El nombre que se usa para las oraciones cortas antes de la epístola en la Misa, las que ocurren de nuevo en laudes, tercia, sexta, nona y vísperas. La palabra collecta corresponde a la griega synaxis. Es un nombre, una forma tardía de collection (así missa para missio, oblata para oblatio, ascensa, en el Sacramentario Gelasiano, para ascensio, etc.). El significado original parece haber sido éste: se usaba para el servicio realizado en cierta iglesia
en los días en que había una estación [1] en algún otro sitio. El
pueblo se reunía en esta primera iglesia y se convertía en una
"colección"; después que se decían ciertas oraciones se iban en procesión a la iglesia estación. Justo antes de empezar el celebrante decía una oración, la oratio ad collectam (ad collectionem populi); el nombre sería entonces igual a oratio super populum, un título que todavía permanece en nuestro misal, por ejemplo en Cuaresma después de la post-Comunión. Esta oración, la colecta, se repetiría al comienzo de la Misa en la estación misma (Bona, Rer. Liturg., II, 5).
Escritores posteriores le encuentran otros significados para el nombre. Inocencio III dice que en esta oración el sacerdote agrupa las oraciones de todo el pueblo (De Sacr. Altaris myst., II, 27; vea también Benedicto XIV, De S.S. Missæ sacr., II, 5). La secreta y la de post-Comunión también son colectas, formadas en el mismo modelo que la de antes de la epístola. Ahora el nombre se utiliza sólo para la primera de las tres. Originalmente había una sola colecta (y una secreta y post-Comunión) para cada Misa Los antiguos sacramentarios nunca proveían más de una. Amalario de Metz (m. 847), dice (De officiis eccl., en P.L., CV, 985 ss.) que en su tiempo algunos sacerdotes comenzaron a decir más de una colecta, pero que en Roma sólo se usaba una. Micrólogo [De eccl. Observ., probablemente por Bernoldo de Constanza (m. 1100), en P.L., CLI, 973 ss.]] defiende la antigua costumbre y dice que “se debe decir una oración, como una epístola y un Evangelios”. Sin embargo, el número de colectas se multiplicó hasta que gradualmente evolucionó a nuestra regla actual.
La forma en que se dicen ahora nuestras colectas en la Misa es el fragmento de un rito más elaborado. De este rito sólo nos queda un vestigio el Viernes Santo. Después que el celebrante saluda a la gente (dominus vobiscum), les invita a rezar por alguna intención: Oremus, dilectissimi nobis, etc. El diácono dice: Flectamus genua, y todos se arrodillan por un tiempo en oración silenciosa. El subdiácono luego los manda a ponerse de pie (Levate), y el celebrante cierra las oraciones privadas con la forma corta que es la colecta. De este rito ---excepto el Viernes Santo--- el acortamiento de la Misa, que ha afectado todas sus partes, sólo ha dejado el saludo Oremus y la propia colecta. Aquí, como siempre, es en la Semana Santa que nos encontramos con la forma antigua. Cabe señalar, entonces, que el Oremus no se refirió de inmediato a la colecta, sino más bien a la oración silenciosa que lo precedía. Esto también explica la brevedad de las colectas más antigua, las cuales no son la oración misma, sino su conclusión. Una breve frase resume las peticiones del pueblo. Es sólo desde que se olvidó el significado original de la colecta que se ha convertido en sí misma en una larga petición con varias referencias y cláusulas (compare las colectas para los domingos después de Pentecostés con las de las fiestas modernas).
En todos los días de fiesta la colecta, naturalmente, contiene una referencia al evento cuya memoria se celebra. Su preparación es el beso del altar y el Dominus vobiscum. Antes de invitar a la gente a hacer esta oración, el celebrante les da la bienvenida, y, antes de darle la espalda al altar para hacerla, lo saluda en la forma habitual con el beso. La forma Dominus vobiscum forma es el saludo común en Occidente. Se presenta en las liturgias galicana, milanesa y mozárabe bajo la forma: Dominus sit semper vobiscum. San Germán de París hace notar que es el saludo del sacerdote y no del obispo (PL, LXXVII, 89), el cual está tomado de la Biblia. Cuando Booz vino de Belén le dijo a los segadores "Yahveh con vosotros" (Rut 2,4), y San Gabriel utiliza la misma forma para saludar a la Virgen en la Anunciación (Lucas 1,28; cf. 2 Tes. 3,16). Un obispo dice aquí, Pax vobis, a menos que la Misa no tenga el Gloria, en cuyo caso su saludo es el mismo que el del sacerdote (Ritus celebr., V, 1). Esta distinción es tan antigua como del siglo X (Ordo Rom., XIV, 79, lo señala).
