pablo II en el S. XXI cuando requiere de Europa que no desestime su alma, sus raíces cristianas [entiéndase católicas medievales].

La mayoría de los países latinoamericanos son católicos por ley, lo que significa que deben diezmar sus entradas para darlas al clero. Argentina en especial, se ha caracterizado por ser uno de los países católicos más conservadores y fieles al Vaticano. Por tal razón, el papa la apodó en años recientes “la hija predilecta del papado”. No debía extrañarnos, por consiguiente, que la democracia tuviese tan corta vida en ese país, con la mayoría de sus presidentes habiendo sido dictadores militares. Entre los más destacados podemos mencionar al general Rosas en el S. XIX (criminal de indígenas e intelectuales), al general Roca en la primera parte del S. XX, y al general Juan Domingo Perón a mediados del mismo siglo. Este último general transformó a su país en la guarida más grande de criminales de guerra por sus crímenes contra la humanidad cometidos durante la Segunda Guerra Mundial. Adolfo Hitler mismo, según las últimas investigaciones, habría pasado sus últimos años en el sur de Argentina (siempre quedaron dudas después de la guerra sobre la identificación de su cadáver). Ante Pavelic, el dictador de Croacia, terminó siendo nombrado por el mismo Perón como “consejero de guardia” personal de la presidencia.

En Paraguay gobernó con plenos poderes el general Stroessner, reprimiendo brutalmente toda oposición. Las torturas y desapariciones de “maleantes” y opositores fueron la nota tónica de todo su mandato de varias décadas, más acentuada aún en el comienzo de su dictadura. Era así como se ponía orden en un país también regado por los levantamientos y la violencia. Las cosas se pusieron más serias cuando en Chile ganaron las elecciones los comunistas. Todo el continente católico latinoamericano tembló. La civilización cristiana corría peligro. ¿Cuál sería la solución? Nuevamente, gobiernos militares dictatoriales que suprimiesen en Chile la voluntad popular bajo Augusto Pinochet, en Argentina bajo Videla, y en Uruguay bajo otra junta militar con la anuencia del presidente decidídamente pro-católico que había sido electo.

El enemigo común era el mismo que en Europa y en el Asia: el comunismo. La justificación para la guerra y el genocidio era el mismo también: salvar el cristianismo mediante una cruzada religiosa contra toda incursión del ateísmo. Como en la Edad Media, todo método de exterminio que viniese a la mano y fuese útil para lograr los objetivos “cristianos”, se volvía lícito. El clero católico participaría igualmente en la contienda, ya que el catolicismo en especial, se veía amenazado por las corrientes de izquierda. La misma reacción que tuvo el clero contra los revolucionarios que trajeron la libertad a Latinoamérica a comienzos del siglo anterior (XIX), iba a ser la reacción que ahora se iba a tener contra toda agrupación que tendiese a romper el matrimonio Iglesia-Estado de esos países.

A. Juan Domingo Perón.

De todos los dictadores del S. XX, Perón fue el que menos homicidios produjo, y esa fue la razón tal vez por la que su régimen se prolongó en el partido que creó, llamado Justicialismo, y que todavía gobierna a la Argentina ya bien comenzado el S. XXI. A diferencia de Franco, a quien realmente idealizaba, Perón subió al poder por voluntad popular. Por ambas razones, y porque con el tiempo, además, impidió ser absorvido totalmente por los intereses de la curia, muchos consideran su gobierno como semi-fascista. Finalmente fue derrocado por el ejército y la Iglesia en conjunto, en gran medida, porque terminó no respondiendo a algunos de los intereses sensibles a ambos.

Cuando los militares detuvieron por primera vez a Perón, cometieron el error de dejar libre a Eva Duarte, su segunda mujer. Evita había nacido y se había criado en ambientes de pobreza, de manera que conocía perfectamente la manera de pensar de las masas. Gracias a lo bonita que era, y a que vendía su elegante cuerpo como prostituta, pudo ir logrando escalar hasta llegar al mismo Perón. El dictador terminó casándose con ella en segundas nupcias, invalidando la sacralidad de su primer matrimonio que exigía la Iglesia, y generando otro conflicto con la Iglesia. Evita, por su parte, reveló sus dotes notables para movilizar las masas, al producir un levantamiento popular pacífico pero de tal significado que su flamante marido debió ser liberado, y repuesto en el poder.

a) Vínculos con el fascismo. Juan Domingo Perón era un gran admirador de Francisco Franco. No es de sorprenderse que hubiese encontrado, finalmente, refugio en España. El vínculo mayor que tuvo Perón con el fascismo fue su recepción de todos los refugiados nazis y ustashis de Europa después de la Segunda Guerra Mundial. Junto con ello facilitó el contrabando a la Argentina del oro que esos criminales sacaron de sus países hasta que pasase la tormenta y las aguas se volviesen más tranquilas. Otro vínculo con el fascismo puede vérselo en el hecho de que el gobierno de Perón se basó más en su figura personal que en la constitución misma del país.

