Los relatos bíblicos, tanto los del Antiguo Testamento como
los del Nuevo Testamento, han sido la inspiración de los creadores de
obras de arte a lo largo de los últimos dos milenios.
Detalle de la fachada del hospital de Xátiva, Valencia, decorada con ángeles.
Detalle de la fachada del hospital de Xátiva, Valencia, decorada con ángeles.
Frente
al judaísmo y al islam, que suelen representar de modo muy poco
frecuente las figuras humanas, los cristianos han hecho del arte un
escaparate de la religión.
Durante
siglos, las representaciones de temas bíblicos cumplieron dos funciones
principales. En primer lugar, eran un medio de enseñar la religión de
un modo que resultaba sencillo a quienes no tenían una cultura
suficiente. Las iglesias eran libros de imágenes, que se podían conocer
sin necesidad de saber leer. Pero, además, las imágenes fueron también
objetos de devoción hacia los que se dirigían las plegarias y por medio
de los cuales se intentaba llegar a Dios.
No
debe extrañar la enorme abundancia de arte bíblico. Las iglesias, los
museos, los edificios públicos y hasta las plazas y las calles de
nuestras ciudades tienen estatuas, cuadros y otros objetos que exponen
escenas de la vida de Jesús, de sus discípulos o de los personajes
principales de los relatos del Pentateuco.
Los
temas bíblicos, de todos modos, han perdido parte de su atractivo en
nuestro mundo actual. La mayoría de los artistas suele buscar su
inspiración lejos de la herencia bíblica. Este cambio de interés por
parte de nuestra sociedad no debe hacer olvidar que la Biblia ha sido
muy importante en el arte, en el pasado, y que se trata de un patrimonio
digno de conocer y valorar.
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