La “paz” es un saludo solemne y alegre que se omite en los días de penitencia. Su relación con el Gloria, que la acaba de preceder (et in terra pax hominibus), es evidente. El saludo de la paz (eirene pasin) es el común en las liturgias orientales. En ambos casos la respuesta es: Et cum spiritu tuo. Este es un hebraísmo que se produce constantemente en el Antiguo y en el Nuevo Testamento. "Tu espíritu" significa simplemente "tú" (cf. por ejemplo, Dan. 3,86; Gál. 6,18; Flp. 4,23; Flm. 25) Nefesh (Heb.), Nafs (Ar.), con un sufijo pronominal, en todas las lenguas semitas denota simplemente a la persona en cuestión. Las liturgias orientales tienen la misma respuesta, kai meta tou pneumatos sou (y con tu espíritu), como en las Constituciones Apostólicas (Brightman, Eastern Lit. 3, 13), o kai topneumati sou (ibíd., 49, 137, etc .).
En el dominus vobiscum el celebrante, de cara al pueblo, extiende y de nuevo une sus manos, el cual es un gesto de saludo. Con las manos juntas se vuelve al altar y se dirige al Misal en el lado de la epístola. Aquí, una vez más extiende y junta las manos y hace una reverencia hacia la Cruz, luego canta o dice Oremus, y luego, con las manos en alto (no por encima del hombro, Ritus Celebr., V, 1), continúa a la vez con la colecta o colectas. La regla actual (1908) acerca de la colecta es la siguiente: en las dobles se dice sólo una colecta (la de la fiesta), a menos que se conmemore cualquier otra fiesta, o que el Papa u obispo ordene una oratio imperata. La imperata, además, se omite en las dobles de primera clase, el Domingo de Ramos, el Jueves Santo, las vísperas de Navidad, Pascua y Pentecostés, en Réquiem, y Misas votivas solemnes. En dobles de segunda clase se omite en las Misas mayores y cantadas, y se puede o no decir en las demás, a elección del celebrante. Se puede ordenar decir una imperata por una causa muy grave, incluso en estas ocasiones. Siempre viene al final (De Herdt, I, 72). La colecta del Santísimo Sacramento, que se dice cuando se expone, y aquella para el Papa u obispo en el aniversario de su elección, coronación o consagración, son casos particulares de imperatae. Las normas para la conmemoración de fiestas, octavas, cuatro témporas y ferias de Adviento y de Cuaresma se dan en las rúbricas del Misal (Rubr. general, VII; cf. De Herdt, I, 70-71). En las semidobles, domingos y días dentro de una octava, se deben decir tres colectas; pero el Domingo de Pasión, los domingos dentro de una octava y a través de las octavas de Pascua y Pentecostés sólo hay dos (Rubr. general, IX, De Herdt, I, 75, donde se pueden hallar las reglas de estas colectas). Pero en estos casos el número puede ser mayor, si hay conmemoraciones. En simples, ferias, y Réquiems y Misas votivas (no solemnes) el celebrante también puede añadir colectas, según su propio criterio, siempre que el número total sea impar y no exceda de siete (Rubr. general, IX, 12; De Herdt, I, 83).