Si Perón no fue totalmente fascista se debió a que abrió un sistema intermedio entre las corrientes políticas de izquierda y de derecha, sin dejar de lado el respaldo popular que manejó a su gusto mediante métodos demagógicos. Al mismo tiempo mantuvo cierta distancia o independencia de la Iglesia Católica, con la cual compitió en la lucha por obtener el reconocimiento del pueblo. Aunque comenzó vinculándose con ella y le dio poderes que ella no tendría en los gobiernos democráticos posteriores, hubo confrontaciones en el ejercicio de la autoridad y control de varios cargos públicos. La Iglesia Católica quería seguir teniendo la hegemonía en la educación religiosa y en la labor social, y no podía aceptar que un gobierno civil compitiese con ella en ese terreno.

b) Viaje de Eva Perón a Europa. El 16 de junio de 1947, dos años después que terminase la Segunda Guerra Mundial, la primera dama de Argentina, Eva Perón, hizo una gira a Europa para ser festejada en España, besar el anillo del papa Pío XII en el Vaticano, y codearse con los ricos y famosos banqueros de los alpes suizos. De los archivos que abrieron recientemente los bancos suizos y el Banco Central de Argentina, y de las investigaciones de los cazadores judíos de nazis fugados, se puede saber hoy que ese viaje no fue pura y simplemente para reforzar lazos diplomáticos, comerciales y culturales entre varias naciones europeas y Argentina. Tuvo una misión paralela que permitiría poner las bases para las intervenciones militares más fascitizadas del último cuarto de siglo en Argentina. El papa Pío XII habría discutido con ella, además, el cuidado y la alimentación de los fieles nazis y ustashis refugiados en Argentina...

¿Cuáles fueron esos objetivos paralelos del viaje de Evita a Europa? En primer lugar, coordinar la red que debía ayudar a los nazis a reubicarse en Argentina. Así como los EE.UU. e Inglaterra se interesaron después de la guerra, por descubrir los científicos nazis para aprender de sus experimentos médicos hechos en los campos de concentración; así también se interesó Perón, además, en absorver la técnica militar nazi para fortalecer su poder militar en el cono sur. Como prueba de ello se puede mencionar que el primer avión de motor de combate introducido en Sudamérica—el ‘Pulque’—fue construido en Argentina por el diseñador de aviones alemán Kurt Tank de la firma Focke-Wulf. Sus ingenieros y pilotos de pruebas llegaron gracias al servicio de emigración ilegal que se daba conjuntamente en Suiza y en el Vaticano. Así obtuvieron también los cianotipos de los cohetes alemanes V2 y V3. Un médico, Carl Vaernet, había conducido experimentos quirúrgicos sobre homosexuales en el campo de concentración Buchenwald. Luego de castrar a los hombres, les insertaba glándulas sexuales metálicas que infligían muertes atormentadoras a algunos de sus pacientes. Ese científico fue considerado también como de gran utilidad para la Argentina.

Tanto para los diplomáticos suizos como para el Vaticano, el interés del contrabando de criminales nazis y ustashis a Argentina tenía que ver con intereses de contrabando financiero. Para los sacerdotes católicos del Vaticano se sumaban dos aspectos adicionales: el interés en proteger gente tan fiel a la Iglesia Católica, y el de reorganizar sus servicios en contra del comunismo dondequiera fuesen. Ya antes del viaje de Evita a Europa, en mayo de 1947, un informe del Ministerio de Asuntos Exteriores clasificado como extremadamente secreto, consideraba al Vaticano como siendo “la organización más grande implicada en el movimiento ilegal de emigrantes, incluyendo a muchos nazis”. Posteriormente, varios jerarcas exnazis agradecerían públicamente al Vaticano por su ayuda vital que implicó no solamente los contactos diplomáticos necesarios de la Santa Sede con los gobiernos latinoamericanos, sino también el reparto de documentos falsificados que les permitiesen fugarse sin ser descubiertos por el espionaje Aliado.

Los archivos secretos del gobierno argentino mencionan, por ejemplo, al obispo Alois Hudal como el hombre clave en la protección y fuga de los criminales de guerra nazi después de la guerra. Recientemente a través de Zenit (3 de marzo, 2004), el Vaticano confirmó que “en aquellos años el papa desempeñaba también el cargo de Prefecto del Santo Oficio. Tanto Pío XI como Pío XII eran prefectos ‘ex officio’ del Santo Oficio”. Nunca habría expresado el Santo Oficio su parecer sobre el régimen nazista—argumenta Zenit—“sin antes haber consultado con la Secretaría de Estado” del Vaticano. Este argumento lo esgrime para contradecir la tesis de una nueva obra que implica nuevamente al papado en el genocidio nazista. Pues bien, el obispo Alois Hudal pertenecía al Santo Oficio, y había recibido el encargo de investigar los libros que debían ser censurados. Pío XII mismo lo ordenó como obispo. ¿No iba a estar enterado el Vaticano de la obra “clandestina” que hacía, siendo que fue la misma Santa Sede la que le encomendó la tarea de visitar a los nazis detenidos en las cárceles aliadas?

c) Beneficios y alcances posteriores del contrabando de criminales nazis. Los nazis agradecidos le prodigaron a Evita grandes riquezas que le sirvieron después a Perón para vivir en una regia mansión en España durante todo su exilio, y a todo lujo. El beneficio económico y el respaldo en diversas áreas que le prodigaron los nazis a Perón, permitió su reelección en 1951. Argentina parecía no haber estado económicamente nunca mejor que entonces. Grandes números de nazis estaban firmemente instalados ya en el aparato militar industrial de Argentina. Paradójicamente, en la guerra que el gobierno militar posterior emprendió contra Inglaterra en las Islas Malvinas, los aviadores argentinos pudieron cumplir con un mejor papel gracias a la ayuda de técnicos de origen alemán y judío que fueron capaces de adaptarse con asombrosa rapidez a las nuevas técnicas que estaban empleando los aliados del Atlántico Norte. Aún los submarinos que usaron habían pertenecido a Alemania durante la guerra, y fueron refaccionados para servir en esa guerra que Argentina sostuvo con Inglaterra.

