Prof. Aloysius Chang, S.J. Taipei/Taiwan
Uno de las grandes
contribuciones del Concilio Vaticano II ha sido la de haber dado una
nueva importancia a la función del Colegio Apostólico en la Iglesia.
Dicho colegio o cuerpo episcopal se basa en la elección de Jesús en los
Doce Apóstoles, del cual el Pontífice romano y los Obispos de todo el
mundo son sus herederos. En el Concilio de Jerusalén, el Colegio
Apostólico ha conducido con coraje la Iglesia en el camino de la
universalidad.
Después del Concilio Vaticano II, el Colegio
Apostólico ha demostrado de manera clara y concreta, esta apertura
universal, a través de la convocación periódica del Sínodo de los
Obispos y la visita del Pontífice romano a las varias iglesias del
mundo.
El Cuerpo Episcopal, por si mismo, expresa
abiertamente su carácter masculino y vigoroso, porque en su dirección
participan hombres que la enriquecen con las características que les son
peculiares. Por ejemplo, esta colegialidad no deja de tener tensiones;
la más clara es la tensión entre la universalidad y la localidad. No me
extiendo demasiado en este tema, sobre todo porque el Sínodo de Obispos
que actualmente se desarrolla en Roma, está afrontando justamente el
tema del ministerio episcopal y, hemos podido escuchar, afronta tales
tensiones.
Por disposición de la divina sabiduría, en el capítulo octavo de la Lumen Gentium,
encontramos el argumento: "La Beata Virgen María Madre de Dios en el
misterio de Cristo y de la Iglesia". En este capítulo se afirma que
María expresa el rostro femenino y dulce de la Iglesia. Esta dimensión
femenina tiene necesidad de integrarse con la masculina y vigorosa del
Colegio Apostólico.
La tradición china da bastante importancia a la
importancia de la "Vía del Taichi" (camino del absoluto), es decir, a la
fusión armónica entre los elementos Ying y Yang (femenino - masculino /
sombra - luz / negativo - positivo). Por esto en Taiwan, la
'eclesiología inculturada' aspira a la integración armónica entre la
dimensión jerárquica - colegial de la iglesia y la dimensión mariana.
Pienso que esto sea lo que se tiende a reiterar el
teólogo suizo Balthasar, cuando habla del principio "petrino" y del
mariano en la Iglesia, además de sus respectivas funciones.
En el Evangelio de Lucas encontramos implícitamente
expresado este principio "… Jesús iba recorriendo ciudades y aldeas
predicando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios. Lo acompañaban
los Doce y también algunas mujeres… que los atendían con sus propios
recursos" (Lc 8, 1-3). Los apóstoles y las mujeres en la comunidad
misionera de Jesús, revisten una función específica e insustituible.
De otra parte, se necesita que, en el marco de la
Iglesia Universal, el Cuerpo Episcopal se integre y trabaje
armónicamente con los laicos. Son ellos quienes constituyen la dimensión
mariana de la Iglesia. Los Obispos de todo el mundo, tienen necesidad
de su unidad de oración, de su aceptación en la fe, del apoyo de su
caridad y, también, de su contribución con consejos e ideas. Esto es lo
que se entiende por armonía entre el Ying y el Yang.
En la actualidad, según Balthasar, el principio mariano es muy compartido y activo entre lo fieles.
La Iglesia Católica de Taiwan avanza con su
expectativa. En efecto, la Iglesia china es muy devota de María. Una
eclesiología inculturada no puede dejar de considerar este precioso
recurso para encaminarlo, traduciéndolo de manera armónica, creativa y
activa en la Iglesia.
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