La regla sobre los números impares, sobre la que la Sagrada Congregación de Ritos ha insistido en varias ocasiones (2 de diciembre de 1684; 2 de septiembre de 1741, 30 de junio de 1896), es bastante curiosa. El límite de siete impide que la Misa sea demasiado larga. En cualquier caso, la colecta del día es siempre lo primero. Tiene Oremus antes de ella y de la conclusión larga (Per Dominum, etc.) La segunda colecta tiene un segundo Oremus, y todas los que siguen se unen sin un final intermedio ni Oremus hasta el último, que de nuevo tiene la conclusión larga. Esto separa la colecta del día de las demás y le da una dignidad especial, como un remanente del antiguo principio de que sólo ella debe ser dicha. Las conclusiones de las colectas varían de acuerdo a su forma y a las referencias (Rubr. general, IX, 17). El pueblo (coro o servidor) contestan Amén. Durante las conclusiones el celebrante junta sus manos y se inclina hacia la Cruz a las palabras Dominum nostrum Jesum Christum. Cabe señalar que la gran mayoría de las colectas se dirigen a Dios el Padre (así también todas las antiguas; la forma más común es comenzar: Deus, qui); unas pocas posteriores (como la de Corpus Christi, por ejemplo) van dirigidas a Dios el Hijo, y ninguna al Espíritu Santo. En las Misas rezadas las colectas se dicen en voz alta para que puedan ser oídas por el pueblo, en las Misas mayores (o cantadas) se cantan en tono festivo en dobles, semi-dobles y los domingos. En las simples, ferias y en las Misas por los difuntos, tienen el tono ferial simple (totalmente en una nota, fa). Las reglas de los tonos, con ejemplos, se encuentran en el "Caeremoniale Episcoporum", I, XXVII. En la Misa mayor el diácono y el subdiácono están de pie en línea recta detrás del celebrante (el diácono en el escalón superior, el subdiácono in plano) con las manos juntas. En las colectas, en la Misa mayor, la gente debe mantenerse de pie. Esta es la antigua posición para la oración pública; originalmente el sub-diácono les pedía explícitamente que lo hiciesen (Levate). Felizmente, ahora se está reviviendo la costumbre, descuidada durante mucho tiempo, de permanecer de pie durante las colectas. En la Misa rezada se arrodillan todo el tiempo excepto durante el Evangelio (Rubr. Génesis, XVII, 2).
Bibliografía: "Rubricæ generales Missalis," VII, IX, XVI, XVII; "Ritus celebrandi," V"; Cæremoniale Episcoporum," I, XXVII; BENEDICTO XIV, "De SS. Missæ Sacrificio", II, V; GIHR, "Das heilige Messopfer" (Friburgo im Br., 1897), II §39, 374-399. Vea también los sacramentarios, textos y comentarios citados en el artículo Canon de la Misa.
Fuente: Fortescue, Adrian. "Collect." The Catholic Encyclopedia. Vol. 4. New York: Robert Appleton Company, 1908. <http://www.newadvent.org/cathen/04103a.htm>.
Traducido por Luz María Hernández Medina. rc
NOTA:
[1] Estación: cualquiera de las iglesias (iglesias de estación) en Roma que se usaban desde tiempos antiguos como puntos de reunión para las procesiones religiosas y ceremonias en días particulares (días de estación).
Escritores posteriores le encuentran otros significados para el nombre. Inocencio III dice que en esta oración el sacerdote agrupa las oraciones de todo el pueblo (De Sacr. Altaris myst., II, 27; vea también Benedicto XIV, De S.S. Missæ sacr., II, 5). La secreta y la de post-Comunión también son colectas, formadas en el mismo modelo que la de antes de la epístola. Ahora el nombre se utiliza sólo para la primera de las tres. Originalmente había una sola colecta (y una secreta y post-Comunión) para cada Misa Los antiguos sacramentarios nunca proveían más de una. Amalario de Metz (m. 847), dice (De officiis eccl., en P.L., CV, 985 ss.) que en su tiempo algunos sacerdotes comenzaron a decir más de una colecta, pero que en Roma sólo se usaba una. Micrólogo [De eccl. Observ., probablemente por Bernoldo de Constanza (m. 1100), en P.L., CLI, 973 ss.]] defiende la antigua costumbre y dice que “se debe decir una oración, como una epístola y un Evangelios”. Sin embargo, el número de colectas se multiplicó hasta que gradualmente evolucionó a nuestra regla actual.