Los nazis y ustashis en Argentina mantuvieron la antorcha de Hitler encendida, obtuvieron nuevos convertidos en los militares de la región y compartieron sus métodos de tortura y operativos de “escuadrones de la muerte”, que la Junta Militar posterior usaría para perseguir a los movimientos políticos de izquierda. Desde Argentina esos “escuadrones de la muerte” serían exportados a otros países de latinoamérica, empleando aún a nazis como soldados de tropas de asalto. Entre ellos estuvo Klaus Barbie, el Carnicero de Lyon de la Gestapo, quien se había instalado en Bolivia con la ayuda que le brindó la Santa Sede. También contaron con el apoyo de la Liga Mundial Anticomunista que dirigió el criminal de guerra fascista Ryoichi Sasakawa de Japón y el reverendo Sun Myung Moon, fundador de la secta de la Unificación.

Ya vimos que los ustashis intervinieron en el asesinato del cónsul uruguayo en Paraguay bajo la dictadura de Stroessner. En 1980 Barbie ayudó a organizar un golpe de estado brutal contra el gobierno democráticamente elegido en Bolivia, gracias a la financiación ofrecida por los cabecillas de la droga y una coalición internacional de neofascistas. A la luz de la vela, Barbie había estado instruyendo a la nueva generación de nazis sobre los principios de la cruz vástica en su lucha contra el comunismo. El equipo de Barbie persiguió y mató a funcionarios del gobierno y a líderes sindicalistas, al mismo tiempo que los especialistas argentinos volaban para enseñar en Bolivia y en centroamérica las últimas técnicas de tortura. Bolivia se transformó así, en una fuente protegida de cocaína que permitiría el surgimiento del cartel de Medellín.

Vínculo del peronismo con la Iglesia Católica. En general, el peronismo se considera hoy a sí mismo como una solución intermedia entre el fascismo y el comunismo. Dicho de otra manera, se trataría de una posición intermedia entre los intereses católicos tradicionales y las corrientes políticas de izquierda. Esa posición intermedia se habría producido como resultado de una ruptura entre el catolicismo y los sectores populares. Monseñor Emilio Di Pasquo, el padre confesor de Evita, reconocía en 1945 que el capital y el trabajo se hacían la guerra para entonces, y como el capital estaba ligado a la Iglesia, observó entonces que “el abismo que separa el capital del trabajo es el mismo que separa a los trabajadores de la Iglesia”.

Con la subida de Perón a la presidencia argentina, la Iglesia Católica pensó que lograría afirmar la hegemonía del catolicismo mediante el típico sistema coercitivo que se daba en los gobiernos fascistas de Europa. En realidad, la unidad entre la Iglesia y las fuerzas armadas tenía ya larga data dentro del pensamiento político católico. En Argentina esta unidad se estableció claramente en los años 30 con el nombramiento del obispo de Rosario como Vicario General del Ejército.

- Política socio-económica redistributiva. Perón, por otra parte, incorporó en su sistema político las encíclicas papales de esos años, según lo declaró públicamente en su último discurso antes de las elecciones que le dieron la victoria en 1951. Tanto la Iglesia como Perón creían en una política social redistributiva para resolver el antagonismo creado entre el capital de las industrias y el trabajo de las masas. De manera que con tal prédica de Perón en su campaña política, la Iglesia podía seguir gozando, en principio, del predominio clero-gubernamental en materia política.

Ese sistema social redistributivo en lo que se refiere a las ganancias, fomentado por las encíclicas papales, llevó a Perón a requerir de las industrias y de los ricos donaciones inconmensurables para sus obras sociales. Las industrias que no participaban en esa obra de “caridad”, que tenía como propósito honrar las imágenes de Perón y Evita, eran cerradas por cualquier pretexto. De manera que ninguna industria ni fábrica ni empresario tenía otra alternativa que dar para los “pobres”. Así ganaba el mandatario argentino el favor y la admiración de las masas pero, ignorando el favor y la admiración que quería recibir la Iglesia Católica por tal política.

Es llamativo que en esa época, la traducción bíblica de Reina Valera sobre 1 Cor 13 prefería la palabra “caridad” en lugar de “amor”, debido a la creencia de que la palabra “amor” había degenerado evocando aspectos sensuales. Luego que cayeron Perón y Evita, el cuadro volvió a revertirse por la imagen torcida que terminó dejando en la gente el uso de la palabra “caridad” (como símbolo de farsa). En su lugar, se decidió volver a la palabra “amor”. Este hecho ilustra el contraste entre el verdadero “amor” que describe la Biblia, con la presunta “caridad” por la que aboga la Iglesia Católica como fundamento de su obra económica-social redistributiva.

