En la cultura taína el cemí era la representación plástica de algún aspecto de la Divinidad o la figura que recordaba a algún ancestro. El cemí es un ídolo de tamaño variable hecho en madera, algodón, piedra, barro o hueso que hacía de intermediario entre los humanos y las fuerzas o entidades suprafísicas.
Las regiones y los poblados tenían su cemí, a semejanza del patronazgo ejercido en el catolicismo por los santos. Había cemìes en la entrada de las cavernas y de los bateyes, en el techo y en el interior de las viviendas. Para iniciar comunicación con el cemí se le llevaba una ofrenda, regularmente de frutos o flores, pidiendo su benevolencia. Las personas que ofrendaban se postraban tocando el piso con la palma de las manos y con la frente. Algunos cemíes tenían en su cabeza una especie de platillo donde se ponía el polvo de la cohoba, usado por los behiques y caciques inhalándolo por la nariz para acceder a una condición de hipersensibilidad que le facilitase la comunicación. Esta práctica, que estaba prohibida al común de las personas y que era casi una cuestión de estado, regularmente se hacía bajo techo, en el interior de las viviendas de los gobernantes. De uso más común era quemar la hoja del tabaco para que el humo, que hacía de representación del dios Nahua, el viento, se elevara hasta la deidad y pidiera las informaciones que se requerían.
También cuando el taíno iba a realizar una empresa, individual o colectiva, podía tallar un cemí que representara el objetivo de esa empresa o misión, como una concreción de ese ideal o proyecto, como si por merced de ese pequeño ídolo el proyecto tomara forma, comenzara a tener realidad.
Cuando ellos vieron que su sociedad se derrumbaba por la acción de los extranjeros, enterraron muchos cemíes para que estos objetos de Poder no cayesen en sus manos. Los españoles sistemáticamente destruyeron las estatuillas, sobre todo las más hermosas, y dejaron algunas de las que les parecieron grotescas para fundamentar su afirmación de que los naturales de la isla adoraban demonios.
El cemí o Divinidad más reverenciada en toda la isla era Yucahú Bagua Maorocoti, pero había muchos otros cemíes, que podían representar fuerzas de la naturaleza o antepasados dignos de recordación por sus virtudes personales. De hecho Yucahú es el nombre distorsionado de Yacahú, uno de los antepasados míticos del pueblo taíno, uno de los cuatro hijos de Itibaa Cahubaba. Fray Ramón Pané en su “Relación acerca de la antigüedad de los indios”, Caps. XI y XX a XXV, Fortunecity.com, dió noticias de los siguientes cemíes: Boinayel, Marohu, Vaibrama, Corocote, Opiyelguobirán, Guabancex, Guatauba, Coatrisquie, Faraguabaol, y Yiocavugama.
Estos dos últimos estuvieron relacionados con el cacique Cacivaquel, padre del reconocido cacique Guarionex, señor del Maguá, que tenía su yucayeque en Guaricano, a media legua (unos dos kilómetros y medio) de donde se encuentran las ruinas de La Vega Vieja, antigua fortaleza de La Concepción. Según Pané, después de ayunar por cinco días Cacivaquel recibió de Yiocavugama la revelación de que “cuantos viviesen después de su muerte gozarían poco de su dominio porque llegaría al país una gente vestida que los dominaría y mataría, y se morirían de hambre”. El nombre Yiocavugama, posiblemente se refiere al mismo cemí principal de la isla, y se origine en la expresión Yucahú Guamá (el señor Yucahú).
Guabancex era el cemí que representaba al huracán y estaba acompañado por otros dos cemíes, Guatauba, el viento, que servía de pregonero, y Coatrisquie, que representaba las crecidas de los ríos. Boinayel y Marohu, cuyas figuras estaban hechas en piedra, eran reverenciados en la cueva Iguanoboina, en el país del cacique Mautiatihuel. Esa cueva era un recinto usado para la curación y Boniayel (mejor que Boinayel), relacionado con el cielo y la lluvia, era el que guardaba el conocimiento de la eternidad, mientras que Marohu era quien regresaba los moribundos a la vida.
Opiyelguobirán, cuya efigie era de madera, tenía “cuatro pies como de perro”. Actualmente en el Museo del Hombre Dominicano hay en exhibición un cemí que cumple con esta descripción.
Otros cemíes eran Coacavugama, el divino señor encargado de las almas en el éter, venerado en la Cueva de los Behiques, en la actual comunidad de Rancho la Guardia, en el municipio de Hondo Valle, en la misma montaña desde cuyo interior nace el río Cana. Y Jobobabá, cemí originalmente construido con madera del árbol de jobo (Spondiam mombim) y relacionado con el culto al Sol. El culto a este cemí pervive en la devoción del Cristo de Bayaguana.
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