PANCHO ORMEÑO, UN BENEFACTOR Pancho Ormeño aprendió desde chico a conocer los secretos de las plantas, las distintas cualidades que escondían celosamente esos vegetales crecidos en el pedregal o a la vera de los hilos de agua. ‘Más tarde, frecuentando la amistad de curanderos y viejos pobladores hechos a la vida agreste, fue acumulando más conocimientos.
Algunos dicen que hasta le transmitieron parte de la sabiduría indígena, conservada por generaciones de comadres y salamanqueras. Lo cierto es que don Pancho terminó siendo un consumado botánico autodidacto, condición que unida a su célebre capacidad curativa lo convirtió en el taumaturgo más famoso de La Rioja.
Miles de testimonios hablan de su infalibilidad. “Su clarividencia era tal —escribe Teófilo Mercado— que muchas veces predecía la muerte de enfermos alejados con pasmosa exactitud…” Para curar recetaba siempre hierbas y yuyos que debían usarse para preparar tés, hacer fomentos, etcétera. Otros males los trataba con pomadas y ungüentos preparados con grasa y pelambre de animales silvestres.
Cierta vez un gobernador de La Rioja —Benjamín Rincón— quiso comprobar si detrás de tanta maravilla no había un vulgar embuste, y lo hizo ir hasta la Casa de Gobierno, donde lo enfrentó a un escéptico tribunal.
Pancho Ormeño sorprendió a todo el mundo. Anunció previamente lo que iba a hacer y ante la estupefacción genera! —utilizando dos yuyos diferentes— le provocó una epistaxis —hemorragia nasal— a un policía y de inmediato se la detuvo, sin ninguna consecuencia.
Antes de retirarse del recinto —repleto de jueces, doctores y altos funcionarios—se dirigió a un abogado presente y le dijo: “Creo que lo vide el año pasado por mis pagos. Vaya a verme otra vez. Y a ver si se me cuida los riñones”. El aludido quedó preocupado y confundido; quince días después moría de nefritis aguda.
No faltaron otros escépticos que también quisieron poner a prueba los conocimientos de Ormeño. Este fue el caso de un vecino que llevó al curandero una muestra de sangre para que la analizara, alegando que era de su hermana, cuando en realidad pertenecía a una yegua. La respuesta no se hizo esperar: “Vaya y cuídemela bien a su hermana la yegua…”.
El cuartel general del famoso personaje estaba en “La Cuchilla”, rincón riojano al que acudían multitudes en busca de alivio y cura. Llegaban desde todos los puntos de la provincia y también de pagos más lejanos, y convertían la residencia y sus aledaños en un tumultuoso hervidero que acataba sin chistar las indicaciones de don Pancho. Ranchos improvisados, refugios levantados de la nochera la mañana, y hasta las cuevas de los cerros vecinos, eran buenos para guarecerse mientras llegaba el momento de la curación.
El benefactor casi siempre recetaba, pero a veces disponía la realización de ejercicios físicos, bailes o fiestas porque según él también la alegría era buen remedio para ciertos males.
Y así durante décadas, hasta que el 17 de octubre de 1939, cuando ya se acercaba a los noventa años de edad, la muerte se llevó al más célebre curandero que tuvo la tierra delChacho Peñaloza. Los riojanos lo recuerdan con respeto y cariño: don Pancho Ormeño pasó su vida haciendo el bien.
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