Una política redistributiva equivalente se vio en años más recientes en la “teología de la liberación”. El papa Juan Pablo II no la rechazó por sus principios económico-sociales como tales, sino por su tendencia política revolucionaria, izquierdista y marxista que no está dispuesta a darle a la Iglesia Católica todo el rédito en loas que pretende recibir. Esa tendencia jesuítica moderna en latinoamérica en especial, hacia una “liberación” socio-económica más independiente, contribuyó a que el papa Juan Pablo II terminase dando preeminencia a la orden más conservadora del Opus Dei en el Vaticano. Esto implicó una persecución interna contra los jesuitas, cuya influencia dentro de la Iglesia Católica terminó decayendo.

El mismo contraste entre el verdadero amor bíblico que “no siente envidia..., no es jactancioso, no se engríe, no es rudo, no busca lo suyo” (1 Cor 13:4-5), y la “caridad” que compite por la supremacía política y la alabanza del mundo al exigir a los pudientes dar a los pobres, es el que se ve hoy en la política papal de “globalización de la solidaridad”. Lo que el papa hace en la actualidad es fomentar, muy sutilmente, la rebelión y emancipación de las naciones más pobres, para canalizar las amarguras y furstraciones de las masas en su favor. Mediante su esfuerzo por fiscalizar la actividad política internacional y nacional en materia socio-económica, espera poder ascender otra vez al poder mundial, y hacer que su voz se escuche por toda la tierra [véase, A. R. Treiyer, Jubileo y Globalización. La Intención Oculta (1999), cap 11].

La política económico-social redistributiva tradicionalmente abogada por las encíclicas papales a fines del S. XIX y comienzos del XX se mantiene en pie, requiriendo a nivel internacional que las naciones más ricas condonen la deuda externa de los países más pobres. Tal política nace en el mismo espíritu que motivó a Judas a requerir que el dinero ofrecido al Señor se lo diese a los pobres a través de su administración fraudulenta personal (Juan 12:5-6). El Señor también prohibió a su iglesia esa política interesada y propagandística, cuando advirtió a sus discípulos que “los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que sobre ellas tienen autoridad se hacen llamar bienhechores. Pero vosotros no sois así” (Luc 22:25-26).

- Política educativa. Perón también le dio a la Iglesia Católica el gusto en materia educativa. Ya el gobierno militar de 1943, bajo la influencia del integrismo católico, había decretado la enseñanza de la religión católica en las escuelas públicas, como medio indispensable para catolizar la sociedad. Pero la Iglesia aspiraba a que ese decreto fuese garantizado por una ley del Congreso, una vez que el país volvió a la vigencia constitucional, y comerció con Perón el apoyo de su candidatura sobre la base de la aprobación de tal ley. Cuando el debate llegó a la cámara de diputados, la Iglesia comenzó a ejercer su presión para su aprobación recurriendo al modelo franquista español que pretendía fundir la hispanidad con el catolicismo y la nacionalidad, y vincular el liberalismo y el laicismo con la desintegración del cuerpo social de la nación.

Algunas frases en los discursos de la cámara de diputados fueron entonces muy significativas. “Nuestra tradición es Cristo y estar contra ella es estar contra Cristo. Dios es el alma nacional”. Esta declaración del “alma nacional” implicaba la superioridad por el que abogaron siempre los papas basados en la filosofía de Tomás de Aquino, de la autoridad religiosa (el alma) sobre la civil (el cuerpo). “Con España [antes de Franco], el catolicismo era el otro gran calumniado; se estableció la siguiente sinonimia: hispanidad, catolicidad, oscurantismo. Y así comenzó, señores diputados, todo el proceso de descastización..., una ruptura violenta con la más pura y rancia tradición argentina”. “Entre una tradición de tres siglos y medio y otra de apenas sesenta años, la primera es la verdadera, elaborada a lomo de centurias, iniciada desde el instante en que el gran navegante hincó su rodilla en América, para anunciarle al indígena que el eclipse y el rayo eran castigos divinos lanzados... sobre la antifé”.

¿Qué hizo el navegante católico español con el indígena en latinoamérica? Creó un Tribunal de Extirpación de Idolatrías para torturar y aniquilar a los indígenas rebeldes que no se convirtiesen a la fe católica, o que seguían apegados a ciertas tradiciones paganas. ¿Cuál fue más definidamente la actitud de la Iglesia y el Estado para con el índígena en la católica Argentina del S. XIX? No fue su integración a un patrimonio común, sino la paz establecida mediante la total exterminación de los indios pampas en Buenos Aires y de los charrúas en Uruguay. ¿Ese fue el evangelio que trajo el navegante español, acompañado indefectiblemente por un sacerdote para intentar catolizar la sociedad indígena? ¿Quiénes, sino los sacerdotes católicos y el ejército español, produjeron el eclipse presuntamente divino de los indígenas e hicieron caer los rayos de la ira divina sobre la antifé? ¿Sobre esa base querían todavía reconstruir la sociedad argentina a mediados del S. XX?

d) Conflictos entre la Iglesia y el peronismo. Perón comenzó su primer mandato en agosto de 1946, y esos conflictos sobre la acción estatal en el ámbito social que la Iglesia consideraba como suya, comenzaron a darse desde bien pronto. Por influencia de Perón la ley que establecía la enseñanza obligatoria de la religión católica en las instituciones educativas estatales finalmente se aprobó (marzo de 1947). Pero de los seis miembros determinados para la Dirección General de Instrucción Religiosa, el director y cuatro vocales debían ser designados por el Poder Ejecutivo. Con esto daba a entender Perón que no estaba dispuesto a ceder todo el terreno a la Iglesia.

