Para el cristiano, la fiesta es la experiencia y afirmación clamorosa
del reino de Dios, que se realiza de modo incoativo en el grupo reunido.
En ella da realidad a la utopía de una sociedad humana anudada por la
hermandad. El codo con codo de la celebración, el calor humano de la
aceptación y estima mutua y el ejemplo de los demás le manifiestan la
presencia de Cristo en medio del grupo; siente y comprende ser parte de
la nueva creación, vivir en la nueva edad. Esto significa la frase de
san Pablo a propósito de la eucaristía; "Proclamáis la muerte del Señor,
hasta que venga" (1 Cor 11,26), es decir, declaráis una vez más que
desde aquel acontecimiento crucial de la historia la nueva edad ha
comenzado y sus dinamismos han entrado en acción. Merece sernotado, con
I. Hausherr (Tén Theorían taúten, Un hapax eiréménon et ses
conséquesces, en Hesychasme et priére, Roma 1966, 247-253), que la
palabra clave de la filosofía platónica, la tehoría o contemplación,
aparece una sola vez en los evangelios; la usa Lucas, griego de cultura,
que conocía todo el trasfondo filosófico del término. Pero en vez de
referirla, como Platón, al encuentro beatificante del alma con el Uno,
del solo con el Solo, Lucas le aplica al espectáculo de Cristo muerto en
la cruz: "El gentío que había acudido acontemplar esto (lit. "a esta
contemplación"), contemplando lo ocurrido se volvía a la ciudad dándose
golpes de pecho" (23,48); la traducción es adrede muy literal para que
se aprecie la insistencia de Lucas en el término. Ante la humanidad se
abre una nueva visión: el amor de Dios manifestado en la muerte de
Cristo. La contemplación no es la fruición del solo con el Solo, ni la
subida a la esfera divina escapando de este mundo, sino el espectáculo
de Dios que baja hasta el hombre, en un derroche de amor por su
criatura. Con esta palabra indica san Lucas lo mismo que san Pablo: aquí
cambia la visión del mundo y de la historia, la utopía es hecho y
esperanza.
La respuesta jubilante a esta contemplación es la fe, proclamada con el grito: "Jesucristo es Señor"; la fe afirma su reino presente en el mundo y supera la tentación provocada por la injusticia y el mal humanos.
Por ser estímulo de fidelidad al Señor, la celebración es al mismo tiempo suave examen de sí mismo. El ideal declarado y participado, la profesión de la soberanía de Cristo incitan a discernir los residuos del antiguo mundo en cada uno; se ven entonces por contraste las mezquindades de hecho o de disposición interior, las testarudas rencillas y envidias, las inconfesadas ambiciones. Cuando más densa sea la atmósfera celebrativa y más entusiasmante la alegría, más aborrecimiento causará lo que se opone al reino que se vive. Los afanes de honor, dinero y poder aparecen incompatibles con la unidad que se busca y se siente. La celebración purifica.
La respuesta jubilante a esta contemplación es la fe, proclamada con el grito: "Jesucristo es Señor"; la fe afirma su reino presente en el mundo y supera la tentación provocada por la injusticia y el mal humanos.
Por ser estímulo de fidelidad al Señor, la celebración es al mismo tiempo suave examen de sí mismo. El ideal declarado y participado, la profesión de la soberanía de Cristo incitan a discernir los residuos del antiguo mundo en cada uno; se ven entonces por contraste las mezquindades de hecho o de disposición interior, las testarudas rencillas y envidias, las inconfesadas ambiciones. Cuando más densa sea la atmósfera celebrativa y más entusiasmante la alegría, más aborrecimiento causará lo que se opone al reino que se vive. Los afanes de honor, dinero y poder aparecen incompatibles con la unidad que se busca y se siente. La celebración purifica.
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