Sí, san Pedro Damián lo llegó a llamar desde su púlpito de cardenal instrumentum diaboli (instrumento del diablo).
Esto ocurría en el siglo XI, cuando la princesa Teodora de Bizancio llegó a Venecia para casarse con el dux Domenico Selvo y, entre otras liviandades, introdujo en la corte el uso de un tenedor de oro de dos afiladas púas, donde sus esclavos eunucos le ensartaban los trozos de carne seleccionados para su ingesta.
En la Edad Media, intentaron imponerlo en Francia diversas reinas como Catalina de Bulgaria, con el mismo efecto que Teodora: la acusación de ser pretenciosas e inmorales.
Cuatro siglos más tarde, incluso el rey Enrique III trató de emular a Carlos V (que ya tenía algunos) y extender por fin en Francia el uso de aquel instrumento que había conocido en Venecia. Pero en ese caso el rechazo vino porque Enrique III era conocido públicamente por ser muy aficionado a las personas de su mismo sexo, los apodados mignons. El tenedor significó un capricho de homosexuales, cuya conducta reprobaban las personas de bien y censuraban los moralistas.
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