Los católicos sintieron, al mismo tiempo, que debían competir con figuras históricas de corte anticlerical como Rivadavia y Sarmiento que impregnaban el ámbito educativo. La Iglesia consideraba, al mismo tiempo, como peligrosa moralmente una preocupación excesiva por lo corporal como la enseñanza de la higiene y el deporte. El cuerpo de la mujer era visto como fuente de corrupción, por lo que los censores católicos se oponían al uso de ropas gimnásticas escuetas entre las jóvenes estudiantes.

La enseñanza religiosa obligatoria en las escuelas públicas fracasó por dos razones básicas. Una tuvo que ver con la falta de preparación de los profesores de religión, según admitió después la Iglesia, ya que los más capacitados preferían permanecer en las instituciones católicas privadas. El segundo tuvo que ver con la intervención peronista especialmente en las escuelas primarias, que buscó acaparar para sí todo el mérito y honor de la instrucción pública y de la obra social. El texto escolar de 1947 decía, por ejemplo: “... tú estás viviendo en los años del gobierno del GENERAL PERÓN, que es como Belgrano, un patriota cristiano; como San Martín, un libertador preclaro; como Rivadavia, un genial propulsor del progreso; como Sarmiento, un apóstol de la cultura. Pero hay algo en lo que no tiene antecesor. Es como nadie, el DEFENSOR de los trabajadores y el PALADIN DE LA JUSTICIA SOCIAL”.

En otras palabras, la exaltación a los líderes patrios entre los cuales se destacaba Perón terminó constituyendo la base de la educación de “la nueva Argentina”, no la religión católica. A Perón se le otorgó el título de “primer maestro de la nueva escuela argentina”. La enseñanza de la religion pasó a transformarse en una concesión de Perón a los católicos, no en un derecho que la Iglesia consideraba como propio. Finalmente Perón y Evita terminaron ocupando todos los espacios reclamados por la religión. Los niños debían leer desde 1951 que “el general Perón, siguiendo el ejemplo de Jesús, buscó a sus amigos entre los pobres”. ¿A quién debían mirar los niños para contemplar a Jesús? No a los santos, ni a los maestros de religión, ni a los sacerdotes católicos, ni tampoco al papa, sino al mismo Perón.

A partir de la muerte de Evita en 1952, el Ministerio de Educación decretó que los niños colocasen en todas las escuelas una ofrenda floral ante su retrato, y leer, al izar o arriar la bandera, una oración en su memoria. Toda la veneración exigida por la Iglesia Católica a sus tantas imágenes de vírgenes y santos, comenzó a dársela el peronismo a la imagen de Evita. Y la veneración endiosada de Evita a Perón se ve notablemente retratada en su libro, “La Razón de mi Vida”, que debía servir como manual de lectura para el último grado de la escuela primaria. ¿A quién debían mirar los que veneraban a Evita? A Perón quien a su vez, como ya vimos, era la figura representativa de Jesús.

e) Intermediarios competidores. Este es un punto importante que no puede pasarse por alto. La Iglesia se quejó porque Perón y Evita terminaron ocupando el lugar de Cristo como una especie de intermediarios en donde el último estadio eran Cristo y Dios mismo. Pero, ¿acaso no hace ella lo mismo cuando interpone entre Cristo y su Padre una cantidad de intermediarios presuntamente virtuosos para que la gente los mire, y venere a través de ellos, el rico patrimonio que presuntamente posee la Santa Madre Iglesia que los dio a luz? El clero se quejó de Perón porque desplazó con su propia imagen la intermediación que la Iglesia Católica se atribuye a sí misma entre Cristo y Dios.

Es llamativo que los sistemas políticos que tributan un culto al dictador se haya dado históricamente en países mayormente paganos y católicos. Se debe a que la gente está acostumbrada por esas religiones a venerar a seres humanos, a superestrellas con calificaciones extraordinarias, porque su religión les enseña a admirar un sinnúmero de luces brillantes que opacan, a la postre, la verdadera luz del cielo. La exaltación casi religiosa de Perón, y más aún de Evita, ha continuado en Argentina durante medio siglo después de haber muerto Eva y caído el dictador. Cuando se estrenó la película sobre Eva Perón al concluir el S. XX, hubo gente indignada en Argentina porque sentía que una mujer de tan baja moral como Madona era indigna de representarla. ¡Cómo podía atreverse una mujer así representar a otra tan santa como Evita! ¿Por qué esa reacción? Porque además de los santos y por encima de ellos, los católicos han sido enseñados a venerar a María, y en Evita muchos podían ver de nuevo una mujer llena de grandes dotes presuntamente maternales.

Así como la Iglesia de Roma reemplazó las estatuas de la diosa Isis por las de María en el S. IV y V, y el culto al emperador por el del papa en el S. VI, así también le resultaba natural a mucha gente en Argentina reemplazar al papa y a los santos por Perón, y a la virgen María por Evita. Un historiador católico que contó con el Imprimatur de Roma, describe el sincretismo que se produjo al concluir la primera mitad del primer milenio cristiano. “Una adoración íntima y confiada de los santos reemplazó el culto de los dioses paganos, y satisfizo el politeísmo congenial de las mentes simples o poéticas... Los altares paganos fueron rededicados a héroes cristianos; incienso, luces, flores, procesiones, vestidos, himnos, que habían agradado al pueblo en los viejos cultos, fueron domesticados y purificados en el ritual de la Iglesia; y la tosca matanza de una víctima viviente fue sublimada en el sacrificio espiritual de la Misa” (Will Duran, The Age of Faith, 75).

