Contentísima se puso Ana Frank el 12 de junio
de 1942 cuando su padre se presentó con un cuaderno de tapas a cuadros.
Ana cumplía trece años, y aquel regalo, su diario,
fue su desahogo durante los veinticinco meses siguientes, escondida en lo que ella
llamaba «la casita de atrás», un refugio en Ámsterdam (Holanda) donde ella y su
familia judía intentaban evitar caer en manos de los nazis. Los descubrieron. El
testimonio de Ana, escrito con pluma madura y sensibilidad precoz, quedó tirado
en el refugio, confundido en el desastre del registro, hasta que alguien lo rescató
y, finalizada la guerra, lo entregó al padre. El Diario de Ana Frank ha
vendido veinticinco millones de copias en todo el mundo.
Ana y su familia vivían en Fráncfort cuando en
el Ayuntamiento de la ciudad se izó la bandera nazi. Eran judíos o sea que tenían
una ligera idea de lo que les esperaba. Huyeron a Ámsterdam, pero hasta allí
también llegaron los nazis, así que no quedó más remedio que esconderse en un cuchitril,
disimulado por una estantería que tapaba la entrada, con provisiones y un poco
de ropa. Y allí mismo fue donde Ana escribió las últimas líneas de su diario, justo
antes de que los alemanes los descubrieran, dos años después, tras recibir un chivatazo.
Era agosto de 1944 cuando la familia Frank salía
cautiva camino del campo de concentración de Auschwitz. El padre quedó allí, pero
Ana, su madre y su hermana fueron trasladadas a otro encierro, el de Bergen-Belsen. Ahí se perdieron la pista y entró en juego la mala
suerte. El padre fue liberado del campo cuando las tropas soviéticas llegaron a
Auschwitz en enero de 1945. Pero cuando los británicos liberaron el campo de Bergen-Belsen,
sólo dos meses y medio después, el resto de la familia Frank no daba señales de
vida.
Bergen-Belsen no era un campo de exterminio como
Auschwitz, pero el bicho nazi que lo gestionaba lo convirtió en un matadero repleto
de inmundicia. El hambre, el frío y la suciedad mataron a sesenta mil judíos. Ana,
su hermana y su madre habían muerto de tifus apenas unos días antes de la liberación.
Hoy, Ana Frank sería octogenaria.
NIEVES CONCOSTRINA.
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