La forma en que se dicen ahora nuestras colectas en la Misa es el fragmento de un rito más elaborado. De este rito sólo nos queda un vestigio el Viernes Santo. Después que el celebrante saluda a la gente (dominus vobiscum), les invita a rezar por alguna intención: Oremus, dilectissimi nobis, etc. El diácono dice: Flectamus genua, y todos se arrodillan por un tiempo en oración silenciosa. El subdiácono luego los manda a ponerse de pie (Levate), y el celebrante cierra las oraciones privadas con la forma corta que es la colecta. De este rito ---excepto el Viernes Santo--- el acortamiento de la Misa, que ha afectado todas sus partes, sólo ha dejado el saludo Oremus y la propia colecta. Aquí, como siempre, es en la Semana Santa que nos encontramos con la forma antigua. Cabe señalar, entonces, que el Oremus no se refirió de inmediato a la colecta, sino más bien a la oración silenciosa que lo precedía. Esto también explica la brevedad de las colectas más antigua, las cuales no son la oración misma, sino su conclusión. Una breve frase resume las peticiones del pueblo. Es sólo desde que se olvidó el significado original de la colecta que se ha convertido en sí misma en una larga petición con varias referencias y cláusulas (compare las colectas para los domingos después de Pentecostés con las de las fiestas modernas).
En todos los días de fiesta la colecta, naturalmente, contiene una referencia al evento cuya memoria se celebra. Su preparación es el beso del altar y el Dominus vobiscum. Antes de invitar a la gente a hacer esta oración, el celebrante les da la bienvenida, y, antes de darle la espalda al altar para hacerla, lo saluda en la forma habitual con el beso. La forma Dominus vobiscum forma es el saludo común en Occidente. Se presenta en las liturgias galicana, milanesa y mozárabe bajo la forma: Dominus sit semper vobiscum. San Germán de París hace notar que es el saludo del sacerdote y no del obispo (PL, LXXVII, 89), el cual está tomado de la Biblia. Cuando Booz vino de Belén le dijo a los segadores "Yahveh con vosotros" (Rut 2,4), y San Gabriel utiliza la misma forma para saludar a la Virgen en la Anunciación (Lucas 1,28; cf. 2 Tes. 3,16). Un obispo dice aquí, Pax vobis, a menos que la Misa no tenga el Gloria, en cuyo caso su saludo es el mismo que el del sacerdote (Ritus celebr., V, 1). Esta distinción es tan antigua como del siglo X (Ordo Rom., XIV, 79, lo señala).
La “paz” es un saludo solemne y alegre que se omite en los días de penitencia. Su relación con el Gloria, que la acaba de preceder (et in terra pax hominibus), es evidente. El saludo de la paz (eirene pasin) es el común en las liturgias orientales. En ambos casos la respuesta es: Et cum spiritu tuo. Este es un hebraísmo que se produce constantemente en el Antiguo y en el Nuevo Testamento. "Tu espíritu" significa simplemente "tú" (cf. por ejemplo, Dan. 3,86; Gál. 6,18; Flp. 4,23; Flm. 25) Nefesh (Heb.), Nafs (Ar.), con un sufijo pronominal, en todas las lenguas semitas denota simplemente a la persona en cuestión. Las liturgias orientales tienen la misma respuesta, kai meta tou pneumatos sou (y con tu espíritu), como en las Constituciones Apostólicas (Brightman, Eastern Lit. 3, 13), o kai topneumati sou (ibíd., 49, 137, etc .).
En el dominus vobiscum el celebrante, de cara al pueblo, extiende y de nuevo une sus manos, el cual es un gesto de saludo. Con las manos juntas se vuelve al altar y se dirige al Misal en el lado de la epístola. Aquí, una vez más extiende y junta las manos y hace una reverencia hacia la Cruz, luego canta o dice Oremus, y luego, con las manos en alto (no por encima del hombro, Ritus Celebr., V, 1), continúa a la vez con la colecta o colectas. La regla actual (1908) acerca de la colecta es la siguiente: en las dobles se dice sólo una colecta (la de la fiesta), a menos que se conmemore cualquier otra fiesta, o que el Papa u obispo ordene una oratio imperata. La imperata, además, se omite en las dobles de primera clase, el Domingo de Ramos, el Jueves Santo, las vísperas de Navidad, Pascua y Pentecostés, en Réquiem, y Misas votivas solemnes. En dobles de segunda clase se omite en las Misas mayores y cantadas, y se puede o no decir en las demás, a elección del celebrante. Se puede ordenar decir una imperata por una causa muy grave, incluso en estas ocasiones. Siempre viene al final (De Herdt, I, 72). La colecta del Santísimo Sacramento, que se dice cuando se expone, y aquella para el Papa u obispo en el aniversario de su elección, coronación o consagración, son casos particulares de imperatae. Las normas para la conmemoración de fiestas, octavas, cuatro témporas y ferias de Adviento y de Cuaresma se dan en las rúbricas del Misal (Rubr. general, VII; cf. De Herdt, I, 70-71). En las semidobles, domingos y días dentro de una octava, se deben decir tres colectas; pero el Domingo de Pasión, los domingos dentro de una octava y a través de las octavas de Pascua y Pentecostés sólo hay dos (Rubr. general, IX, De Herdt, I, 75, donde se pueden hallar las reglas de estas colectas). Pero en estos casos el número puede ser mayor, si hay conmemoraciones. En simples, ferias, y Réquiems y Misas votivas (no solemnes) el celebrante también puede añadir colectas, según su propio criterio, siempre que el número total sea impar y no exceda de siete (Rubr. general, IX, 12; De Herdt, I, 83).