Pero, ¿qué es lo que sucede en realidad con ese tipo de veneración humana? Ya lo había escrito E. de White en 1911: “El culto de las imágenes y reliquias, la invocación de los santos y la exaltación del papa son artificios de Satanás para alejar de Dios y de su Hijo el espíritu del pueblo. Para asegurar su ruina, se esfuerza en distraer su atención del único que puede asegurarles la salvación. Dirigirá las almas hacia cualquier objeto que pueda substituir a Aquel que dijo: ‘¡Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os daré descanso!’” (CS, 625). Fue una formación tal de las masas, a las que la Iglesia de Roma acostumbró a venerar seres humanos en lugar de a Dios mismo, la que facilitó la tarea demagógica de Perón y Evita hace medio siglo atrás.

El golpe militar de septiembre de 1955 vio a la Iglesia Católica otra vez junto a las fuerzas armadas. Contrariamente al reino de Cristo que no busca honores mundanos (Juan 5:41), la Iglesia continuaba buscando la alabanza humana por la cual Perón había competido. Jesús acusó a los gobernantes políticos y religiosos de sus días de buscar “la alabanza los unos de los otros”, en lugar de buscar “la alabanza que viene del Dios único” (Juan 5:44). Pero Perón eclipsaba la alabanza que la Iglesia pretendía pertenecerle a ella y, por consiguiente, la Iglesia Católica no podía retribuirle tal reconocimiento.

La Iglesia Romana reconoce únicamente a los gobernantes que están dispuestos a involucrarse en un sistema de gobierno compartido según el molde preanunciado en Apoc 13:4. Ambos poderes, el civil y el religioso, pueden ser venerados conjuntamente según el sistema ideado por el “príncipe de este mundo”, pero a condición de que se reconozcan mutuamente y no compitan demasiado por la adoración que buscan. Mientras que en los antiguos cultos paganos había una sola cabeza y era la del emperador, en el sistema medieval hubo dos cabezas, la monárquica y la papal, dándose mutuamente los reconocimientos públicos que les permitían gobernar en forma absoluta sobre los pueblos y las naciones de entonces. Este sistema que se iba a establecer con la aparición del papado romano, fue profetizado por el antiguo profeta Daniel. De ese “rey altivo de rostro” (Dan 8:23) predijo que colmaría “de honores a quienes lo reconozcan, dándoles dominio sobre muchos, y” repartiéndoles “la tierra como recompensa” (Dan 11:39).

Todo el que aspira a gobernar sobre este mundo, debe esforzarse por buscar su aprobación y reconocimiento político. Pero la Iglesia de Cristo no fue levantada por el Señor para gobernar el mundo, ni tampoco para que se esforzase por obtener reconocimientos políticos, sino para buscar la alabanza que proviene del único Dios que está en el cielo. La única manera de obtener ese reconocimiento divino es buscando hacer su voluntad, guardando sus mandamientos (Juan 14:21-23). Ese mismo hecho pondrá a la verdadera Iglesia de Cristo a menudo en conflicto con el mundo (Juan 17:14). El que se esfuerce por obtener la alabanza de Dios se verá, en efecto, a menudo incomprendido por las autoridades terrenales, como lo fue Cristo durante toda su estadía en esta tierra (Juan 15:18-20; 16:33). No se trata de negarle reconocimiento a quien se lo merece, sino de no buscar aplauzos que sacrifiquen la justicia o que comprometan al verdadero cristiano en su fidelidad a Dios (Juan 17:16-19). Los que a expensas de la verdad y la santidad compartan honores con los así llamados “grandes” de este mundo, podrán obtener tal vez importantes beneficios terrenales. Pero no podrán contar con la aprobación divina ni menos aún, con la vida eterna.

El gobierno que se levantó en Argentina después que Perón cayó no impuso la enseñanza de la religión. Para ese entonces las influencias liberales se hacían sentir aún en el catolicismo, que terminó viendo como más productivo reforzar la enseñanza religiosa en los centros de educación católica privada, antes que por la fuerza de la ley en las escuelas públicas. El esfuerzo principal de la Iglesia Católica iba a darse de allí en adelante en obtener todo el apoyo estatal posible para fortalecer sus propios centros privados de educación. Aunque ya concluyendo el S. XX, el papa Juan Pablo II iba a intentar influenciar las autoridades políticas y educativas argentinas para que volviesen a imponer la educación religiosa en las escuelas públicas, tal presión del Vaticano no iba a poder pasar por alto la experiencia histórica que se había vivido en ese país y que rechazaba, con argumentos bien elaborados, los efectos negativos de tal reclamo.

Conclusión.

En la opinión de muchos, el peronismo salvó por cierto tiempo a Argentina de caer en cualquiera de los dos extremos que son el fascismo y el comunismo. Aún así, una posición intermedia tal iba a ponerlo siempre en conflicto con la Iglesia Católica, que favoreció constantemente la intervención militar como medio de imponer un orden que le fuese más favorable. Por la misma razón, muchos líderes peronistas, incluyendo Menem y Kirchner, iban a sufrir dos décadas más tarde bajo dictaduras neofascistas. Al no apoyar la tendencia ultraderechista “salvadora” del momento, serían vinculados indiscriminadamente con las líneas de izquierda.

Una vez liberado el país de las dictaduras neofascistas buscaría el peronismo ocupar nuevamente ese puesto intermedio. ¿Cómo lo haría? Procurando reconciliar las dos corrientes antagónicas de siempre, para que cada una fuese insertada en la sociedad, en un marco de mutuo respeto y tolerancia. En este respecto, el peronismo complacería a la Iglesia Católica, la que para entonces iba a estar temerosa de que se ventilase hasta qué punto había estado vinculada con el genocidio militar.

En la actualidad, el presidente Kirchner ha tomado como un apostolado personal el reivindicar la izquierda que fue oprimida en la década de los 70, y en la cual él mismo fue detenido por un corto tiempo. Pareciera no percibir o no importarle, que esa marcada actitud izquierdista tiende a aislarlo dentro del peronismo, y a indisponerlo ante la Iglesia que, por el momento, se contenta con volver a insistir en una política de reconciliación como un velado intento de frenar la justicia retroactiva que asumió el actual mandatario.

En estos momentos, la ola de los típicos vaivenes políticos que caracterizaron siempre a los países católicos (durante los S. XIX y XX), parece apuntar otra vez hacia la izquierda. Esto se ve en la elección de Zapatero en España, Lula en Brasil, Chávez más penosamente en Venezuela, y Kirchner en Argentina. El efecto dominó de esas tendencias está llegando a Francia, con un renovado vuelco hacia el socialismo. Así como una tendencia hacia la derecha se dio con la caída de la Unión Soviética, así también ahora se ha estado dando en ciertos países una tendencia hacia la izquierda. Es un frente que se levanta contra un republicanismo intempestivo norteamericano, que irrumpió inesperadamente sobre el mundo al captar cuán vulnerable era al terrorismo internacional. Esas idas y venidas no suelen durar mucho. La última ola parece cercana, y vendrá sobre el mundo entero “como una tempestad” (Dan 11:40úp), tan sorpresiva y asombrosamente como la caída del comunismo soviético, la que tanto prestigio trajo al pontificado romano. Entonces tendrá lugar el fuerte pregón final que anunciará la caída de Babilonia (cúmulo de religiones coaligadas del fin bajo el papado romano: Apoc 14:8; 18:1-5; cf. 17:13), y que lo hará salir “con grande ira para destruir y matar a muchos” (Dan 11:44; Apoc 13:15).

B. Las dictaduras de Chile y Uruguay.

No es nuestro propósito aquí repasar la historia de todas las dictaduras latinoamericanas, sino de extraer lecciones prácticas de algunas de ellas, con el propósito de destacar el mismo pensamiento uniforme que ha mantenido y continúa manteniendo la Iglesia Católica Romana en su constante accionar político. Esto es indispensable para entender la naturaleza de la crisis final predicha en la Biblia. En esa confrontación del secularismo ateo con las normas y principios religiosos occidentales, sabíamos los adventistas que los que finalmente lograrían imponerse serían estos últimos (Dan 11:40úp-44: detalles más adelante). Por tal razón, nuestro interés se centra en los genocidios que causó ese cúmulo de poderes religiosos, y cuya fuente de inspiración y autoridad está en el Vaticano.

Dos problemas básicos sobresalen en el genocidio latinoamericano. Uno tuvo que ver con la metodología inaceptable empleada contra la oposición (torturas y desapariciones), y el otro con la falta de discriminación o distinción de los adversarios a la hora de aplicar el castigo. Con respecto al primero podemos decir que no se acepta hoy, ni nunca debió haberse aceptado, que un gobierno ponga a todo elemento opositor en un mismo contenedor. Así, en la represión militar de latinoamérica se vio a los militares y curas católicos torturando, haciendo desaparecer y matando a mansalva a todo sospechoso, con criterios a menudo semejantes a los que usaron los prelados papales en la Edad Media para justificar sus genocidios contra los Albigenses, Valdenses, Cátaros, Hugonotes, y todo grupo que se levantaba contra ellos. La idea era, en principio, de exterminarlos a todos—culpables y sospechosos—dejando con Dios la vindicación de los que pudiesen haber muerto inocentemente.

En los genocidios de Franco, Pinochet y Videla sufrieron terriblemente y murieron muchos que no tuvieron nada que ver con la insurrección política. La justicia internacional hubiera podido tolerar que tales generales hubiesen mandado al pelotón de fusilamiento a sus adversarios criminales, a condición de que su ejecución hubiese sido precedida por juicios abiertos y verificables. Ni Dios en el universo, ha dispuesto las cosas para hacer desaparecer sus criaturas, sin antes abrir un juicio investigador para que toda la creación celestial pueda ver la justicia divina en la sentencia que los malvados tendrán al final (véase Gén 18:20-21; Dan 7:8-9, etc).