La regla sobre los números impares, sobre la que la Sagrada Congregación de Ritos ha insistido en varias ocasiones (2 de diciembre de 1684; 2 de septiembre de 1741, 30 de junio de 1896), es bastante curiosa. El límite de siete impide que la Misa sea demasiado larga. En cualquier caso, la colecta del día es siempre lo primero. Tiene Oremus antes de ella y de la conclusión larga (Per Dominum, etc.) La segunda colecta tiene un segundo Oremus, y todas los que siguen se unen sin un final intermedio ni Oremus hasta el último, que de nuevo tiene la conclusión larga. Esto separa la colecta del día de las demás y le da una dignidad especial, como un remanente del antiguo principio de que sólo ella debe ser dicha. Las conclusiones de las colectas varían de acuerdo a su forma y a las referencias (Rubr. general, IX, 17). El pueblo (coro o servidor) contestan Amén. Durante las conclusiones el celebrante junta sus manos y se inclina hacia la Cruz a las palabras Dominum nostrum Jesum Christum. Cabe señalar que la gran mayoría de las colectas se dirigen a Dios el Padre (así también todas las antiguas; la forma más común es comenzar: Deus, qui); unas pocas posteriores (como la de Corpus Christi, por ejemplo) van dirigidas a Dios el Hijo, y ninguna al Espíritu Santo. En las Misas rezadas las colectas se dicen en voz alta para que puedan ser oídas por el pueblo, en las Misas mayores (o cantadas) se cantan en tono festivo en dobles, semi-dobles y los domingos. En las simples, ferias y en las Misas por los difuntos, tienen el tono ferial simple (totalmente en una nota, fa). Las reglas de los tonos, con ejemplos, se encuentran en el "Caeremoniale Episcoporum", I, XXVII. En la Misa mayor el diácono y el subdiácono están de pie en línea recta detrás del celebrante (el diácono en el escalón superior, el subdiácono in plano) con las manos juntas. En las colectas, en la Misa mayor, la gente debe mantenerse de pie. Esta es la antigua posición para la oración pública; originalmente el sub-diácono les pedía explícitamente que lo hiciesen (Levate). Felizmente, ahora se está reviviendo la costumbre, descuidada durante mucho tiempo, de permanecer de pie durante las colectas. En la Misa rezada se arrodillan todo el tiempo excepto durante el Evangelio (Rubr. Génesis, XVII, 2).
Bibliografía: "Rubricæ generales Missalis," VII, IX, XVI, XVII; "Ritus celebrandi," V"; Cæremoniale Episcoporum," I, XXVII; BENEDICTO XIV, "De SS. Missæ Sacrificio", II, V; GIHR, "Das heilige Messopfer" (Friburgo im Br., 1897), II §39, 374-399. Vea también los sacramentarios, textos y comentarios citados en el artículo Canon de la Misa.
Fuente: Fortescue, Adrian. "Collect." The Catholic Encyclopedia. Vol. 4. New York: Robert Appleton Company, 1908. <http://www.newadvent.org/cathen/04103a.htm>.
Traducido por Luz María Hernández Medina. rc
NOTA:
[1] Estación: cualquiera de las iglesias (iglesias de estación) en Roma que se usaban desde tiempos antiguos como puntos de reunión para las procesiones religiosas y ceremonias en días particulares (días de estación).
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