La crisis final caerá sobre el mundo entero cuando se impongan los mismos principios religioso-político-medievales y neomedievales que se invocaron como excusa para cometer los más grandes genocidios de la historia. Ante tal contingencia, ¿habríamos de descuidar las dramáticas ilustraciones que Dios permitió que tuvieran lugar en el S. XX, de esos eventos portentosos del futuro próximo? El siglo que acaba de terminar marcó un compás de espera, tuvo que ver con una contención de vientos por usar el lenguaje del Apocalipsis (Apoc 7:1-3). Ese compás trajo ejemplos microcósmicos y algunos rayando ya en una lucha global, que Dios permitió que se dieran para que entendiésemos mejor la naturaleza de la contienda macrocósmica por venir, y estuviésemos mejor preparados para enfrentarla.

Hay otras razones por las cuales es importante prestar atención a las dictaduras latinoamericanas de la última parte del S. XX. Los genocidios perpetrados por los dictadores católicos sudamericanos de las décadas del 70 y del 80, tuvieron lugar bajo el reinado espiritual de otros papas que pretendieron cambiar la cara que el papado había mostrado antes y durante la Segunda Guerra Mundial. Mientras que para muchos, Pío XII fue el último papa de corte medieval, Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II se volvieron presuntamente más liberales y humanísticos. Pero la actitud que asumieron estos últimos papas con el Franco de la post-guerra y con las dictaduras militares sudamericanas posteriores, prueba que esa fachada de liberalismo que hoy pretenden ofrecer al mundo, se contradice con el respaldo que dieron a esos regímenes antidemocráticos represores iberoamericanos. ¿Por qué los respaldaron? Porque favorecían a la Iglesia Católica frente a un presunto “enemigo común”.

a) Dos democracias de larga trayectoria ignoradas. Lo aparentemente insólito ocurrió en Chile en la década de los 70, cuando un presidente comunista fue elegido por voto popular. Un país en donde el contraste entre la aristocracia rica minoritaria y la clase pobre mayoritaria es abismal, no debía en realidad sorprender a nadie al terminar democráticamente apoyando el comunismo. Pero la noticia puso en vilo a todo el continente católico. Había que hacer algo para salvar al cristianismo (aristocrático católico), antes que fuese demasiado tarde. Como en España, ni la democracia ni el voto popular debían contar para nada ante el peligro inminente. Bastante tarde captaba tanto el clero como la nobleza comercial y gobernante de los países católicos, que había que reeducar la gente, esto es, “recristianizarla”.

Fidel Castro pasó largas vacaciones en Chile (casi un mes), disfrutando ese triunfo comunista, a la espera de las elecciones en Uruguay en donde todo parecía indicar que iba a ganar el Frente Amplio. Pero la “rosca” gobernante que quería hacer caer ese partido frentista no cayó. Por el contrario, Bordaberry, el presidente de turno, consolidó su poder con una intervención militar que le daba mayores poderes e iniciaba una persecución implacable de todos los representantes de izquierda. Eso era insólito también, ya que Uruguay había podido jactarse hasta ese entonces, como Chile, de contar con una democracia histórica y liberal de larga trayectoria, no común en los países católicos latinoamericanos.

Ya vimos la tendencia general de los países católicos en caer bajo regímenes dictatoriales. Sus democracias se vieron casi siempre amenazadas debido a que en su interior, contaban con una Iglesia cuya estructura y jerarquía es dictatorial-monárquica por naturaleza. ¿Cómo, pues, pudieron levantarse tanto en Chile como en Uruguay democracias tan estables durante un buen número de décadas? En gran parte esto fue posible debido a que la Iglesia Católica en Chile fue siempre más liberal. En Uruguay, por otro lado, se bebió más que en ningún otro país latinoamericano del pensamiento secularizante francés. La Iglesia Católica, por consiguiente, no contaba con recursos humanos suficientes para intervenir en el estado. [El otro estado de democracia estable está en Centroamérica, es Costa Rica. Allí no puede levantarse un general dictador porque ni siquiera ejército tiene].

b. Estadísticas del genocidio. De todas las dictaduras del último cuarto de siglo, la de Uruguay fue la menos sanguinaria porque, aunque igualmente cruel en sus torturas, no exterminó a la mayoría de los desaparecidos que reaparecieron después y fueron liberados una vez que se volvió a la constitucionalidad tradicional. ¿Por qué no hicieron lo mismo Pinochet en Chile, y la Junta Militar en Argentina? ¿Por qué la Iglesia Católica, tan involucrada en el genocidio de todas esas dictaduras, no abogó allí por una represión legal que mantuviese los principios de los derechos humanos que suele invocar y reclamar, cuando la represión cae sobre ella en gobiernos que le son adversos (por ejemplo ahora, en Venezuela)?

Las estadísticas sobre el genocidio causado por Pinochet en Chile varían según la fuente. Mientras que algunos afirman la desaparición y muerte de unas 7.000 personas, la Vicaría de la Solidaridad del Arzobispado de Santiago, de la Comisión “Verdad y Reconciliación” y de la Corporación “Reconciliación y Reparación”, ambas del gobierno chileno, afirman que hubo 1.100 detenidos desaparecidos, 2.100 ejecutados políticos, 10.000 torturados, 27.000 lesionados graves, 40.000 detenidos y 150.000 exiliados. “Ello configura”, según una carta abierta escrita por católicos chilenos al papa Juan Pablo II en 1998, “el más grande y cruel genocidio político en la historia de Chile, condenado durante 15 años consecutivos por las Naciones Unidas”.

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